Red and green.

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Un olor intenso impregna mis fosas nasales. Sé lo que es y la necesidad de olfatear con más definición es cada vez más y más insistente. Me levanto de golpe de la cama tal y como si fuera un perro al que le muestran un trozo de carne. A mi lado, Deil me observa como si de una loca se tratase.

Pie de calabaza  —digo mas para mí, pero lógicamente el chico escucha mis palabras.

—¿Que? —su nariz se arruga, dando a entender su confusión; en ese momento me doy cuenta, de que soy mitad perro.

—Papá compró pie de calabaza —posiciono una mano en mi frente, cerrando los ojos. Deil se levanta y mira ligeramente hacía la puerta, para luego volver a enfocarme a mí.

—Si, ayer lo buscó demasiado en el super. Dijo que era muy importante, no sabía que fueras fan —ladea una sonrisa.

—Si, ¡porque no lo soy! —exclamo, pero enseguida tapo mi boca y verifico que nadie me haya escuchado—. Odio ese pie —vuelvo a hablar, esta vez en un murmuro—. Papá lo compra todos los años en navidad porque cree que nos gusta pero en realidad es algo espantoso.

Una sonrisa invade su rostro, lo que deja ver su linea de dientes y hace que sus ojos se achinen.

—¿Y porque cree que les gusta?

—Esa es una larga historia que en este momento no tengo tiempo de contarte —levanto mi dedo indice y le hago una seña para que me siga, tal y como si fuera una misión secreta. No lo piensa dos veces y me acompaña hacía la puerta, la cual abro con lentitud—. En este momento debe esta buscándome por todos lados. Ningún sitio es seguro.

—Bien, Ally —me detiene por el hombro, para que lo mire—. ¿No crees que estas exagerando? Solo es una estúpida tarta...

—No es "una estúpida tarta" —digo imitando su acento inglés, lo que hace que una risa salga de su boca—. En este momento nadie esta a salvo. Es enserio Deil.

Levanta ambas manos, en señal de rendición.

—Si tu lo dices...

No se si les suene exagerado, tal vez, es lo más probable... pero papá es un adicto compulsivo al pie de calabaza. No es broma, dije adicto compulsivo. Desde que tengo memoria la comemos, y es obligación hacerlo pues no queremos lastimar sus sentimientos de pie.

Un día salió a la tienda y regreso con la atrocidad en sus manos. Dijo que un viejo le había dicho que era lo mejor pues si toda la familia la comía toda diez minutos antes de la media noche de navidad, la unión y paz permanecerían con ellos durante todo el año...

Marmotas.

Puras y santas marmotas.

¿No creen que si eso fuera cierto mamá no se habría quedado?  

Pero él sigue creyendo en esa basura aún después de lo que pasó. Creí que este año lo había superado, pero dado al espantoso olor, supongo que no.

Al final debo contarle todo a Deil, ya que sus preguntas comenzaban a fastidiar. Al principio no me creyó, pero luego de mostrarle la foto del facebook de papá junto a la tarta del año pasado, lo hizo.

—Ok, no puede ser tan malo corazón —dice suavizando la voz—. Solo cómanla y háganlo feliz. Fin de la historia.

—Bueno —lo interrumpo—, primero debo resaltar que es demasiado extraño que me digas corazón—una carcajada sale de su boca, lo que hace que rodee los ojos—. Y segundo... si según tú no es tan malo, ¿por que no la comes con nosotros este año? Después de todo eres casi de la familia—al mencionar esto, es inevitable que una sonrisa macabra se apodere de mi rostro.

Sobreviviendo a BeethovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora