Cuando todo sale a la luz.

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#DomingodecapítuloNuevo

#Miperronomedejaescribir

#Ryanexplotó

#Leanlentoyacomodense


Esta mañana fue tranquila. Desayunamos en familia y disfrute de ver a papá y a Deil llevarsen bien. 

Estuvimos todo el día viendo especiales navideños, sin pretender bañarnos ni arreglarnos. Papá si tuvo que salir a una reunión en la oficina de último minuto, pero igual estuvimos bien. Al rato llegó con comida china, la cuál disfrutamos mientras veíamos Mi pobre Angelito 2.

Más tarde esa tranquilidad se vio interrumpida, pues tuvimos que ducharnos y arreglarnos para la fiesta de navidad. Que para nuestra suerte, es aquí mismo.

La casa es toda una locura. La familia de papá ha llegado desde todos los lugares a celebrar la navidad. Los abuelos, tios y primos están por todas partes. Hay como cien personas incluyendo también a algunos amigos del trabajo de papá y sus familias. 

En mis manos, yace una bandeja llena de tazas de chocolate con crema y canela que debo repartir a cada persona, y como papá dijo: Nadie se puede quedar sin chocolate, ¡Es navidad! Aunque corrigiéndolo un poco, no es navidad oficialmente. De hecho, faltan unas horas más.

Pero eso no quita que deba repartir aperitivos por doquier.

Me acerco a una pareja con un niño que se encuentran junto a la chimenea, calentándose. Les regalo mi mejor sonrisa en cuanto llego frente a ellos.

—¿Chocolate? —pregunto extendiendo la bandeja para que puedan servirse. La mujer curva los labios, dejando ver unos hoyuelos que realzan perfecto con su delgado rostro.

—Gracias —responde—. ¿Tu quieres chocolate?—se dirige al niño a su lado, quien niega repetidas veces haciendo un notable y consentido puchero—. Parece que solo serán dos.

Su mano se extiende y toma una taza, para enseguida pasársela al que parece ser su esposo; luego toma otra y la conserva para ella.

—Discúlpalo —dice el hombre dando un sorbo—. Hoy no fue un buen día para él—hace una mueca.

Río levemente.

—No pasa nada, ¿no quieres algo más? —pregunto al pequeño, quien no modula nada—. Creo que no —aplano los labios.

Me alejo con un ademán y continúo mi camino hacia repartir las tazas que quedan en mi bandeja, ya que no se repartirán solas. Algunas personas aceptan, otras no; pero luego de un rato el chocolate desaparece. 

A lo lejos, logro divisar una figura ejercitada muy familiar recostada sobre el mesón de la cocina. Posiciono la bandeja debajo de mi brazo y me acerco con una sonrisa.

—Vaya, vaya—digo de forma solemne, lo que hace que su vista gire hacía mi y sus comisuras vuelen—. No esperaba que enserio estuvieras hoy por acá.

—Me invitaste, no podía decir que no —responde.

—¿Tu mamá no se enojó cuando le dijiste que venías?—dejo la bandeja sobre el mesón, despojándome por fin.

Los hombros de Ryan se encojen.

—Mamá no tanto, la abuela si. Ya sabes como es con eso de las tradiciones familiares...

—Yo creo que más que eso se enojo porque venías donde la competencia —marco la voz en la última parte. Una ligera risa sale de su boca.

—Si, aveces puede ser competitiva.

—¿Aveces? —alzo una ceja.

—Bueno yo, debo admitir que no vine solo para hablar de mi abuela y sus problemas de actitud —confiesa deslizándose ligeramente en el mesón para quedar más cerca.

Sobreviviendo a BeethovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora