Capitulo 38 " sin ella no soy nada"

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By : Alejandro Dinosso

El sol me daba directo a la cara. Anoche volvimos tan tarde que nos olvidamos de cerrar las persianas, seguramente no llegaba a ser ni las siete de la mañana. Reina dormía sobre mi pecho. Como me gustaba despertar así con ella a mi lado. Me desperecé, estiré las piernas y escuché el maullido de Suertudo quejándose por haberlo despertado. Saltó al suelo y se fue ofendido.
Con sumo cuidado, me zafé del agarre de mi hermosa novia, no quería despertarla aún, quería hacerle el desayuno antes.
Pasé al baño y me lavé la cara, los dientes y salí. Antes de poder cruzar la habitación, me tropecé con el gato.

-¡Suertudo, basta! Ya te doy de comer.

Ese gato no sabia esperar, te veía despierto y si su tazón no estaba lleno no dejaba de maullar hasta que no lo llenaras. Saqué de la alacena su comida y le serví. Mimoso, se refregó en mi pierna y comenzó a comer.
Lo observaba hasta que un sobre llamo mi atención, tenia escrito mi nombre en una letra cursiva, casi dibujada; conocía a quién pertenecía esa letra… a mi hermosa Reina.
No tenía ni idea de que se podía tratar, estaba caminando hasta la mesa donde se encontraba apoyada cuando suena mi celular. Era un recordatorio… hoy se cumplían cuatro meses desde que le pedí a Reina  que sea mi novia, un día como hoy, pero hace cuatro meses atrás, nos encontramos en esa plaza.

Me acuerdo como si hubiera sido ayer…. Yo estaba muy nervioso esperándola con un ramo de rosas entre las manos, miraba el reloj a cada segundo, esperando que sean las cuatro. Cuando la vi… todo lo que había planeado decirle se borró de un plumazo, su presencia no me dejaba ni pensar, solo quería besarla… hacerla mía. Y así fue que ese mismo día le pedí para salir, desde ahí no nos separamos.

-¡Que idiota!, ¿cómo me olvidé?

Corrí hasta la habitación, saqué del cajón una remera, el pantalón y salí a la calle en busca de un regalo. Tenía que ser algo especial… algo que le recordara siempre de que ella era mía, porque sin ella no soy nada.

Encontré abierta una joyería, bueno, en realidad estaban comenzando a abrir las persianas. Esperé paciente a que terminaran de acomodar las cosas en su interior.
Una rubia que parecía una modelo me abrió  la puerta y me permitió pasar

-Buenos días, señor. Adelante, ya lo atiendo

-Buenos días, muchas gracias.

Caminada exagerando sus movimientos, sabía que estaba tratando de llamar mi atención. Me pidió unos segundos y se sentó, tomó un broche para el pelo y de forma sensual se lo comenzó a atar. No llegaba ni a los 30 años, de eso estaba seguro, en otro momento hasta la hubiera invitado a tomar algo por ahí para después poder cogérmela en algún telo de mala muerte. Pero no, lamentaba matar su ego, pero tenía dueña.

-Disculpe, ya empieza a sentirse el calor… usted me dirá en qué puedo servirle.

-Quiero hacerle un regalo especial a mi mujer; algo que no olvide.

Abrió grandes sus ojos miel. Creo que se decepcionó o simplemente estaba sorprendida de que tuviera mujer.

-Mmm, entiendo. No pensé que estuviera casado -murmuró lo último en vos baja.

-No lo estoy, pero ella es mi mujer… mi ángel, mi todo.

-Moriría porque alguien hable así de mí en mi ausencia.

-Ya lo va a encontrar.

-Ojala… ¿y qué tipo de regalo quiere?, ¿un collar?, ¿un anillo?, ¿una pulsera, tal vez?

La verdad era que no pensé que podía ser, pero tenía que ser especial. Examiné con la mirada las joyas que estaban expuestas y un anillo en particular llamó mi atención. Uno con forma de corona, fue ahí que supe que era el indicado,

-Ese quiero, ese anillo de allí -lo señalé con el dedo.

Giró su silla para ver de qué anillo en particular le hablaba y asintió con la cabeza.

-Señor, ese anillo es... ¿cómo decirlo?… una especie de reliquia, se dice que llego aquí con Colón y que perteneció a la reina Isabel. Es de oro macizo de 18 quilates, pesa unos 200 gramos sin las perlas que lo decoran…. tal vez le gustaría ver algo más.

-No, estaba bien ese, ya me decidí. No me importa el precio… y, según me cuenta, llegó aquí con el conquistador de América, un poco como ella… que llego y conquisto cada rincón de mi vida. Y para hacerlo más especifico, ella se llama Reina.

-¿Es de verdad? Porque juro que me enamoré.

Me regaló una sonrisa y se levantó para bajar el anillo de la vitrina donde estaba. Lo apoyó sobre la mesa de vidrio, no sin antes extender un pañuelo de lino sobre ella. Era realmente hermoso, más bello aún de cerca. Lo manipulaba con tanto cuidado que me estaba poniendo nervioso.

-Si lo lleva podemos grabarle algo, si le parece bien.

-Sí, me lo llevo.

-¡Perfecto!, ¿cómo abona?, ¿efectivo, tarjeta?

-Creo que no cuento con esa suma en mi billetera.

-Es verdad, perdone, no creo que nadie cuente con 20 mil en una billetera.

-Sí, lo dudo, tome mi tarjeta.

Una vez que el pago fue efectuado, un hombre salió de detrás del mostrador para preguntarme que era lo que quería que grabara.

-Reina de mi amor -le dije.

Mientras esperaba, la mujer que me atendió me entregó un papel y una pluma por si quería dedicarle algo
Lo pensé mucho, no era bueno ni escribiendo la lista para el supermercado, pero Reina se merecía que lo intentara.

Así que empecé.

"Reina de mi amor, ¡feliz cumple mes!, espero que te guste mi regalo tanto como a mí.
La señorita que me lo vendió me contó que ese anillo perteneció a la reina Isabel y que llegó aquí a través de Colon en uno de sus barcos cuando vino a conquistar América. Llámalo casualidad, destino o suerte, pero vos sos para mí como ellos dos, porque sos la reina de mi mundo y la conquistadora de mi corazón, de mi alma, de mi ser. Soy tuyo hoy y siempre porque de verdad te amo, y como te dije tantas veces… tenemos toda una vida para conocernos.
Vos sin saberlo con tus besos y abrazos uniste los pedazos que estaban rotos en mi interior, curaste con tu presencia esa herida que jamás pensé que podía llegar a cicatrizar.
No pretendo asustarte con todo esto, sé que es poco el tiempo que estamos juntos, pero siento que te conozco de toda la vida.

           Te amo Reina.
                       Tuyo.
                                Alejandro"

Metí la carta en el sobre que me dieron. Cuando vio que terminé, la mujer se acercó y me extendió la bolsita con el regalo.

-Espero que a su mujer le guste y que sean muy felices juntos.

-Gracias, de verdad espero que le guste tanto o más que a mí; de verdad deseo ser feliz junto a ella el resto de mi vida.

Me acompañó hasta la puerta donde vi antes de arrancar, cómo se quedaba parada en la puerta viendo cómo me iba.

Paré en un semáforo y miré la hora, eran las 8:45 am, Reina seguiría durmiendo, por lo menos hasta las 9:30. Pasé por una cafetería y reservé un lugar para dos, les pedí que sea algo especial. Les pagué más que bien la reserva y les dejé el regalo en sus manos para que se lo entregaran a Reina cuando ya estemos sentados. Prometieron tener todo listo para dentro de una hora. Salí con una sonrisa de allí, fui hasta mi auto y aceleré.

Tenía tiempo de despertarla, hacerle el amor y traerla a desayunar para festejar nuestro aniversario.

Cuando entré a la casa, el sobre volvió a llamar mi atención, pero escuché cómo Reina hablaba con su gato, seguramente dándole los buenos días como cada mañana.

Lo tomé, lo guardé en el bolsillo y fui sacándome la ropa mientras caminaba hacia la habitación.




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