Capítulo 15

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El fuego reanima mis ganas de estar despierto, de estar en pie y pensar en lo que hacer. Sigue siendo de noche, pero tan solo quedan un par de horas para que amanezca y nos dé vía libre para movilizarnos sin preocupación. Aparto mi mirada del hipnótico baile del fuego y me quedo observando el rostro de nuestro invitado. Hace ya tiempo que no le veo, le echaba de menos antes, pero hoy en día no necesito su ayuda y seguro está con algún grupo que quiera herir al mío.

Siempre ha sido un lobo solitario, pero estoy seguro que ha caído como yo en un grupo. Echo más palos al fuego y dejo que la llama reviva, ya que un helado viento se ha instalado en nuestros cuerpos.

La rubia y el enfermero lo miran desconfiados, Yolanda duerme dentro aún y yo estoy neutro. No sé cómo expresar mis palabras, le parecería una "nenaza", tal y como siempre me ha llamado, pero después de que casi le mato no creo que me vuelva a llamar así.

—Un asesino... —el silencio se rompe por el enfermero Damian.

—No soy un asesino, solo estoy en defensa propia —su calma es increíble.

—Casi nos robas y matas —suelta Sara, no hay firmeza en sus palabras.

—¿Cómo iba a saber que había una familia dentro? —me mira y sonríe—. ¿Es tu novia? —señala a la rubia.

—No, ni lo será —respondo hostil, al final sí que se va a comportar igual que antes.

—Que pena, parece ser una chica que disfruta con el buen sexo —la rubia se sonroja, pero la oscuridad la esconde.

—Está claro que pierdes la cabeza cada vez más —niego con la cabeza, intentando no perder la paciencia de nuevo como hace un año o dos, ya no me acuerdo de cuándo nos encontramos.

—¿Y cuándo no? —se encoge de hombros.

—Un momento, ¿os conocéis? —pregunta Damian, podría decir que está sorprendido.

—¿Acaso importa? —miro al enfermero, me sostiene la mirada amenazante.

—Lo es si ha intentado matarnos.

—Créeme, amigo, no he intentado matar desde hace medio mes —eso no ayuda mucho.

—¿Entonce eso significa que has matado antes a humanos? —se cruza de brazos, esperando una respuesta afirmativa.

—Sí, pero era por mi bien, no quería morir.

—Creo que no sería bueno quedarse, estamos haciendo un alboroto con esta charla —lo más sabio que ha dicho la rubia en todo lo que la conozco.

—Cállate, Sara. Aún tenemos que saber si es de fiar o no.

—Yo haría caso a la hermosa dama, una horda de caminante iban por detrás de mí, no creo que tarden en llegar.

—Si dice eso es que es verdad —doy un paso adelante—. Lo conozco lo suficiente como para saber que no miente sobre esto.

—No me lo creo, os estáis apoyando para juntaros y planear algo para matarnos y quedaros con nuestras provisiones.

—No quiero seguir aquí —levanta Sara las manos—, subid todos al camión.

—¡Aún tengo preguntas! —alza la voz el enfermero.

—Se pueden hacer dentro, ya que está atado —le digo yo, mostrando el nudo que tiene en las muñecas.

—Subid ya, voy al volante.

Mientras se va al volante, algo capta mi atención. Un sonido lejano que se pierde entre los árboles que ocultan sus posibles inquilinos. ¿Habrá algo ahí? ¿Por qué mierda me lo pregunto como un estúpido niño? Me doy una bofetada mental, tengo que estar atento. Los chicos se acercan a la parte trasera del camión cuando de repente se oye un grito de terror.

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