Pasión

318 39 3
                                    

—¿Estás seguro que las ventanas soportaran?— preguntó Diana sin dejar de observar las fuertes ráfagas y el efecto que tenían sobre la vegetación

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Estás seguro que las ventanas soportaran?— preguntó Diana sin dejar de observar las fuertes ráfagas y el efecto que tenían sobre la vegetación.
—No te preocupes jovencita—dijo Michael acercándose a ella—. Lo harán, son fuertes o al menos eso espero.
La mirada de Diana dio un cambio a empeorar y una respiración entrecortada salió de sus pulmones. En las afueras de la casa, la fuerte tormenta continuaba. Las torrenciales lluvias y las potentes ráfagas de viento aumentaron poco después que Jonathan y Michael lograran llegar a la casa. Los muertos en las afueras se habían dispersado al ser empujados y tumbados por la ventisca. Aunque por lo fuerte de las lluvias y la caída de la noche era imposible saber en donde se encontraban. Varios árboles habían caído cerca de la residencia lo que le preocupo a Michael quien le había pedido a Jonathan y a Alexa, echarle un vistazo al garaje. Estos salieron con cuidado aprovechando  la misma casa para cubrirse un poco de la lluvia y llegar al lugar. En ningún momento se movieron sin llevar consigo sus leales armas.
—Rayos, suena más fuerte en este lugar— admitió Alexa tratando de secarse un poco el rostro—. Y ese viento por poco me quita la gorra.
—Veré si la parte de atrás esta bien—respondió Jonathan encendiendo una vela—Busca por hay, debe haber algo que puedas usar para secarte un poco o al menos el vendaje.
—Muy bien, quizás tenga suerte y encuentre una secadora de cabello. Oh se me olvidaba, no hay luz—respondió con una mueca torcida Alexa.
La joven mujer sacó de su ajustado mahón azul corto un encendedor prendiendo una vela que tenía en su mano izquierda. Al encenderla observó a Jonathan alejarse hacia el final del garaje. En ese momento se arrepentía de tener esa camisa negra sin mangas y ese mahon ya que comenzaba a sentir frió. Rebusco en el lugar y en una maltrecha caja encontró un pedazo de una toalla de playa.  Con cuidado intentó secar el vendaje que aun le cubría la herida. Aunque había mejorado todavía caminaba un poco coja y le dolía si esforzaba el paso. 
—Alexa, quieres venir un segundo—se escuchó  a Jonathan decir.
—Como ordene capitán—respondió haciendo un gesto militar.
Sin separarse de su metalico bate, camino hacia el final del garaje. Hay encontró a Jonathan intentando tapar con un pedazo de madera una pequeña ventana de cristal rota. El agua entraba con fuerza ayudada por las ráfagas de viento. De alguna forma un pedazo de rama quizás lanzado por el fuerte viento, la había roto. Al verlo empapado Alexa solo rió con fuerza. Algo que Jonathan detectó con rapidez y respondió con una mueca de molestia.
—Podrías darme una mano con esto—pidió él—. Esta entrando mucho agua y podría inundar todo.
—Y empaparme, si parece una ducha.
—Oh, perdóneme señorita  de papel. ¡Podrías ayúdame!
Haciendo una mueca de molestia con sus labios, Alexa dejó a un lado la vela y el bate e intentó ayudarlo a cubrir la ventana. La madera no era del tamaño ideal, así que cada vez que la movían dejaban algún lado descubierto en donde el agua pasaba y los mojaba. En segundos Alexa estaba tan empapada como el. Algo que la rubia de ojos verdes le hacía entender con sus leves gemidos de rabia.
—¡Esta friaa!—exclamó ella retirándose un poco—. Me voy a congelar o por lo menos me dará un resfriado.
—No exageres—respondió Jonathan logrando al fin colocar la madera—Está fría pero no es para tanto.
—Esta igual o peor a la de aquel día, cuando nos quedamos afuera recuerdas.
—No hacía tanto viento—recordó él exprimiendo su camisa azul. 
Jonathan colocó un pedazo de plástico en el hueco que quedaba, logrando detener el flujo de agua al interior  del garaje.  Alexa intentó en vano cubrirse con los brazos para no sentir tanto frío, pero no tuvo éxito alguno. Para empeorar, el pedazo de toalla que había encontrado no le ayudaba mucho. Jonathan  busco entre las cajas esparcidas en la cercanía y encontró un pedazo de gruesa tela gris. Sin decir nada lo colocó sobre ella con una sonrisa.
—Esto te dará un poco de calor en lo que entramos.
—Muy bien gracias, aunque parece un animal muerto—respondió ella mirándola y olfateándola.
—Es eso o nada, lo siento.
