Unidos

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Sus ojos reflejaban cansancio y debilidad

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Sus ojos reflejaban cansancio y debilidad. La noche anterior no había podido descansar ni por un segundo. Su cuerpo le dolía, en especial su brazo izquierdo que a pesar de los cuidos de Joan, no había cesado en dolerle. En su mente solo estaba la idea de que pronto moriría. La fiebre no había sido tan seria como le preocupaba a la mujer, pero por unas horas había aumentado un poco. Ese síntoma era el que aparecía con mayor rapidez y violencia entre los infectados, por lo cual ella estaba muy atenta a su desarrollo. Aunque Joan se había esforzado en convencerlo de que no estaba infectado por el virus que transforma a las víctimas en cadáveres andantes. Juan no confiaba en ello. En ese momento unos ojos verdes lo observaban sin descuidar ninguno de sus movimientos. 

—¿Dónde esta ella?—preguntó Juan con tono débil.

—Salió con Andrés—respondió Eric inclinándose contra la pared sosteniendo un pedazo de tubo de grueso metal oscuro—. Aun pensamos hacer el viaje al centro comercial. Buscan la forma de evadir al enjambre.

Juan lo miró con un semblante serio y adolorido. Inclinó su rostro un poco debido al cansancio y dolor que lo dominaba. Aun estaba atado y eso no le permitía sentirse cómodo o poderse acomodarse mejor. Eric tomó una botella de agua y abriéndola se la entregó al débil hombre. Juan se tomó la mitad en un largo sorbo mientras que respiraba trabajosamente.

—No se puede al menos que se logre llamar su atención en otra dirección—advirtió Juan—. Eso fue lo que tratábamos de descubrir cuando fuimos atacados.

—Pareciera que esos Dretch's nos han seguido desde que nos encontramos con ellos en el bosque. Con un demonio, son más peligrosos que los malditos muertos.

—Entiendes ahora por qué no deseaba que me trajeran. No sabemos si propagan el virus o algún otro.

—Ya Joan te lo ha dicho varias veces. Los síntomas aparecen en menos de una hora luego de ser infectado. Tú mi terco amigo, llevas más de veinte sin tener síntomas. Y la fiebre ha sido menos de la que ella temía.

—Podría ser otro tipo de bacteria, o un parásito. Fue una idiotez de ella, y Andrés no debió permitírselo.

A pesar de que aun estaba con vida, Eric solo veía en él a alguien derrotado. No podía entender su actitud, ya que era él, uno de los primeros en defender la idea de no rendirse a pesar de toda esa pesadilla. Por unos instantes consideraba que era el hecho de estar herido la razón de su actitud. Siempre era Juan quien protegía o salvaba a alguien.

—Iré por más agua y cuando regrese espero que ya se te haya pasado esa actitud de derrotado—dijo Eric saliendo de la habitación.

Juan lo miró con seriedad y una expresión de angustia lo dominó al escuchar que la puerta era cerrada nuevamente. En eso no los juzgaba, en su posición él hubiera hecho lo mismo. Y ya que no desearon asesinarlo, esta era la única opción que tenían. Pero estar cautivo solo empeoraba su ya malogrado ánimo.

El Reino de los MalditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora