capitulo 16 "empezamos mal"

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Llegué a una especie de spa, Pedro me había dicho que era para que pasemos un día de relax pero a último momento me confesó que en realidad nos íbamos a quedar tres días y dos noches. Me gustaba la idea ya habíamos mantenido relaciones sexuales estos meses así que no iba a ser algo nuevo pero si algo satisfactorio, sí sabía cómo hacer gozar a una mujer, jamás alcanzaba el clímax solo, primero se encargaba de que llegara yo o en el mejor de los casos, juntos... los dos.

La verdad no me podía quejar, es más, ya me estaba acostumbrando a eso.

Entré al estacionamiento y a lo lejos vi a Pedro apoyado en su moto con una mochila colgada en su espalda, el día estaba soleado así que llevaba puesto unos Ray Ban de aviador que lo hacían mucho más sexi de lo que era, sin mentir era el típico novio modelo que todas alguna vez deseamos tener. Las mujeres que bajaban de sus autos con sus grupito de amigas no le sacaban los ojos de encima, y él orgulloso les sonreía mostrando todos sus dientes.

No me vio llegar, estaba tan concentrado siguiendo con la mirada a otra chica que no miró hacia el frente en ningún momento, por cosas como esas es que recordaba que él era mi trabajo, pequeñas cosas que marcaban la diferencia, si fuera mi novio de verdad creo que hasta me hubiera puesto celosa. Me posé justo a su lado esperando a que dejara de mirar a la rubia modelo que paso moviendo su culo por su lado. Recién cuando esta entró, volvió a girarse, se asustó tanto al verme que pegó hasta un pequeño salto.

-Interesantes las vistas ¿no?

-Hola..., Reina... yo pensé que la conocía.

Tartamudeaba  más de lo que creí que una persona pudiera en una frase, estaba realmente incómodo, pero yo tenía que demostrarle de que me molestó su actitud.

-Sí, como sea, Pedro, todo bien.

Me separé de la moto y caminé hacia la entrada, el papel de ofendida me salía natural, casi perfecto.

-¡Para, Reina! ¿Puedes esperar?
Seguía caminando, paré solo cuando sus brazos rodearon mi cintura y me obligó a girar entre sus brazos para que lo mirara a la cara.

-Perdón, mi Reina, soy un idiota.

Miraba para el costado tratando de ignorarlo, pero en realidad me pareció ver a un hombre muy parecido a Alejandro en el estacionamiento.

-¿Puedes mirarme?

Y lo hice, lo miré a los ojos, pretendía que viera lo ofendida que estaba.

-Amo esos ojos azules ¿lo sabías? Y este pelo negro alocado tuyo y esta boca.

Por cada parte que nombraba de mí, una caricia salía de él. Se acercó para besarme y antes de hacerlo su aliento a menta llego a mi nariz. Nos besamos de manera apasionada, solo me soltó cuando dos chicos pasaron y nos silbaron.

-¡Envidiosos!

Les gritó. Lo tomé de la mano y entramos al lugar.

Un sueño, era un sueño hecho realidad el lugar, solo el recibidor era más grande que mi departamento. Todo en madera, al mejor estilo campestre posible.

Una chica de unos veinte años se acercó  hasta nosotros con su sonrisa que hacía que a mí me doliera la mandíbula de lo exagerada que se le veía.

-Hola, mi nombre es Priscila, bienvenidos al Royal Tail, espero que disfruten su estadía aquí. Para comenzar este viaje de suma relajación, necesito que me den sus datos para ingresarlos en su habitación, si son tan amables sigamos hasta llegar al  mostrador...

¡Respira que te vas a morir! Era una propaganda esta chica, hablaba todo rápido, sin hacer pausa, con Pedro seguimos tomados de las manos hasta que llegamos al mostrador, dónde un chico de unos treinta años nos atiende.
No sé de donde los sacaron, pero estos empleados parecían modelos.
Cuando el chico del mostrador sonrió igual que Priscila casi, casi pierdo la ropa interior.

-Buenos días, mi nombre es Maximiliano ¿ustedes son?

-Pedro y ella mi novia, Reina.

¿Perdón había dicho novia? A mí en ningún momento me preguntó si yo quería ser tu novia. Le di un pequeño golpe en el pie, él solo me sonrió y se encogió de hombros como si fuera que no le quedó otra.

-Bienvenidos a Royal Tail ¿me permite su DNI caballero?

De mala manera le extiende la tarjeta y el DNI ¿qué le pasaba? Nunca era así de borde con nadie.

-Señor Valderrama, estas son sus habitaciones.

-¿Perdón? Solo reservé una, más específicamente una matrimonial.

-Déjeme revisar nuevamente en el sistema.

Tecleaba de manera rápida y de vez en cuando levantaba la mirada y me sonreía. Ahora entendí, estaba haciéndose el lindo conmigo y Pedro se dio cuenta antes que yo de su actitud.

-Parece que hubo un inconveniente, se les asignaron dos habitaciones, pero antes déjeme decirle que ya estoy tratando de solucionarlo, pero mientras tanto vayan a las que se asignaron por error y disfruten de las primeras actividades que le ofrece el lugar hasta que logre solucionar este inconveniente.

-Empezamos mal, creo que...

No dejé que siguiera hablando, tome las llaves que Maximiliano dejó sobre el mostrador.

-Tomemos el consejo de Maximiliano, ellos se van a encargar de solucionarlo ¿sí?

Alternó la mirada entre los dos y mirándolo de manera amenazadora dijo.

-Es mi chica, deja de mirarla como si quisieras cogerla sobre el mostrador.

¿Qué? Se fue al pasto con lo que dijo.

-Señor, yo... no... Creo que está confundido.

-Confundida va a quedar tu vieja cuando vaya al hospital y no te reconozca por las piñas que te voy a dar.

Lo tomé del brazo y lo obligué a que siga caminando aunque miraba sobre sus hombros para seguir amenazando a ese pobre pibe.
Esperamos el ascensor en silencio hasta que me harté.

-¡Eres un desubicado!

-¡¿Yo, Reina?! Él te estaba violando con la mirada, aún sabiendo que eras mi novia, el desubicado era él.

-¿Perdón? Yo nunca te dije que era tu novia, me pusiste tú solo el cartel.

-¿A caso no quieres serlo? Te recuerdo que hace meses que salimos juntos.

Las puertas se abrieron y una pareja con sus valijas salieron del ascensor, interrumpiendo nuestra discusión.
Entramos y las puertas se cerraron dejándonos solos dentro de ese cacharro.
Pedro pasó sus manos sobre el tablero indicando el piso, pero cuando comenzó a moverse apretó el botón de stop haciendo que parara de golpe.

-¿Qué haces tarado? Me asustaste.

-No vamos a subir hasta que me respondas.

-¿Qué cosa?

-¿Eres mi novia o no?

-¡Qué romántico!

-Prometo serlo si me respondes.

-¡Bueno, sí! ¿Contento?

Me estaba poniendo nerviosa ver que no se movía el ascensor, le tenía un poco de miedo al encierro.

-¿Bueno, sí? ¡Qué romántica!

Estaba realmente ofendido.

-Perdón, Pedro pero me pone nerviosa que esto no se esté moviendo... Pero si me encantaría ser tu novia ¿podes hacer que vuelva a funcionar?

-No hasta que no me cumplas una de mis fantasías...

Me arrinconó contra el espejo que estaba detrás nuestro. Me besaba de manera urgente casi violenta como a mí me gustaba. Estiraba mi labio inferior y me mordía para dejarme respirar, hasta que metía su lengua y junto a la mía hacían la misma danza sensual. Bajo un poco más para besar mi cuello y besar mis pechos sobre la remera. Un jadeo salió de mi garganta cuando su boca se encontró con mis pezones endurecidos a causa de la lujuria que recorría mi cuerpo, estaba tan ida con la sensaciones que no me di cuenta de que había metido la mano bajo mi pollera hasta que no sentí como me penetraba con sus dedos, una y otra vez de manera acelerada provocando que el clímax creciera ,estaba a punto de explotar en el éxtasis cuando me separe de la barra de la que me sostenía para dejarme acariciar a su gusto y metí una de mis manos dentro de sus pantalones.
Ya la tenía dura así que con la yema del dedo gordo le acaricié la cabeza del pene y sentí como se estremecía con mis caricias, movió sus caderas un poco más adelante para poder sentir un poco más de fricción.
Así estuvimos, masturbándonos el uno al otro hasta que el ascensor comenzó a moverse solo. Habíamos llegado al clímax justo a tiempo.

De mi bolso saque unas toallitas húmedas, le extendí una y me limpié la mano con la otra

-Eso fue espectacular.

Hablaba de manera entrecortada por el esfuerzo, yo estaba igual así que solo sonreí y asentí con la cabeza.

Si, realmente había sido bueno, me gustaban sus manos. Nos besamos nuevamente y cuando salimos dos empleados nos estaban esperando.

-Disculpen por el fallo, señores, pero...

Pedro interrumpió su discurso.

-No se preocupen... ella me entretuvo.

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