Capítulo 3

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La noche ya inunda los alrededores, no hay más que oscuridad, la luna no brilla esta noche, las nubes la ocultan como un manto tranquilizador que a nosotros nos pone tensos. La linterna eléctrica es lo único que ilumina el salón, las tablas de madera clavadas en la ventana retienen todo lo posible la luz que nosotros hemos puesto. Mas bien yo, porque la rubia no a hecho nada más que cenar y echarse en el sofá. Hay dormitorios, sí, pero no me parece seguro dormir en habitaciones separadas porque pueden sorprenderte. Y no, no me estoy encariñando de Sara, ella no hace nada en absoluto, en cuanto sea de día, se larga de mi lado.

Me llevo una cucharada de ravioli en lata a la boca. El sabor de por sí es soportable, siempre es soportable. No paro de mirar la lata, aún me acuerdo de la primera que comí, de la primera que abrí... Esos días de acampada junto a mis padres ya no serán nada, nunca lo fueron, solo para mí significaron algo. La primera lata que abrí en este maldito apocalipsis...

-Je... -río sin querer en voz alta.

La rubia alza sus ojos y me ve con media sonrisa decorando mi serio rostro.

-¿De qué te ríes? -pregunta desinteresada-. ¿Es algo gracioso?

-Solo para mí, tú no lo entenderías.

-Ponme a prueba -vuelve a llevarse la cuchara a la boca.

-No lo voy a hacer, solo eres una extraña con una capacidad de vagancia increíble. Seguro que tus compañeros tan solo hacían todas las cosas mientras que tú posabas como una reina en el sofá.

-Pues no, listillo -deja la lata a un lado y junta las manos, como si esto le fuera gracioso-. Ayudaba y mataba caminantes. Me movía como una asesina experimentada, rodaban cabezas a mis pies.

-Pues lo que pasó antes contrarresta todas tus palabras. No mientas delante de alguien que sabe toda la verdad.

-¿Ah, sí? ¿Sabes dónde nací?

-Apuesto por tu bronceado que eres de Miami, naciste y te criaste ahí. Las calles por las que pasabas estaban llenas de tiendas y eso para ti era un paseo para tu tarjeta de crédito. Una niña engreída que se tintó el pelo de rubio para parecer más guapa, pero que mostraba más tu cabezonería. Lo que no entiendo es cómo llegaste hasta aquí.

-Llevo en Nevada más de lo que crees. Mis padres me trajeron para asistir al entierro de mis abuelos por parte de padre. Justo ese día se levantaron y todo fue un caos. Sangre de familiares y amigos que poco conocía por la hierba verde, sus gritos de dolor y miedo en mis oídos... Aún recuerdo todo, hasta el mínimo movimiento de las hojas.

Su cabeza baja, mostrando una gran pena en su interior. Puedo verlo... Puedo ver lo que siente. Miedo. Miedo a vivir eso de nuevo.

-Lo siento -llego a decir, no puedo hacer nada para que aquel momento no pase.

-No pasa nada, el pasado es pasado. Ocurrió sin mas, sin avisar. En ningún momento me he podido permitir volver a recordar el pasado por los bajones que tendría, no podría hacer nada.

-Como has hecho hoy.

-¡Deja de restregarme eso! Por cierto, yo estoy segura de que no eres de por aquí tampoco. ¿De dónde eres?

-¿Yo? -asiente con la cabeza-. No te interesa.

-Oh, venga. Tan solo es un lugar, no un secreto. Venga, di... ¿De dónde eres?

Pienso tres, incluso cuatros veces si de verdad debo fiarme de ella y decirle algo de mi vida privada. Está claro que ella se ha soltado un poco conmigo, pero no es bueno que haga eso, no es que por darme pena vaya a soltarme así de fácil yo también. Aunque... ¿Qué mal podría hacer decirle de dónde soy?

-Soy de Denver, Colorado.

-Vaya, que lejos estás de tu casa.

-Sí, muy lejos -es lo único que digo, respiro hondo y pienso que no quiero estar más tiempo hablando-. Bueno, es hora de dormir.

-¿Qué? ¿Tan pronto?

-No tengo ganas de hablar y veo que ya has terminado de cenar. Venga, a dormir -apago la luz y me acuesto en el sofá más cercano.

Al acostarme, miles de pensamientos vuelven a mi mente, miles de palabras que no debí escuchar, miles de imágenes que no debí ver.

-Oye, sin nombre -su voz casi inaudible me saca de mis pensamientos, como odio que hagan eso-. ¿Qué te pasó el mismo día en que todo se fue a la mierda?

Me quedo pensando de nuevo ante su pregunta, buscando una respuesta para soltar. No quiero que sepa mi vida, el secreto perdurará por siempre en mi mente. Pero una voz se escapa y se me repite una y otra vez.

-¡No lo hagas!

Y se va con un sonido atronador. Eso solo fue una de las muchas cosas que pasaron antes de salir al mundo real y descubrir el mundo tal y como es ahora.

-Estaba con mis padres -solo con esas palabras se pueden decir muchas cosas, pero no voy a decir nada más.

-¿Y qué pasó? -se nota interesada, bastante diría yo.

-Digamos que hubo mucho de tres colores... Blanco, negro y... Rojo.

-Seguramente el rojo es la sangre. ¿Qué es el color negro?

-La oscuridad.

-¿Y el blanco?

-Todo irá bien -susurra de nuevo esa voz que creí haber desecho en trozos pequeños.

-Blanco -un silencio incómodo se instala de nuevo, pero yo lo echo fuera y dejo que vuelva con una simple frase-. Ya te he dicho más de lo que debería, así que a dormir de una vez.

Sin decir palabra alguna, se duerme, al igual que hago yo. Es por esto que no dejo que la gente me pregunte cosas, no ahora. Antes era un niño ejemplar, con un comportamiento que parecería de marqueses, pero el mundo me ha enseñado que tras un rostro amigable, siempre hay un demonio travieso dispuesto a matar a su amigo por tal de sobrevivir.

Mis cambios fueron algo que me mantuvieron vivo, mis acciones fueron lo que me mantuvieron cuerdo, las personas que he matado son los que me ayudaron a experimentar en la lucha y demás cosas, mis decisiones mataron personas, pero yo sigo vivo. Yo sigo vivo por los tropiezos y errores de otros, esos errores que acabaron por mantener distraídos a los caminantes.

No debería sentirme afortunado, pues esas cosas están en mi cabeza, aporreando una y otra vez mi conciencia y mi cordura para que pierda los papeles. Sé que hice cosas malas, pero de esas cosas malas vivo, aunque sea un chico sin muchos sentimientos encima. Pero soy bueno dejando vivir a las personas que pronto morirán, como Sara.

Antes era bueno, ahora no sé lo que soy.

Los grillos se dejan oír, la naturaleza me inunda los oídos y me tranquiliza, me acunan en sus brazos y hacen que me duerma. No me resisto a su canto, mi cuerpo no está cansado, pero desean un descanso después de la poquita guerra que ha dado hoy el día.

Venga, pesadillas. ¿Qué carta sacaréis hoy?

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