capitulo 30 "la salida del lugar"

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Perdí la noción del tiempo en cuanto Victoria me abrió la puerta de su casa, esperé sentada en la vereda unas cuatro horas. No quería ir a casa, tenía miedo de que si me encontraba sola y lo pensaba solo unos segundos, volvería corriendo a los brazos de Alejandro para que me haga el amor una vez más. Le terminaría pidiendo disculpas por haberlo dejado así, solo, sin saber dónde me fui... estaba desesperada por vivir esa realidad paralela que mi imaginación creó, donde Alejandro y yo estábamos juntos sin miedo a nada y, sobre todo, sin mentiras.
Pero como siempre, la realidad era otra... ¿yo en una relación? No podría empezar algo con él si en realidad se enamoró de una chica que no existe, se enamoró de la mezcla entre Alexia y Reina. ¿Cómo iba a explicarle eso? Jamás lo entendería.

Victoria me llenó la bañera y me llevó hasta el cuarto del baño, donde el vapor del agua caliente me provocó escalofríos. No me había dado cuenta que estaba helada a causa de la lluvia que se desato mientras esperaba.

-Alex, metete en la ducha que te va a hacer bien, estás helada. Mientras yo voy a cambiarme y a preparar algo calentito para tomar.

Asentí con la cabeza. Ella, antes de dejarme sola, me dio un beso en la coronilla y salió.

Le hice caso. Me desnudé y caminé hasta la ducha, pero me detuve frente al espejo.
La imagen que me devolvió no me gusto una mierda, volví a ser la misma Alexia que era con Marcos. Vi en el reflejo a la niña que creía en el amor y a la que engañaron de la peor manera cuando más amaba a esa persona. Lloré como hace tiempo no lo hacia, porque de verdad me dolía el alma, odiaba la inseguridad de esa mujer, la inocencia que tenía, la mirada, todo. Me costó mucho crear a Reina, y ella debía seguir teniendo el control de todo, ella sabría que hacer con Alejandro sin salir herida y sin mezclar sentimientos.
Me limpié las lágrimas y me volví a jurar una vez más que no iba a bajar la guardia... no tenía permitido hacerlo

Tomábamos  café las dos sentadas frente a la ventana, viendo la lluvia caer, cada una envuelta en sus pensamientos y en silencio.

Creo que eso es la verdadera amistad; poder estar con la otra persona en silencio sin que ese silencio se transforme en algo incomodo.

Sabía que las horas pasaban porque empezó a oscurecer y mi café estaba bastante helado. Estiré la mano y lo deje en el suelo.

-Bueno, creo que ya te di el tiempo suficiente para que proceses la información. Es hora de que hablemos, ¿no te parece?

Giré la cabeza para mirarla a los ojos. Llevaba puesto el pijama que le regalé para uno de sus cumpleaños

-Lindo pijama. ¿Dónde está Ángeles?

-Gracias... Ángeles está con el papá.

-Ahh, sí. Se siente raro cuando no está...

-Sí.

Sé lo mucho que le costaba separarse de su hija tantos días, pero debía dejar que Ángeles y su papá creen un nuevo vínculo.

-Creo que es hora de que me vaya a casa, antes de que oscurezca más.

-Yo creo que no.

Estaba perdida, tenía que hablar. Si me quería ir, ese iba a ser mi pase de salida, lo sabia perfectamente .

-Kiki, estaba confundida, ya se me pasó y sé lo que es lo correcto.

-¿Lo que es correcto? Dijiste que te enamoraste.

-Un pequeño error de mi parte.

Se acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja. Se estaba poniendo nerviosa.

-Mira, Alexia, voy a tratar de ser lo menos pesada posible con este tema, pero ¿hablar de un error?, ¿de verdad?. Desde Marcos que no escucho un "me enamore" de tu boca, creo que...

La interrumpí. ¿Ya no?¿no se dio cuenta que no quería hablar?

-Victoria, no quiero hablar de algo que ya pasó. Alejandro es uno más en la lista, otro hombre con el que me acosté. Punto, no hay más.

-Sí, sí, todas las vacas son tuyas.

Se levantó y se fue hasta la cocina. Sé que estaba enojada, cada vez que usaba el dicho de su abuela era por que no me quería mandar a la mierda. Yo por mi parte cambié de tema para que la conversación deje de centrarse en mí.
-¿Dónde estabas? Porque te esperé varias horas.

Sonrió desde allí y pude ver cómo se le ilumino la cara.

-Con Fernando.

¿Qué?, ¿de qué me perdí? Yo no era la única que tenía cosas que confesar.

-Ven y cuéntame.

-Si vos me contas lo de Alejandro.

Le puse los ojos en blanco. Pensé que cambiándole de tema iba a dejarme en paz.

-Dale, sólo quiero saber que pasó en el spa, prometo no sacar el tema de tu amor hacia él.

Le tiré el almohadón que tenía entre las manos, ella entre risas lo esquivó.

-Quieta, Alex, o vas a romper algo.

-Tu cabeza, eso es lo que quiero romper.

-¡Cuanta violencia!, ¿pedimos pizzas y hacemos noches de chicas sexis sensuales?

-Ok, dale, pero sin zombies.

-¿Peli de terror?

-Bueno...

Las dos opciones eran malas, pero prefiero una mala película de terror que seis temporadas de zombies.

-Ponele onda, querida, miremos la ouija.

Hizo un gesto con la mano, como tratando de hacer magia con sus dedos.
Pidió una pizza y dos cervezas, mientras esperábamos me contó el encuentro con Fernando. Me gustaba verla así de feliz, ahora si la veía completa, estaba hecha todo un osito cariñosito.

-Y lo invité a comer a casa. ¿Podes creer que le voy a cocinar?

-Sí, te creo.

-Bueno, te toca.

-No hay mucho que contar.

-Yo creo que sí.

Sonó el timbre. Gracias repartidor, desde hoy te volviste  mi mejor amigo.

-Te salvó la campana, muñeca, pero espera que le pague y se vaya.

No me quedó otra cosa más  que hablar; le conté todo lo que pasó desde que a Pedro se lo llevaron por tenencia ilegal de marihuana, hasta que llegué a su casa.
Solo hacíamos pausas para comer y beber.

-Wau, nena, yo quiero uno así también... cinco polvos en una noche no lo cuenta cualquiera, y eso es digno de un segundo encuentro. Creo que la última vez que pasó algo así fue con Álvaro y era porque éramos dos adolescentes en celo.

Me reí tanto que tuve que escupir la cerveza que tenía en la boca si no quería morir ahogada.

-¿Vale soñar, no? Seria lindo un segundo encuentro...

-No, ni lo sueñes, no va a haber segundo encuentro por más buenos que sean los polvos. Tengo suficiente con lo de anoche.

Esperaba de verdad que no hubiera segundo encuentro por que estaba segura que si era así, no iba a encontrar la salida del lugar.


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