Revelaciones, tres.

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«La persona que te hará la vida imposible».

Con ese pensamiento me acosté anoche y con ese mismo me levante esta mañana. Cabe mencionar que no dormí nada, pero nada bien. Mi noche estuvo llena de miedo mientras veía las hojas de un árbol moverse macabramente por la ventana. Luego llegó Emma casi a las 3 de la madrugada escabulléndose y casi me da un paro cardiaco.

Estupida.

Al final no tuve más remedio que explicarle porque me había caído de la cama al verla entrar tan encorvada por la puerta. Le conté todo sobre esta persona y le confesé que estaba asustada; aunque no sabía mucho de él, tenía dos cosas seguras: Me había amenazado, y seguramente era peligroso. O, era un simple tonto aburrido con su vida que no tiene más remedio que divertirse con la mía.

Como sea, me aterraba.

Camine hasta él aula de expresión musical prácticamente sujetando como loca la mochila frente a mí y mirando a todos como si quisieran asesinarme. Lógicamente Peter se dio cuenta y no paro de preguntarme cosas que no respondí y me limité a decir que todo estaba bien, aunque estoy que me muero del susto.

Y bueno, por fin presente el examen de expresión musical y puedo ir a tomar un respiro en el descanso de media mañana. O mejor aún, un chocolate caliente, si.

—Bien, se quieren, entendemos... —le balbucea Emma junto a mí a una pareja escondida tras una pared besándose como si no hubiera mañana.

—Vaya... Parece que no estás de buenas —digo. Me responde con un movimiento de hombros y una mueca de desagrado—. ¿Se puede saber porque? —Damos un pequeño saltito tratando de esquivar un charco de agua en el suelo.

—Estupideces que en realidad no tienen importancia. Pero como soy la reina del drama ya sabes...

Tiene un tono melancólico, uno que en los meses que llevo acá jamás le había escuchado. Pero la conozco tan bien que hasta podría decir que es por amor.

Me paro frente a ella y la sujetó por los hombros, entrecierro los ojos tratando de descifrarla. Ella se echa hacia atrás y hace una mueca de espanto.

—¡Loca! ¿Qué estás haciendo?

—Cuando tenía diez tuve una amiga en la escuela que me enseñó a leer las expresiones corporales como señales —levanta una ceja—. Y definitivamente hay algo que no me estás contando —la suelto y me encojo de hombros, regresando a mi lugar junto a ella en el pasillo.

Lo cierto es que si tuve una amiga en la primaria, su nombre era Sidally. Me encantaba escucharla hablar de cosas extrañas, sobre cómo leer las manos y como las personas se delatan con su cuerpo y cosas así. Todos decían que era una bruja. A mí me caía bien... Después de mucho tiempo se fue de intercambio a otro país y nadie supo más de ella. Pero en fin, con lo poco que aprendí se distinguir cuando una persona sufre por amor. Y Emma, con seguridad, lo está haciendo.

—Son babosadas.

—Dime quién es por lo menos —insisto.

Exhala aire, ya rendida.

—Bien, te diré que su apellido es igual al nombre de una capital de Texas. Y nada más —Sale de ahí. Dejándome parada con un millón de preguntas en mi cabeza.

Sobreviviendo a BeethovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora