Conoce a los Morgan. -Parte 1.

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—Vamos, tienes que venir conmigo —insistí una vez más, llena de esperanza.

Su mirada lo decía todo, él no quería viajar conmigo. Sin embargo, como era lógico no podía decir que no a su novia y al final mascullo un simple y sencillo:

—Bien.

Di saltitos y aplaudí en mi lugar. Él llamó a su madre y en cuestión de minutos ya le había dado el permiso de ir a Dayton conmigo. Claro que la idea no le fascinó, pues su hijo le estaba diciendo que no pasaría las fiestas con ella sino conmigo: Su novia. Y además, que viajaría a otro país.

Como sea, ahora nos encontramos en la sala del aeropuerto, viendo al techo y aguardando que nos llamen para abordar. Deil tiene los brazos cruzados y el cansancio se le nota hasta los poros. Y es obvio, yo también estoy cansada, son las cinco de la mañana.

Subo los pies a la silla, tratando de darme calor pues mi estomago esta rugiendo de hambre y frío. Giro la mirada un poco en su dirección y él ni se percata.

—¿No tienes hambre? —pregunto rompiendo el silencio. Sus ojos se mueven en mi dirección con mucha pesadez mientras el resto de su cuerpo se queda estático. Inevitablemente una sonrisa se apodera de mi boca.

Asiente lentamente.

—Hay un café aquí dentro —me encojo de hombros—, podríamos ir y... no sé, comer algo.

A regañadientes acepta y salimos en busca de comida. Lo dudo un poco pero al final lo sujeto de gancho, él continua caminando normal con la capota de la sudadera cubriendo su cabeza —algo que lo hace ver realmente bien—. Su cara de sueño y cansancio y sueño es algo que no conocía de él, pero me encanta. Aunque no se si el pueda decir lo mismo de mí, ya que debo verme como un zombie pues mi cabello esta despeinado y muy esponjado.

—¿Porque me miras así? —pregunta de repente haciendo que vuelva a la realidad.

Quien sabe que cara de embobada estaba haciendo.

No sabes disimular, eso es seguro.

—Por nada —digo quitando rápidamente la vista de su rostro. De reojo logro ver como su mirada se mantiene estática en mi, para luego fruncir el ceño.

—¿Que quieres comer? —pegunta en cuanto nos sentamos en la mesa del Mc'Donalds. Si, se que dije que iríamos a un café, pero la tentación nos ganó.

—Unos pancakes de chocolate y fruta —saco el celular del bolsillo de mi saco y lo desbloqueo.

—Ya vengo —se levanta, pero detiene su movimiento al escuchar un chillido de mi parte. Sus ojos se abren con sorpresa, pero luego los vuelve a relajar con pesadez.

—Perdón —me encojo en la silla—. También quiero un capuccino.

Asiente y continúa.

En su camino hacía la caja, observo como su pantalón deportivo marca sus muslos, y aunque tiene un saco negro que se ve que es bien abrigado, logro notar sus músculos desde aquí. Estoy tan encaprichada con él, que me da miedo.

El es mejor de lo que pude haber pedido. Decidió acompañarme en las fiestas hasta mi pequeño pueblo..., salir de Inglaterra e ir a Estados Unidos conmigo. Conocerá a mi papá, a mi hermano, y si yo estuviera en su lugar eso me aterraría, pero él quiere pasar por eso solo por mí.

Y eso me hace feliz.

Muy feliz.

Luego de unos minutos regresa con la bandeja de comida en sus manos. Desayunamos y me aseguro de escribirle a papá que en una hora sale nuestro vuelo. Él no estaba muy feliz cuando le dije que iría con mi novio, pero lo acepto y dijo que suponía que algo así pasaría. Decido llevar otro café en la mano mientras esperamos en la salita a que nos llamen. Deil dice que bebo mucho café, pero me da igual. Al final él se tomo la mayoría para intentar despertarse pues sus ojos se cierran solos.

Sobreviviendo a BeethovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora