Adios

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-Es hora su majestad.

- ¿A qué te refieres? - Le pregunte algo confundida. Todos guardaron silencio. - ¿Que me ocultan? - Las miradas fueron hacia Alex, en ese instante se me vino una idea Alex no puede ocultarme nada así lo quiera no puede y se la forma en hacerlo hablar. - ¡Alex., querido. - Le digo con una gran sonrisa. - ¿Que no me has dicho? - Hable amablemente.

-Bueno, An.

-No me vas a decir, bueno. - Mire a Gabriel. - No importa lo que tenga que hacer. - Me voltee a ver a Alex. - Lo haré.

-¡An! pe-pero.

-Dime y sabré si acepto o no.

-Eso tiene que decírtelo tu padre. -Mire a mi padre.

- ¿De verdad le tienes miedo a mi hija?

-Le temo las a ella que a usted señor.-Miro a mi padre con una sonrisa.

-Eso te recuerda a alguien ¿no es cierto?.- Mi padre asiente.

-A tu madre, bueno lo que pasa es que te tienes que ir con el consejo por dos años.

- ¡¿Que?!

-Así es, ellos te entrenaran, te enseñaran todo lo necesario para que ejerzas tu lugar como reina.

-Pero Alex puede venir, el me ayudara.

-Él no puede ir. - Dijo Gabriel. - Solo iras tú con nosotros y nadie más.

-Pero.

-An, ya escuchaste no puedo ir, además no soy tu centinela, solo obedezco las ordenes de tu padre y del consejo y si ellos deciden que yo no vaya tengo que obedecer. - Alex me dijo con mucha tristeza. Lo mire un poco dolida.

-¿Y no vas a hacer algo para ir conmigo?.- Bajo la mirada.

-No puedo, solo soy un centinela.

-Y yo soy tu prometida. - Salí de la habitación escuchando como mi padre y Alex me llamaban, caminé deprisa hacia el jardín, estaba molesta ¿cómo es posible que ese idiota ni siquiera tratara de convencer al consejo de ir conmigo? Sentí mi sangre hervir de la rabia.

-Ani. -Mi padre apareció- ¿Me puedes explicar lo del compromiso? - Respiraba con dificultad, tenía que salir de aquí sino perdería el control y atacaría a mi padre.

-Lo siento, pero en estos momentos no es bueno que me molestes. - Salí corriendo del jardín hacia cualquier otro lugar. ¿Por qué tengo que reaccionar, así como loca? yo no soy así. Sin darme cuenta estaba en el claro, me senté, trate de respirar profundo hasta calmarme. -Esto no está bien, yo nunca he reaccionado así y nunca por un hombre.

No sé cuánto tiempo pase allí sentada sin pensar nada y mirando a la nada, escuche las ramas del suelo crujir, alguien se estaba acercando, fingí no haber escuchado nada, me prepare para atacar, pero la voz de mi hermano me detuvo.

-Ana

-Sí, ¿qué pasa?

- ¿Te encuentras bien? - Dude, no sabía si estaba bien o no.

-No estoy segura, Diego no sé qué me paso, yo no soy así, no pierdo el control.

-Es por ser lobo, sino controlamos la furia somos un peligro, además lo hiciste bien, si fuese otra loba iniciada, bueno le hubieras arrancado la cabeza a Alex. - Comenzó a reír y yo no pude contagiarme de su risa. -Además estas enamorada de él no lo puedes evitar, que agradezca que te controlaste.

-Si, por esta ves corrió con suerte.

-Dime ¿qué pensaste de irte con el consejo? - Me hermano se había sentado a mi lado y yo apoye mi cabeza en su hombro.

-No he pensado en ello.

-No te voy a presionar. - Suspiro. - Un momento ¿cómo que prometida de Alex? - Yo sonreí.

-Alex me pidió matrimonio, y yo acepte.

-Tenía que pedirme permiso a mi primero. - Lo mire sorprendida.

- ¿Y por qué?

-Soy tu hermano, te he cuidado desde pequeña.

-Sí, sí, si hermano sobre protector ya entendí.

-Me alegro. - Se levantó y me tendió la mano. - Vamos a casa, tienes que responderle al consejo. - Volvimos a la casa, Diego me llevo hacia el salón del trono. - ¿Lista?

-Vamos. - Entramos y todos estaban allí esperándome, camine hacia el centro de la habitación. - Sé que si digo que no iré me saldrán con cualquier excusa para que me sienta culpable y acepte, así que les voy a ahorrar ese problema. - Mire a Gabriel, respire profundo. - ¿Cuándo nos vamos?

-An.

-Hoy si quieres. - Gabriel me sonrió.

-En este instante.

- ¡An! - Mire a Alex que me miraba molesto.

-Y no voy a cambiar opinión. - Todos los del consejo salieron de la habitación excepto Gabriel que se dirigió hacia mí y me ofreció su brazo.

-Como su majestad diga.- Tome su brazo y comenzamos a salir de la habitación. Mire hacia atrás y forcé una sonrisa.

-Adiós. - Salimos de la casa, y de ahora en adelante no volveré a ser la Anastasia que ellos conocían

NocturnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora