Piel

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El cielo  era desgarrado por fuertes ráfagas eléctricas

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El cielo  era desgarrado por fuertes ráfagas eléctricas. Truenos reventaban  a cada segundo que el potente aguacero, más bien una tormenta castigaba la olvidada ciudad. Algunos muertos vivientes caían al suelo por la fuerza de las ráfagas de viento que acompañaban la tempestad. Todo lo que estuviera libre caía y rodaba por las calles. En situaciones normales, el servicio meteorológico lanzaría advertencias en la televisión o la radio, avisando del peligro o la causa del fenómeno. Pero esos servicios ya no existen.  Los canales de transmisión habían desaparecido a solo semanas de la aparición de la plaga. El sonido de una puerta abrirse se escuchó levemente bajo la lluvia. Un arma apareció entre ella y un atento Andrés estudiaba el lugar con cada paso que daba. Detrás del, Joan apretaba su machete con fuerza al cerrar la puerta detrás de ellos.
—Ten cuidado, este lugar apesta a muerte—advirtió Andrés. 
—¿Cuándo fue la última vez que algo no apesto así?—preguntó con cierta ironía Joan—. ¿Tienes algún tipo de luz?, Casi no veo nada.
Andrés la observo serio por unos instantes. Y ella le hizo un gesto de insistencia haciendo que sacara una diminuta pero potente linterna de su bolsillo derecho. Andrés la consideraba un lujo pero bajo la situación no tuvo más remedio que utilizarla. Solo deseaba, que como en las predecibles películas de terror, las baterías no se agotaran en ese momento.
—Este lugar si que esta arruinado—comentó él caminando con cautela.
—Parece que fue una cafetería.  Pero no queda nada.
—Como desearía unas tostadas con  queso—dijo resignado él.
—Daría un brazo por un buen café, Dios como extraño la cafeína—respondió ella.
Andrés se acercó a una de las ventanas y movió con cuidado la cortina que la cubría. Delante de ellos, como un manto, las fuertes lluvias cubría todo a su alrededor. Los relámpagos daban luz momentánea y siluetas de lentos seres aparecían a la distancia.
—Creo que podremos pasar esta tormenta aquí—menciono Andrés dándole un vistazo al lugar.
—Si no tenemos otra opción. Pero esperaba poder darles las noticias a los demás lo más pronto posible.
—Y vaya que noticia, algo bueno para variar.
—Lo único malo es que al fin encontramos una forma de llegar al centro comercial sin tener que pasar entre esos muertos y esta tormenta cae sobre nosotros.
—No se como encontraste ese pequeño camino desde el techo de aquel edificio, pero nos llevará directo hacia el.
—Y con suerte no nos verán. Si no hacemos ruido ese muro de vegetación nos cubrirá de ellos todo el viaje.
Por unos instantes se permitieron reír y celebrar su logro. Como si hubiera sido un verdadero milagro pudieron dar con ese camino. Ninguno de ellos lo había visto antes a pesar de los días que habían agotado buscando una forma segura de llegar al complejo. El trayecto era casi paralelo a la avenida invadida por los centenares de muertos. Pero parecía o al menos en ese momento, despejada y bien cubierta por la vegetación de las miradas de los seres. Además se veía libre de obstáculos. Joan se recostó contra la pared e intentó exprimirse un poco la camisa lo que ocasionó que su cuaderno de anotaciones se cayera.
—¿Aun lo tienes? Pensé que lo habías tirado—comentó Andrés.
—No, cuando estoy tensa lo vuelvo a leer—respondió ella.
—¿Y con qué propósito? No te dará más información. No es que lo haya hecho la primera vez que lo leíste.
—Dice algunas cosas de importancia, es solo que no son cosas completas.
—Pues no sirve de nada.
—Eso no lo se, pero quizás más tarde lo que dice tenga más sentido.
Andrés tomó el cuaderno y lo miro por unos segundos antes de entregárselo a ella. Regreso a vigilar por la cortina y Joan guardó su libro y se unió en la vigilancia.  Por unos minutos observaron como la lluvia y el fuerte viento golpeaba la ciudad. Fueron testigos de como un cadáver era arrastrado por el suelo  bajo la fuerza de la lluvia y el viento. Por unos instantes le pareció cómico a Joan ver como el ser, una vez un joven hombre de cabello rubio trataba de incorporarse, para luego caer con fuerza en el pavimento. De repente el olfato de la mujer detectó un aroma que no había sentido antes. Miró a Andrés seriamente quien al ver el cambio en su rostro la observó detenidamente. 
—¿Percibes ese olor?—preguntó Joan dando unos pasos hacia delante.
—¿No, a cual te refieres? Todo aquí apesta. 
Inquieta Joan se detuvo buscando la procedencia de ese aroma. Por unos momentos intentó enfocar sus sentidos hasta que dio de nuevo con el olor. Miró a Andrés y preparando su machete se dirigió detrás de esa fragancia. Su búsqueda la llevó al lado de atrás, a una puerta de color marrón oscuro. Al acercarse, el olor aumentó considerablemente. Andrés se aproximo a Joan y le tocó el hombro para que supiera que lo había percibido.
—Viene de hay adentro—afirmó Joan—. Huele a podrido.
—A carne podrida—afirmó Andrés preparando su arma.
—¿Estas listo?—le preguntó ella apretando su machete.
—Aunque te diga que no, vas abrir la puerta de todas formas, así que si lo estoy.
Joan hizo un gesto de afirmación burlona  y en ese momento noto que una pequeña cantidad de agua  salía por debajo de la puerta. Además un leve sonido surgía de su interior. Acercó su mano izquierda con cautela a la cerradura color bronce y apretó el mango de su machete. Al Andrés hacerle una señal y apuntar con su arma hacia la puerta,  la mujer la abrió con un rápido movimiento. Andrés entró primero seguido muy de cerca por ella.
—Oh por Dios—dijo Andrés cubriéndose la nariz por el potente olor.
Joan lo imitó de inmediato pero no apartó su mirada de la escena. En esa habitación, pedazos de lo que parecían ser pieles humanas y varias piezas de ropas rasgadas estaban esparcidas en el suelo. No había rastro de carne, solo varias membranas estaban regadas en el lugar. Algunos charcos de un líquido verde apestoso se  encontraban al lado o debajo de los pellejos de color pálido. La mujer se dio cuenta rápido de la epidermis que estaba en una esquina, la cual dejaba ver claramente la forma de un rostro. Andrés hizo un gesto de gran desagrado y trato cubrir su boca con su camisa. El olor era potente, pero Joan continuaba examinando el hallazgo.
—Están secas y estiradas—dijo ella cubriéndose la nariz.
—¿Qué carajo es esto? Mierda, apesta a demonios.
—De alguna forma me recuerdan a las pieles que cambian las serpientes. ¿Pero porqué o de qué son?
—No viste que hay una cara humana entre ellas. ¿Con un demonio esos son dedos?—preguntó él con un mal semblante.
—Es piel en forma de ellos, pero están partidas en las puntas como si algo filoso las hubiera atravesado—mencionó ella al acercarse a las pieles.
Luego de asimilar  lo que veía, la mujer se percató de la ventana rota al lado izquierdo de la habitación. Por ella entraba el agua de la fuerte lluvia y el viento lo que ocasionaba el sonido que había detectado. Se acercó y notó como algunos pedazos del cristal en ella apuntaban hacia fuera. Rápido comprendió que algo desde el interior había roto ese cristal y salido hacia fuera. Con la punta de su machete levantó un poco un trozo de piel. Algunas gotas de líquido verde se deslizaron de ella hasta caer en el suelo. Miro toda la habitación tratando de ver todos los detalles que le pudieran ayudar a comprender esa situación. Se dio cuenta de algunos rayazos en las paredes cercanas a los pellejos mal olientes.
—Sabes, no creo que debamos quedarnos aquí—mencionó Joan mirando con detalle la habitación y tirando la piel.
—¿Qué piensas qué significa esto?—preguntó él con seriedad.
—No estoy segura, pero no quiero descubrirlo en este lugar.
—Bueno, ya estoy empapado y con suerte esta tempestad nos permitirá llegar con los otros sin que nada nos persiga.
—Bien, larguémonos de aquí ahora. Demonios si tuviera algo en el estómago lo vomitaría.
—Cállate, no me tientes—respondió él.
Joan miró detenidamente la habitación  por última vez tratando de percatarse de todo lo posible. Sin pensarlo más, siguió a Andrés y ambos salieron bajo la fuerte lluvia. El fuerte aguacero  no cedería en ningún momento cercano, pero ellos tampoco. Ninguno de ellos, aunque lo habían notado, comentó que el líquido era muy parecido a la sangre de los ágiles pero violentos Dretch's. A la distancia y con dificultad percibieron unos rugidos agudos. Se miraron entre ellos y luego de unos inquietantes segundos siguieron  su viaje al paso más rápido que les era posible. 

El Reino de los MalditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora