Rodeados

198 35 2
                                    

Esa mañana todos estaban ocupados

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Esa mañana todos estaban ocupados. Ya fuera buscando envases para colectar agua o dando una ronda como lo hacía Eric. Hasta ayudar en la preparación de una barricada como lo hacía Vannesa con su esposo. Todo ese movimiento se debía al gran número de seres que rodeaban el complejo. Por eso, Andrés había reunido objetos que encontró tirados intentando fabricar una barricada movible, que les permitiera colocarla en la entrada del edificio. Ese día todos estaban en busca de algo y eso incluía a Joan. Ella había subido al apartamento de Becky, pero al no recibir respuesta a su llamado, busco en los demás pisos hasta descender y salir del edificio.
—¿Han visto a Becky?—le preguntó Joan a Andrés al salir por la entrada.
—Creo que se fue hacia allá—respondió Andrés apuntando hacia el otro edificio.
Esto la hizo viajar hacia el segundo edificio del complejo, que era el de mayor tamaño de todos.  No le tomó mucho tiempo escuchar el sonido de metal siendo movido. El ruido la llevó a un lugar que era una marquesina con puerta corrediza en metal y una normal al lado derecho. Al entrar se encontró con un motor colgado en unas cadenas a casi un metro de altura. A todas partes que miraba, veía piezas de autos en el suelo y dos mesas con pedazos de metal sobre ellas. Esto le hizo entender qué se trataba de algún tipo de taller de mecánica. Joan lo estudió con cuidado sin separarse de su arma encontrando a Becky  tratando de abrir un maltratado casillero metálico. 
—Creo que podrías necesitar ayuda—dijo Joan acercándose.
—¿Ahora me sigues dulce de canela?—preguntó ella.
—Me llamo Joan, mi maldito nombre es Joan.
—Oh, eso ya lo se, pero acepto tu ayuda.
Joan casi gruño pero Becky sonrío y juntas intentaron abrir el casillero. Les tomó un par de minutos y un último pero fuerte tirón para lograr abrir la puerta derecha. Por la fuerza del intento, Joan cayó sentada de forma brusca. Miró molesta a una sonriente Becky quien luego de reírse de ella, rebuscó en el mueble sacando dos barras de metal de distintos tamaños.
—¿Para que quieres esas barras de acero?—preguntó molesta Joan levantándose del suelo.
—Para asegurar algo—respondió Becky— ¿Ya le echaste un vistazo a los portones?
—Sí, y desearía que fuera una pesadilla. 
—Toma y sígueme—dijo Becky dándole una de las barras.
Aun molesta Joan la siguió y ambas mujeres llegaron  a uno de los portones. Joan exhaló pesadamente. No eran decenas de ellos, sino que podrían ser más de trescientos muertos que rodeaban esa parte. Muchos hacían presión en las cercas, pero al tener la mitad construida en cemento y lo demás en rejas gruesas no podían afectarla por el momento. Lo que si altero a la mujer fueron las decenas de ellos que se empujaban entre sí contra el portal. 
—Pon la barra entre las agarraderas del otro portón, rápido—ordenó Becky haciendo lo propio ella.
Joan actuó de inmediato corriendo hacia el otro portón a una corta distancia de ella. Al igual que el primero este sufría los embates de los muertos, que sin importarles, o más bien sin sentir dolor alguno, se destrozaban contra el metal tratando de abrirse paso. Inquieta, la mujer colocó el bate en el suelo y atravesó la barra como le dijo Becky. Ahora entendía el motivo, las barras servirían de refuerzo. El espacio de las agarraderas era uno diminuto casi como si hubiera sido hecho para que encajara bien la barra. De repente Joan retrocedió abruptamente cuando un muerto estiro su destrozado y casi sin carne brazo hacia ella. Por instinto la mujer levantó el bate y le dio un certero golpe desgarrándole el brazo. El muerto la miró con sus ojos sin alma sin señal alguna de dolor  y continúo su esfuerzo.
—No se si es coincidencia o ustedes son el viviente ejemplo de mala suerte—dijo  Becky al llegar a ella.
—¿Por qué lo dices?
—Demonios, mira a tu alrededor, ustedes llegaron y parece que llamaron a todos los muertos de la maldita ciudad. ¡Puñeta!, tendremos que reforzar todos los  portones  o podrían entrar.
