Cazados

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Sus pasos eran rápidos y desesperados

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Sus pasos eran rápidos y desesperados. Sus miradas eran dominadas por el terror. Joan guiaba al grupo con la linterna, seguida muy de cerca por Eric y Andrés, quien jalaba del brazo a su aterrada esposa. Ismael intentaba con todas sus fuerzas alcanzarlos, pero comenzaba a quedarse rezagado. Su peso y seria falta de condición física, le estaba pasando la factura por los años pasados devorando comida chatarra. En su huida habían tomado por unos callejones al oeste de su refugio. Todo en un desesperado intento de tomar distancia y alejarse del ser que los perseguía.

—No paren, sigue detrás de nosotros—dijo angustiada Joan mirando hacia atrás.

—No lo lograremos, debemos escondernos, es nuestra única opción—afirmó Eric.

—Con un demonio, no tenemos ninguna arma—recordó Andrés abrazando con fuerza a su esposa—. Eric tiene razón, tenemos que encontrar algún lugar.

Su discusión se convirtió velozmente en gestos de miedo al escuchar el potente rugido de la enorme bestia. Al no poder llegar a ellos con facilidad, la criatura ascendió por los edificios. Para un ser tan pesado, la bestia se movía como una araña abriéndose paso con sorpresiva rapidez y agilidad. A pesar de eso sus presas se alejaban, lo que ocasionó que el cazador utilizara su gran fuerza y atravesando las paredes de los edificios, comenzó a darles alcance. Sus cuatro ojos se posaron en sus escurridizas presas liberando un leve destello de luz rojiza.

—¡Mierda!, si no quieren morir corran—gritó Joan.

—Entren en ese callejón, en el callejón—señaló Eric.

El grupo entró a toda velocidad por ese pasadizo a su derecha. La criatura lo noto y lanzando un rugido se abalanzó sobre ellos. Para la suerte del grupo, los hombros del ser chocaron con los filos de la entrada. Eso provocó que la garra derecha rozara el suelo a solo pulgadas de alcanzar al obeso Ismael, quien fue hallado en el último instante por Eric. En la desesperación y a pesar de la oscuridad, Andrés logró divisar una puerta de servicio con un diminuto cristal en ella a solo metros de distancia. Sin perder tiempo dejó a su esposa a un lado e ignorando sus desesperados llamados intento abrirla. Pero a pesar de sus intentos la puerta de metal solo cedía levemente. Solo cuando Eric cooperó en el esfuerzo la entrada pudo ser abierta.

—Rápido, entren antes que se de cuenta—advirtió Andrés.

Luego de no detectar la presencia de algún cadáver cercano, Andrés tomó del brazo a Vannesa y dándole un fuerte tirón la hizo entrar en la edificación. Eric los siguió y Joan se mantuvo afuera esperando a Ismael. Pero como una mala repetición de una película de horror, el hombre cayó al suelo. Su cuerpo había llegado a su límite. Ismael dirigió su mirada en la dirección de donde las garras del ser aun se podían ver. La bestia aumentaba sus esfuerzos para atraparlos. Solo se detuvo cuando decenas de cadáveres se arrojaron sobre el en un nuevo e inútil intento de devorarlo. Los sonidos del enorme ente los habían guiado hacia el. Pero como en ocasiones anteriores, la criatura solo comenzó a devorar a varios y destrozar a otros. Joan cambiaba su atención entre ellos e Ismael quien intentaba incorporarse sin tener éxito.

El Reino de los MalditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora