Capítulo 37

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*Narra Blake*

El bosque está pintada de pisadas sangrientas y arañazos en la corteza. Mi carrera para encontrarme con alguien en el camión no está dando frutos por ahora y el brazo no es que esté dando señales de mejoría.

Usar el poder de forma tan violenta y sin haber calentado antes es como un suicidio. Y ahora que lo pienso... En el camión deberían haber unos pocos rodeando a Yolanda y a la chica. Si es así, no podré hacer nada hasta recuperarme.

Solo noto las yemas, por lo que es un avance significante.

A lo lejos veo algo negro, supongo que es el asfalto. Disminuyo la velocidad para no llamar la atención e intento escuchar algún quejido, pero nada llega.

O estoy sordo o no hay ningún caminante. Agarro el cuchillo y me preparo para lo peor. Doy pasos lentos, pero grandes.

El crujir de las hojas me pone, por una vez en tanto tiempo, la piel de gallina. Cuando tengo el asfalto a  vista, miro a los lados.

Mis ojos captan el camión salpicado de sangre y llena de huellas rojizas. No hay duda, habían caminantes. Pero... ¿Dónde están? ¿Se habrán marchado?

Camino de manera natural. Entiendo que todo está despejado y sin peligro.

Piso algo. Intento ver lo que tengo en el zapato, pero me doy cuenta de algo peor.

El asfalto ahora es rojo y el patrón que lleva distinto, no sigue una simetría perfecta. ¿Qué significa esto? ¿Qué ha ocurrido? ¿Es sangre?

Levanto el pie y observo el objeto pisado. Un collar ensangrentado y un poco oxidado.

Sí, es sangre. Son los cuerpos de los caminantes que han rodeado el camión, espachurrados como si les hubiera aplastado una apisonadora. Bueno, una apisonadora al menos deja la carne, aquí no hay. Tan solo como si hubieran explotado y evaporado la carne.

¿Pero quién tiene tanto poder para hacer algo así?

Me acerco al camión y levanto la puerta para encontrarme a Axel y Yolanda manteniendo la mirada el uno del otro. Sus ojos brillan, una chispa corre por ellos, como una guerra mental conectada.

El abrir la puerta les ha despertado de su batalla y giran su rostro hacia mí.

—Blake —enfundo el cuchillo—, he encontrado la razón por la que te quedaste con ellos.

Me quedo en silencio. Siempre ha sido un espabilado cuando se lo propone. Sus especulaciones no llegan a ser certeras, pero hay días en los que acierta.

Baja del camión y se pone de frente a mí.

—¿Todo bien? —poso mi mano en el brazo apagado—. Un mal día, por lo que noto.

—Se puede decir así —vuelvo a mirar el asfalto—. ¿Has hecho tú todo esto?

—Sabes que yo no tengo tanto poder para limpiar una carretera de esta manera.

Mis sospechas han sido confirmadas. Él no tiene tanto poder, tampoco el tipo de poder para hacer esto.

—¿Dónde estabas? —le pregunto, no se le vio el pelo.

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