Las mujeres se dirigieron a toda prisa hacia los portones de la parte de atrás encontrándose con  Eric quien regresaba. El semblante de preocupación del hombre no dejaba mucho a la imaginación.
—Ven con nosotras, hay que asegurar los demás portones—dijo Becky dirigiéndose hacia esa dirección.
—Ya lo hice—respondió Eric—. Logre colocar un tubo de metal a uno y un pedazo de madera al otro, creo que resistirán por ahora.
—¿Eric, cuántos hay?—le preguntó Becky mirando en esa dirección.
—No pude contarlos, pero son demasiados.
—Hay que saber cuantos hay, tenemos subir al techo—sugirió Joan—. Desde esa altura podemos saber a cuantos nos enfrentamos.
—Buena idea, vamos—dijo Becky corriendo hacia su edificio.
Los tres corrieron lo más rápido posible pasando por el lado a Andrés y a Vannesa quienes continuaban preparando la barricada.  Becky y Joan subieron las escaleras solas al Eric ser detenido por Andrés. El hombre exigía explicaciones por el estado de agitación de ellos. Mientras este le explicaba, las mujeres siguieron subiendo las escaleras hasta llegar al techo. Abrieron la puerta y corrieron hasta llegar cerca del filo.
—¡Que me jodan, no puede ser!—exclamó Becky al ver con total claridad la cantidad de muertos que los rodeaban.
Desde esa altura se  podía ver a varias cuadras a la redonda. En todas las direcciones que observaban, se veían los muertos. Mientras más cerca del complejo, mayor la cantidad de estos horrendo seres. Becky apretó sus manos contra su frente incapaz de asimilar la gran cantidad de ellos.
—¿De dónde están saliendo tantos malditos?—preguntó agitada Becky—. Carajo, estamos rodeados.
—Debe ser el enjambre que  nos impedía llegar al centro comercial— advirtió Joan—. ¿Pero por qué han llegado aquí?
—Porque crees, por su llegada con estilo. Debieron seguir a los otros y ahora nos tienen acorralados.
Becky comenzó a maldecir y a apretar sus puños. La desesperación la comenzaba a dominar. Ni siguiera cuando limpio junto a sus  vecinos el complejo la primera vez, había visto tantos de ellos juntos. En realidad nunca lo había hecho. Al verla al punto de colapsar, Joan le propinó una potente sacudida de hombros.
—¡No te desmorones ahora!—gritó ella—. Escúchame, conoces este lugar mejor que ellos, que nosotros. Podemos salir de esto, pero te necesitamos.
Becky se tocó el rostro y la observó directamente a los ojos.  Bajó la cabeza por unos instantes respirando profundamente. Se alejó unos pasos mirando a esa marejada de muerte que intentaba llegar a ellos. 
—Reforzando los portones y todos los lugares por donde podrían entrar, tendríamos una oportunidad contra ellos—mencionó ella—. Hay varios cobertizos en otras marquesinas con cosas que pudiéramos usar. Solo hay que romper los candados.
—Excelente idea, lo haremos de inmediato—dijo Joan—. Estaremos bien, todo saldrá bien Becky, ya veras.
—Solo hay un problema—dijo Becky con una mirada asustada dirigida hacia su derecha.
—¿Qué cosa?
Becky apuntó con su dedo índice hacia un edificio de cuatro pisos, con severas señales de daños producto de un ya extinto incendio. Se encontraba en medio de los muertos y a centenares de metros de ellas.
—No se como lidiar con monstruos que trepan paredes—afirmó Becky con su mano un poco temblorosa.
Al escuchar esas palabras el semblante de Joan se desplomó. Giró su mirada rápidamente en la dirección a la que Becky aun apuntaba. Delante de ella, pero sin escuchar aun los agudos rugidos, un número considerable de Dretch's se movían entre aquel edificio. En un intento de evadir al enjambre de muertos estaban utilizando los edificios, los postes de tendido eléctrico y todo lo que pudieran para mantenerse seguros. Pero lo peor de todo era que se dirigían directamente hacia el complejo.
—Si sospechaba que su llegada era una señal de mala suerte, ahora estoy segura—afirmó Becky.
—Hay que avisarle a los demás—sugirió Joan corriendo hacia las escaleras.
—Dios debe odiarnos de verdad—respondió Becky siguiéndola.




El Reino de los MalditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora