Capítulo 13

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-¡Joder! -vocifera dando una patada al camión-. ¡Esto ya me saca de mis casillas!

-Damian, tranquilo -intenta tranquilizarlo, pero con esta noticia no se puede tranquilizar nadie-, no queremos que los caminantes se nos echen encima.

-Me dan igual los caminantes, quiero que la carretera esté libre de coches -en efecto, la carretera está cortada por una amplia fila de coches muertos del asco.

Yo, como siempre, me mantengo alejado de sus disputas de hermanos. Sé que también debo involucrarme, pero quiero ver cómo solucionan esto juntos, sobretodo para ver si el enfermero está en sus cabales hoy en día.

Llevamos como tres días ya conduciendo, acampando y matando caminantes. No ha habido, por ahora, ningún problema grave. La pequeña sigue dentro del camión, a salvo, observando a la pareja de hermanos del año.

-Pues con gritos no se solucionan.

-Me da igual con qué se solucionan ahora los problemas, solo quiero llegar al puto campamento de una vez.

-Sabes que seguimos a unos cuantos kilómetros de Davenport -hablo, al final sí que me he metido.

-¿Y cuánto calculas tú que falta? -su tono de voz sigue siendo brusco.

-Hemos ya pasado Oregón, estamos como en la orilla de Washington.

-Menos rollos -ha cambiado considerablemente su comportamiento a todos-. Di cuánto falta.

Suspiro cansado de toda esa estupidez que tiene en su cabeza. Sé que es por haber perdido a alguien querido, pero eso no le da derecho de hablarle a todos así, estoy seguro de que si no fuera por Scot, le habría cortado la lengua y las manos. ¡Que cojones! ¡Nadie me detiene!

-Estamos en Green Meadows, si las carreteras no están cortadas llegaremos como en unas tres horas o más a Davenport.

-¿Y si lo están?

-Un día o más.

-Genial... -alza los brazos y los deja caer, golpeando sus muslos frustrado-. Ahora a saber cómo llegaremos con todos estos coches por delante.

-Podemos tomar otra ruta -dice la rubia de Sara.

-Hermana, ya hemos tomado bastantes desviaciones, no quiero otra más.

-Yo creo que ella tiene razón -mi opinión no le interesa, pero si no empieza a interesarle le hago cruzar el puente para estar con su novio-. Si no tomamos otra desviación podríamos estar apartando coches toda nuestra vida.

Se lleva las manos a la cabeza, pensando. Sale humo de su cabeza, esto ya está siendo demasiado. Dejo de estar con los brazos cruzados y me acerco a él, estando ya harto de todo esto. Ya a un par de pasos, le propino un puñetazo en la mejilla que lo tira al suelo.

-¡Deja de estar frustrado todo el tiempo! ¡Me tienes hasta los cojones! Tu hermana y yo no paramos de quejarnos de ti, has cambiado. La brusquedad con la que nos tratas ya pasa de castaño oscuro.

-¿Qué brusquedad? -pregunta rozando su mejilla recién golpeada.

-Hace dos días fuimos a por leña para el fuego cuando, alguien, se quejaba a los cuatro vientos de las latas de comida que se habían caído del camión.

-Estaba en mi derecho, cayeron en mi pie derecho.

-Atrajiste un gran número de zombies, así que no me jodas. Ayer mismo habíamos entrado en un edificio abandonado y disparaste cuando dijimos que solo cuchillos. ¡Despertaste todo el barrio!

-Casi me mata.

-No me mientas, estaba a unos cuantos pasos de ti. Ahora vienes y te quejas de los coches cuando podemos tomar otra carretera que no está bloqueada. ¿Tardaremos más? Sí. ¿Estaremos en Davenport hoy mismo? Supongo que sí. Ahora levanta ese culo y vete con tu hermana dentro, acamparemos a un par de kilómetros por tus gritos.

Harto de mí, se levanta con gruñidos y se va junto con su hermana a la parte trasera del camión. Me pongo al volante, con mi copiloto Yolanda. La pequeña estaba harta de estar atrás, así que la he dejado estar conmigo delante, así podemos hablar si quiere.

Enciendo el motor y comienzo a conducir ante la atenta mirada de la pequeña, quien me mira pensando en algo que decir. Abre la boca, pero la cierra, ¿es tímida de repente conmigo? No lo creo, será que no se le ocurre nada que decir.

En un momento de lucidez, le llega una pregunta.

-¿Qué les pasó a tus padres? -¡dios, pedazo pregunta!

Agarro muy fuerte el volante, es algo que no debería saber una niña de su edad.

-¿Qué les pasó a los tuyos? -pregunto por si acaso puedo evitar la pregunta.

-Yo no tengo papás -la miro incrédulo.

-¿Qué quieres decir? -pregunto interesado.

-Yo... Todo lo que recuerdo es blanco, luego negro y ya de nuevo la luz.

-Yolanda... ¿Recuerdas algo de lo que te pasó antes de todo esto?

-Lo recuerdo todo -esto me preocupa.

-¿Qué te pasó, Yolanda?

-No quiero hablar de ello -agacha la cabeza triste, pensando en algo que no quiere contarme-. Ahora dime, ¿qué les pasó a tus padres? -pregunta de nuevo.

-Mi padre... Tuve que matarlo.

-¿Por qué? -su curiosidad me mata, literalmente.

-¡Nunca llegarás a ser normal! Por ello... ¡Debes morir!

-Digamos que fue en defensa propia.

-¿Y tu mamá?

-Mi madre. No sé si sigue viva, supongo que no.

-¿Es que no estabas con ella?

-No, no lo estaba. Me llevaron a otro lugar.

Se calla, ya no hay más preguntas, al menos por ahora. Pero yo tengo una última de hoy.

-Yolanda -me mira mientras yo miro la carretera-, ¿por qué estabas sola junto a unos muertos?

-¿Quién te lo ha dicho? ¿Ha sido Sara?

-Sí. Ahora contesta.

No dice nada, no hay respuesta. Se lo quiere guardar, se parece bastante a mí. Sé que ya lo he pensado cientos de veces, pero es la verdad.

-Me quedé sola.

-Eso parecía. Pero... ¿Por qué no iban a por ti?

-Eran mis amigos -abro los ojos como si de platos se tratasen, esa respuesta no me la esperaba para nada-. Ellos me querían, no iban a hacerme daño.

Mis sospechas van en aumento y cada vez más cabos se van atando a lo que puede ser la verdad de Yolanda, pero es mejor estar seguros. Estaba cubierta de sangre, sería por eso que no iban a por ella y la ignoraban.

Voy parando el camión hasta que no avanzamos ni un metro. Salgo del camión al igual que mis compañeros, aún me suena rara esa palabra. Damian me dirige una mirada asesina que con el paso del tiempo se desvanecerá. Me acerco a Sara que es aquí donde acamparemos esta noche, ya que está oscureciendo.

El día se me ha pasado rápido, cosa extraña que no me ocurre desde hace años. Yolanda se acerca a la rubia y la abraza tiernamente, como una hermana. Seguro es lo más cercano a una hermana que tiene.

Bueno, es hora de volver a acampar. Espero que el señor no grite esta vez y nos joda todo de nuevo, sino, lo mato aquí mismo y lo dejo en el suelo para que se lo coman. Si tengo que hacerlo, lo gozaré de verdad, os lo juro.

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