Reconciliaciones y discuciones.

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Mis días en Beethoven son de lo más corriente. Se resume a levantarme temprano, tipo 7:00, asearme y alistarme para ir a clases; si tengo tiempo hasta me compro algo para desayunar. Tengo una larga jornada de clases que solo me da un ligero espacio de descanso entre las horas de la mañana y otro para almorzar a medio día. Tomo unas clases más en la tarde y luego de eso, regreso a mi habitación o simplemente voy a la biblioteca; donde se me haga más fácil hacer los deberes y estudiar. ¿A qué vas con todo esto? Te debes estar preguntando. Pues, imagina mi sorpresa cuando llegue a mi habitación y encontré a Emma Hasson sentada sobre mi cama, con los ojos hinchados, rojos y llenos de lágrimas esperando por mi. Esperando que hablemos.

Es sencillo, mis días se habían vuelto tan corrientes porque ella no estaba en mi vida más. Con ella cada viernes había una fiesta y las charlas a la madrugada no acababan. El simple acto de ir por un smoothie era divertido, pero sin darme cuenta, me había vuelto una persona monótona.

—Hola... —musité mientras dejaba caer la mochila de mi hombro al suelo. Las palabras simplemente se deslizaron por mi boca, aunque se que no fueron las precisas para ese momento. Ella en cambio, soltó un suspiro tan largo que juraría que habría contenido por mucho tiempo.

Me cuestioné por lacónicos segundos si debía acercarme o no, pero supuse que la segunda opción sería demasiado extraña así que opté por la primera. No hay demasiada distancia entre la puerta y mi cama, pero en ese momento me pareció una eternidad en la que nuestras miradas chocaban entre las masas de aire una, otra, y otra vez. Una vez quede junto a ella, me senté. Su mirada era cabizbaja, más sin embargo logré ver sus ojos azules incendiados de un rojo tan fuerte, que seguro quemaba. Mi brazo se deslizó hasta su espalda en un intento por consolarla, pero al sentir el toque, su cuerpo se pegó al mío y en cuestión de segundos nos encontrábamos en un fuerte y caluroso abrazo.

Un abrazo que hace meses añorábamos.

—Lo siento tanto... lo siento —sollozó—. Lamento haberte tratado así. Lamento haberme alejado...

Una lágrima salió de mi ojo y se deslizó por mi mejilla al escucharla, y así se hizo inevitable lo siguiente:

—Yo lo lamento Emma, no debí entrometerme en tu vida privada —admití— Sé que fui una estúpida.

—No digas eso —me reprendió enseguida, alejándose ligeramente y tomándome por los hombros.

—Es cierto... por eso te enojaste.

Mil emociones invadían mi corazón, que osaba salirse de mi pecho. Ella negó con la cabeza y su ceño se arrugó ligeramente.

—No lo es Ally, no es así. Yo soy la imbécil que se dejó manipular por un unineuronal y arruinó nuestra amistad —al escuchar lo último, mis ojos se abrieron con sorpresa, y mi pecho se infló.

—¿De que rayos hablas?, ¿te-te... —las palabras simplemente no salían de mi boca al imaginar que pudiera ser posible— ¿te están molestando? —pregunte sintiendo la sangre hervir.

Sus rosados labios formaron una sonrisa dolida.

—No —negó—. Ya no.

La estaban molestando. Eso rebotó mil asquerosas sensaciones de furia y recuerdos horribles en mi. Fui víctima de eso y aunque no he sabido de ese tipo en meses, me resultó aterrador pensar que fuera la misma persona la que la molestó a ella.
¿Y si sí era la misma persona?, ¿y si era ella quien la había obligado a alejarse de mi?, ¿y si le hizo daño?

Sobreviviendo a BeethovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora