Capítulo 2

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Las carreteras se abren paso para mí, para mi vehículo y para mi recompensa. Los árboles de Nevada son bastante bonitos, que pena que me tenga que ir de aquí, porque ver las hojas caer como las personas son afectadas por el virus me hace recordar a mi pasado, a lo que tuve que soportar cuando esto ocurrió. Nunca olvidaré ese día, nunca podré dejar atrás mi pasado en ningún momento. Despertarme de esa manera, ¿quién desearía algo así? Nadie. Nadie lo querría.

El sol se va ocultando por el horizonte, dejando paso a la oscuridad y a la luz de la luna. Pronto habrá que parar y acampar, no me importa. Lo que me importa es salir vivo del sueño. La radio del Jeep funciona, pero no lo enciendo, el disco que está puesto es un asco. ¿Cómo pueden soportar esa música? Aparte de asesinos, dan asco en la elección musical.

Aún pienso si debería parar de conducir, no puedo arriesgarme a que pase otro grupo de enemigos y vean el vehículo amigo. Sé que andan por los alrededores de Nevada un par de grupos más como el que me he encontrado, puedo con ellos, pero parar es arriesgarse demasiado a que me encuentren.

Conduzco por media hora más hasta que veo un lugar perfecto para parar y ocultar el vehículo. Aparco delante de una casa que parece estar en buen estado y me pienso bien si de verdad debo parar acá. Después de haberlo pensado al menos tres veces, me bajo y me voy a la parte de atrás. Al abrir el maletero, una figura se abalanza hacia mí e intenta asestarme una puñalada en el pecho, pero le inmovilizo y le tiro al suelo con su cuchillo en mi mano.

No le veo bien, pero me pregunto si un hombre puede llevar en esta época el pelo largo y rubio. Quejidos salen de su boca, su cabello largo oculta su rostro y no puedo ver bien si de verdad es un chico o una chica.

Deja de forcejear, un llanto agudo me da a entender todo.

-Por favor... No me mates -susurra una voz femenina entre llantos.

Ahora que la miro de arriba a abajo, me doy cuenta de que tiene pecho. Tonto de mí al no darme cuenta. Le aparto el pelo rubio de la cara y la observo bien rudo. Sus ojos verdes dejan de iluminarse poco a poco por la ocultación del sol, sus pecas decoran su rostro y la hacen más linda, pero la belleza no te salva de la muerte.

-Tú no eres del grupo -dice al ver bien mi cabello blanco grisáceo y mis ojos castaños oscuros.

-Chica lista.

-No me mates, por favor.

-Deja de suplicar por tu vida, es patético -me levanto de encima suya y guardo su cuchillo en mi cinturón-. No te voy a matar.

-¿De verdad? -se pone de rodillas e intenta mirarme, pero su mirada vuelve a bajar-. Gracias a dios -susurra.

-Dios no está con nosotros -le digo, yendo de nuevo al maletero-, nos dejó solos con los caminantes.

-Lo sé, pero a alguien tengo que rezar -se me queda mirando, noto sus ojos fijos en mí, no me gusta nada-. ¿Podría viajar con... usted?

-¿Estás de coña? -la miro con el ceño fruncido-. Yo no llevo a nadie conmigo -saco el cargador de mi pistola y le meto balas que hay en su respectiva caja.

-Por favor, me han separado de mi grupo, no tengo a nadie con quien sobrevivir y sola no podré.

-¿La inteligencia es de rubias?

-No soy rubia natural, es tintado.

-Eso me suena a un "no".

-Le ayudaré, no seré un lastre.

-¿Y quién me lo garantiza? Si te han atrapado es que eres torpe.

-Por lo menos lléveme a mi refugio, es un edificio.

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