Alexa se resignó, tomó  la vela y su bate comenzando a caminar sobre el charco de agua que se había formado. El piso estaba un poco resbaladizo y al perder la firmeza en su pisada, Alexa lanzó las cosas que tenía. Instintivamente se aferró a lo más cercano que tenía que en ese instante era Jonathan. Al ser sorprendido por ello no pudo sostenerla sino que cayó con ella al suelo. Sus pulmones se quedaron sin aire por lo fuerte de la caída. El recibió la fuerza  del impacto al ella haber quedado sobre el.
—Eso dolió un poco—dijo él recuperando el aire.
—Al menos no caímos sobre el charco—respondió ella.
—No, caíste sobre mí.
Jonathan liberó un leve gesto de dolor y Alexa hizo un gemido de molestia al tocarse el muslo lastimado.
—¿Te golpeaste la herida?—preguntó él preocupado.
—No, estoy bien. Caí en algo blando.
—Qué chistosa.
Alexa examinó la herida sin notar para su alivio alguna señal de sangre o algo parecido. Al  girar su mirada se encontró con la de Jonathan. Ninguno había hecho el más mínimo intento de levantarse  o moverse. En cambio, sus miradas se encadenaron una a la otra nuevamente.
—Sabes algo curioso—comentó él.
—¿No qué?—respondió ella.
—No estoy seguro, pero creo que es como la tercera vez que quedamos viéndonos tan cerca.
—¿Y tú sabes lo que dicen de la tercera vez?
—¿Qué dicen?
—Qué a la tercera va la vencida—respondió ella.
Antes de que Jonathan pudiera responder, Alexa se lanzo sobre el y lo beso apasionadamente. Como si hubieran esperado una eternidad, sus labios se unieron. La mujer se acomodo sobre el y Jonathan le colocó las manos sobre su  cuerpo. Alexa no reaccionó más que con mayor pasión a esas caricias. Las manos de Jonathan llegaron a sus pechos y ella solo las apretó con fuerza. Sus respiraciones eran agitadas y no deseaban separarse. La mano de Jonathan comenzó a entrar entre la camisa y la rubia mujer sonrío sin hacer nada para detenerlo.
—Oigan chicos—se escucho la voz de Diana  de repente—. Michael desea hablar con ustedes.
Asustada Alexa bajo sus manos con fuerza golpeando la frente de Jonathan  haciendo que se diera contra el suelo.  El golpe sonó sólido y Jonathan se pasó las manos en la nuca.
—La mato, te juro que la mataré—dijo Alexa tratando de arreglarse.
—Un poco más y eso haces tú conmigo—respondió él con las manos en la nuca.
—Lo siento, me asuste—dijo ella levantándose.
Luego de unos instantes para arreglarse las mojadas ropas y de que Alexa recogiera  las cosas que tiró salieron y siguieron a Diana que se cubría con un pedazo de una bolsa negra. Entraron en la casa y  se acercaron a Michael quien vigilaba por la ventana. Al acercarse a su hermana Alexa le dio un leve golpe en la nuca lo que provocó que Diana la mirara sorprendida.
—¿Todo en orden?—preguntó Michael.
—Una rama rompió una ventana pero la cubrimos—respondió Jonathan aun pasándose la mano en la nuca.
—¿Qué ocurre?—preguntó Alexa mientras  buscaba algo para secarse entre sus cosas.
—Creo que debemos decidir a dónde ir—respondió Michael encendiendo otra vela—. Tenemos casi todo lo que necesitaremos para intentar el viaje.
En ese momento las hermanas se sentaron en el sofá  y Jonathan se reclinó en la pared al lado de ellas. Todos intercambiaron miradas y gestos de inquietud ante lo mencionado por el veterano hombre.
—¿Cuando será?—preguntó Diana mirándolo con preocupación.
—Primero tu hermana debe estar recuperada lo suficiente—respondió él.
— Ya estoy bien—aseguró ella.
—¿Puedes correr a toda velocidad si fuera necesario?
Alexa hizo un gesto de negativa. Sabía que no podía hacerlo aun. Esto a pesar de todos los cuidos que había hecho para recuperarse rápido.
—¿Tienes alguna idea a donde ir?—preguntó Jonathan cruzando los brazos.
—Tengo una idea pero quiero saber sus opiniones.
Durante unos minutos pensaron en algunas ideas que pudieran sugerir. Las hermanas intercambiaban ideas en los oídos y Jonathan solo pensaba detenidamente. Varios potentes truenos les hacía a veces mirar por las rendijas de las ventanas.
—Que tal si nos dirigimos hacia la costa—mencionó Alexa—. Quizás encontremos un bote o algo para salir de este lugar.
Michael cruzó sus brazos y bajó la mirada. Consideraba esa idea detenidamente, pero en segundos encontró varias razones para no tomar esa ruta.
—Mucha gente se dirigió a esa zona con la misma idea—aseguró él—. Y temo que la mayoría no logró escapar.
—Piensas que nos podríamos encontrar con miles de esas cosas—comentó Jonathan.
—Así es. Además la ruta para llegar es casi la misma de la evacuación.
—¿Y qué sugieres?—preguntó Alexa.
—Bueno estoy pensando en un lugar alejado, de difícil acceso.
—Las montañas, hablas de ellas verdad—mencionó Jonathan.
Michael se sentó en el suelo bajo las miradas atentas de todos los demás. En ese  momento sentía una creciente presión  para con ellos. Sabía que su salvación dependería de tomar la decisión correcta. De nada serviría todo el esfuerzo, si el lugar escogido resultara una trampa mortal.
—¿Y por qué no nos quedamos aquí?—preguntó Diana—. Hasta ahora hemos podido vivir.
—Me temo que cada día que pasa  este pueblo se pone más peligroso. Ahora tenemos a los muertos, al cazador y para empeorar, esas cosas de piel violeta clara se están propagando. Hoy vimos como peleaban contra los muertos intentando atraparnos. Parecía como si lucharan por el control del pueblo.
Diana se acercó a su hermana y la abrazo con preocupación en su rostro. Alexa miró a Jonathan sorprendida y este le hizo un gesto de afirmación. Ambos hombres no habían dicho nada hasta entonces para no causarles mayores preocupaciones. Pero no podían callar más.
—¿Y no habrán demasiados muertos en esa zona?—preguntó Alexa. 
—Sospecho que la gran cantidad de muertos que han estado llegando a este pueblo vienen de esos lugares. Por alguna razón descendieron y si es así, mientras más alejados de lugares como este estemos, más seguros estaremos. Podríamos encontrar alguna casa con difícil acceso monte adentro.
—Si es cierto lo que dicen sobre esas cosas violetas, será lo mejor—admitió Alexa.
—Tenemos que estar de acuerdo con esto. Cuando encendamos ese auto y partamos, no habrá marcha atrás—advirtió Michael.
Parecieron eternos los momentos de silencio que sólo eran interrumpidos por los truenos y los sonidos de las gotas golpeando las ventanas. Las hermanas lo discutían en tono bajo y Jonathan lo pensaba. 
—Hagámoslo—dijo Alexa junto a un gesto de apoyo de su hermana.
—¿Qué crees tú muchacho?—le  preguntó Michael  a Jonathan.
—Estamos todos de acuerdo—respondió—. Pero me gustaría que intentáramos proteger un poco el auto, o al menos los cristales.
—¿Y como lo haremos?—preguntó Michael.
—Podríamos intentar usar los estantes de metal de la cochera. Parecen rejas y son gruesos. Podrían servir si logramos amarrarlos de alguna forma.
—Me parece buena idea, lo haremos mañana a primera hora.
—Les echaré un vistazo ahora si no te molesta. Quiero despejar la mente un poco, hoy fue un día de sorpresas inesperadas.
—Está bien, haré la primera guardia y dentro de cinco horas la harás tú.
Jonathan hizo un gesto de afirmación y se retiró después de tomar una vela encendida. No sin antes mirar a Alexa con una sonrisa. Alexa trato de esconder su sonrisa pero su hermana la descubrió lo que hizo que la empujara con los hombros.
—Iré con él, quiero ver esa idea que tiene—menciono Alexa tomando una toalla de  sus cosas.
—De acuerdo—respondió Michael—. Consíguele algo para que se seque, esta empapado y no sería bueno que se enfermara.
Alexa señaló la toalla y revolcándole el cabello a su hermana se dirigió hacia la cochera. Para cuando llegó a ella ya Jonathan examinaba los estantes.
—¿Crees que funcionaran?—preguntó ella al cerrar la puerta y acercarse.
—Espero que sí pero no puedo ver bien, y para empeorar se me apagó la vela.
—Toma, aun tengo el encendedor.  
Alexa lo sacó de su bolsillo y encendió la vela que Jonathan sostenía. Luego de guardarlo de nuevo junto sus manos con las de Jonathan. De nuevo sus miradas se unieron.
—Te volviste a mojar te dará frió—dijo él.
—Te tengo a ti para darme calor—respondió ella girando su gorra hacia atrás—. Además, dejamos algo pendiente y no deseo seguir esperando.
Jonathan sonrío y de inmediato ambos se envolvieron en un apasionado beso. La lluvia siguió cayendo con fuerza mientras estos dos sobrevivientes expresaban su deseo y quizás, un descubierto amor entre ellos. Por un largo tiempo olvidaron sus pérdidas, sus penas, sus temores. Solo se  dejaron dominar  por la pasión.


El Reino de los MalditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora