¿Problemas?

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Vivir en un internado a veces suena emocionante.
Tener una compañera de habitación, estar alejada de tus padres y que no estén diciéndote que hacer. Más o menos hacer lo que se te venga en gana.

Lo cierto es que no es del todo así...

Siento un jalón en mi brazo derecho y un fuerte peso sobre mis ojos, como si no me dejará abrirlos. Lentamente los abro.
Estoy acostada boca abajo sobre la almohada y el gato está jalando mi brazo del suéter. Subo un poco la mirada y veo a Emma con su uniforme puesto y perfectamente peinada.

¡LA ESCUELA!

Rápidamente me paro y me dirijo al armario a sacar las cosas.

—Buenos días —dice siguiendo cada uno de mis movimientos.

—Buenos días, —digo tímida— ¿que hora es? —pongo el uniforme sobre la cama.

—7:30, te quedaste dormida.

¿Enserio?

—Si, si. ¿A qué horas e-entramos? —busco la toalla y las cosas de aseo.

—A las 8. Ally... —volteo a verla— Te llamé como por 15 minutos y no te paraste.

—L-lo siento.

—No importa, báñate y nos vemos ahora.

Asiento y salgo de la habitación.

A mi izquierda veo el enorme pasillo con puertas. Camino hasta llegar a dos puertas blancas. Las abro y veo mucho vapor salir.

Debo decir que los baños públicos no son mis favoritos, pero cuando toca, toca.

Busco entre las filas y filas de duchas una desocupada. Cuando por fin doy con una entro y pongo la toalla sobre la puerta. Me quito la ropa y la pongo también sobre la puerta. Abro la ducha y el agua cae lentamente.

Pego un grito al sentir sobre mi piel el agua helada. Abrí la llave incorrecta.

Me pego a una esquina y cierro la llave y luego abro la otra. Estiró mi pie bajo la ducha para asegurarme de que el agua sale caliente.

Efectivamente, puedes bañarte.

Me pongo la toalla asegurándome bien de que no se caiga y salgo de la ducha. Me dirijo al lavabo más cercano y cepillo mis dientes.
Me miró al espejo y ¡bam! El Everest a la vista.

Si, tengo un grano en la nariz.

Aplicó un poco de maquillaje para taparlo y voy a la habitación.
Una vez allí me cambio a flecha veloz y revisó la hora. 8:00. Me peino rápido y corro todo mi cabello hacia la derecha tratando de verme más arreglada. Hidrato mis labios con bálsamo, tomó la mochila, el violín y salgo como rayo de la habitación.

...

Bien, explicaré la situación.
Mi horario dice que mi primera clase es historia así que me dirigí a esa sala. Resulta que era historia 2, no 1.
La maestra me regalo una mirada fulminante y me envió a otro lado.

¿El problema? Ahí no es. Llevo cinco minutos buscando y no encuentro él aula.

¿CONCLUSION? Son las 8:20 y yo no he entrado a clases, tengo un volcán en erupción en la nariz, y me duele la espalda por cargar la mochila y el violín. Además, ni siquiera alcance a desayunar.

Sobreviviendo a BeethovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora