Los desgraciados.

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...

Mis ojos se abren con espanto, lo que provoca una risa de parte del castaño con poca ropa frente a mi.

—Es mala idea, no soy buena na-nadadora —digo girando mi cuerpo, quedando a espaldas suyas—. No deberías hacer esto Deil. Esta mal —aclaro—, en todos los sentidos posibles.

Escucho una cremallera abrirse, y en cuestión de segundos se posa frente a mí, provocando que me tape la cara con las manos.

Otra risa se escucha.

—Ally estas exagerando —siento su suave toque despejar mi vista con lentitud. Mantengo mis ojos cerrados, incapaz de volverlo a ver de esa forma. Mi respiración esta agitada y mis mejillas tan rojas como nunca—. Ten, esto es para ti —abro un ojo con precaución y lo observo de la cintura para abajo, notando que ahora trae un short suelto de color rojo. En sus manos, sostiene una bolsa de tela que extiende hacía mi.

Alzo una ceja y la tomo con desconfianza.

—¿Que es? —pregunto elevando ligeramente el paquete. Se encoje de hombros.

—Ábrelo y veras...

Le regalo un ceño fruncido y bajo la vista, retirando la cinta rosa que envuelve la tela blanca.

—No, no, no, no, no —digo a una velocidad impresionante, lo que hace que forme una sonrisa de oreja a oreja en su boca—. Estas muy equivocado Patrickson si crees que me voy a poner esto.

—Es un vestido de baño, no le veo el problema. Además, quedaríamos combinando —se señala así mismo y su atuendo.

—Créeme que el problema no es el color —saco el traje de la bolsa y se lo enseño—, el problema es que esto no va conmigo.

Se acerca y me toma por los hombros, al borde del desespero.

—Cuando seas mayor —susurra—, ¿no te gustaría poder decir que entraste a una piscina sin permiso a las diez de la noche?, ¿o preferirías contar que tuviste la oportunidad y no lo hiciste?

Nos mantenemos en silencio, y maldigo internamente el hecho de estar pensando en tan solo la probabilidad de hacer esto.

Y es entonces cuando no puedo evitarlo y decido vivir el momento, porque aunque parezca increíble el castaño tiene razón y esto es algo que me gustaría poder contar algún día. Poder contar que disfrute de este momento con la persona que quiero.

Suspiro resignada.

—Aguarda acá —le ordeno y él aplaude y eleva las manos al cielo, como si hubiera logrado la paz mundial o acabar con el hambre. Rodeo los ojos y giro hacía el pequeño vestier al lado sur de la piscina. Entro y con los nervios comiéndome entera me cambio por el extraño traje de baño que me compro mi novio.

El solo pensar en eso, eleva mis comisuras hasta el cielo.

Es un traje de baño de una pieza de color rojo, deja al descubierto piel pero no demasiada ya que cubre a la perfección toda el área del busto y tiene dos agujeros a ambos lados del abdomen, resaltando la cintura —aunque no es que yo tenga demasiada—.

Niego con la cabeza al verme en el espejo.

No puedo creer que este haciendo esto.

Abro lentamente la puerta y trago saliva antes de salir. Deil ya esta bajo el agua, y lo único que se ve es su reflejo junto a las flores y luces. Me paro en la esquina derecha de la piscina, pensando en lo mala nadadora que soy; es entonces que medio cuerpo sale del agua.

Sobreviviendo a BeethovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora