Manada

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El cansancio los dominaba, pero a pesar de ello no podían detenerse

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El cansancio los dominaba, pero a pesar de ello no podían detenerse. Se refugiaron detrás de un muro maltrecho y observaban en todas direcciones. Juan se tocaba la frente llenando su mano izquierda con su sangre. Esta provenía de una herida en el lado derecho de su cabeza. Joan apretaba su machete ensangrentado con un líquido verde viscoso. Un inquieto Andrés examinaba la cantidad de balas que le quedaban en el cargador en su arma.

—¿Tenias que disparar?— preguntó Joan examinado la herida de Juan.

—¿Y que podía hacer?—respondió Andrés alterado—. Era una manada de esos malditos Dretchs. ¿Tenía que dejar que nos mataran por no gastar balas?

—Ahora todos los muertos cercanos vendrán tras nosotros.

—Si me lo preguntan a mi, me alegra que la usaras—intervino Juan respirando con fuerza-. Sino estaría muerto ahora.

—Pues saben qué chicos, ellos quieren otro asalto—mencionó Joan mirando hacia una casa de dos pisos cercana-. No les agrado que matamos a tres de sus asquerosos amigos.

Trepando con gran agilidad sobre la estructura al otro lado de la calle, tres Dretchs se asomaban. Sus rugidos agudos invadían la zona. Sus filosas garras lograban aferrarse con fuerza al concreto. El ser de mayor tamaño y aparente dominante se estiro en sus patas traseras dirigiendo su atención hacia ellos. Su cuerpo era un poco más robusto que los otros dos y tenía una cortadura en su rostro sin nariz. Su expresión reflejaba rabia y lanzando un rugido se abalanzó hacia ellos seguido de cerca por los demás.

—¡Mierda, corran!—exclamó Joan.

—Malditos sean—recrimino Andrés.

A toda prisa salieron corriendo en un desesperado intento de alejarse de las bestias. Sus perseguidores los seguían como desenfrenados sabuesos. Sus garras dejaban marcas mientras se movían de una forma cuadrúpeda por la carretera. Incluso utilizaban los postes para acercarse más a sus presas. En su huida, los humanos giraron a la izquierda los que los llevó a pasar cerca de los restos de una casa quemada. Uno de los Dretchs dio un potente brinco y cayó a solo pies de distancia de Joan, quien sin perder tiempo le lanzó un ataque con su arma. El machete dio en el blanco rebanándole la parte superior de la cabeza a la criatura. Ella cayó al suelo y comenzó a retorcerse hasta morir sobre un enorme charco verde y apestoso. Otro Dretch se lanzó hacia Juan haciéndolo estrellarse contra un zafacón cercano. La criatura estiro sus fauces lista para arrancarle la carne a su víctima. Pero fue detenida por varios disparos de Andrés que le pusieron fin a su existencia. La bestia dominante liberó un fuerte rugido alejándose de ellos al trepar por una casa, no sin antes dirigir su mirada rabiosa hacia ellos.

—¿Qué demonios, esta huyendo?—se preguntó Joan un poco sorprendida.

—Son más listos de lo creíamos—respondió Andrés viendo el cargador de su arma.

—Sigamos entonces nuestro camino antes de que decida traer amigos—sugirió Juan al levantar su hacha del suelo.

Agotados continuaron la marcha por varios minutos. Decidieron tomar un leve descanso detrás de un pedazo de muralla destruida, con un árbol de grueso tronco al lado y varios escombros a su alrededor. Juan se recostó contra el mientras que Joan vigilaba alterada. Sus ojos marrones se enfocaron de inmediato en una esquina a decenas de metros de distancia, en donde surgían varios muertos con su eterno andar torcido. Las detonaciones habían llamado la atención de decenas de ellos, que siguieron el ruido desde los primeros disparos. Poco a poco se aglomeraban aumentando así el tamaño del grupo. Todos los entes podridos intentaban detectar de donde provenían los sonidos que les había llamado la atención.

El Reino de los MalditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora