-Mira, una escalera de emergencias -en un techo no muy alto encontramos una escalera de emergencia que sigue aún arriba.
-Intenta darle con una flecha -me ordena.
-Eres muy mandón. Menos mal que me hice este arco hace nada, sino estaríamos en un aprieto.
-Calla y dale.
Saco el arco y una flecha del pequeño carcaj que me hice hace un día o dos. Mi antiguo arco se lo llevaron los malditos Caballos Negros, aunque por la horda se quedó atrás.
Tenso la cuerda lo máximo que puedo y apunto a la palanca que hará que la escalera caiga y nos deje un camino libre para entrar en este lugar.
Cuando suelto la cuerda, mi puntería no falla y el camino se abre al caer lo que queríamos con un estruendoso sonido.
-Aquí está Robin Hood a tu servicio -pavoneo de mis dotes de arquero.
-Si fueras Robin Hood, estarías en solitario.
-Depende de qué Robin te refieras. Yo soy el del apocalipsis, el que va acompañado para salvar a sus amigos -digo mientras subimos las escaleras.
-Aún no me has salvado de nada.
-Pero llegará el momento en el que sí te salve.
Al llegar al tejado, nos acercamos a la puerta que hay e intentamos abrirla. Otro obstáculo que hay que superar. Agarra su cuchillo de caza y rompe el pomo para abrir.
-Llave maestra -muestra el cuchillo como si fuera el mejor.
Jamás me volveré a pavonear delante de él.
Las escaleras están oscuras. Encendemos las linternas y seguimos adelante.
El espacio crea eco de nuestros pasos y acabamos en otra puerta que, esta vez, está abierta. Llegamos a un pasillo levemente iluminado por el sol que se va yendo, y al fondo están las vistas del centro comercial, pero se oyen pasos... Y voces.
-Apaga -susurra mi compañero.
Caminamos lentamente por el pasillo mientras escuchamos sus voces. Nuestros pasos son tan solo chirridos que no crean eco que alerten a nuestros sospechosos.
-Es una verdadera suerte que este centro no esté saqueado.
-El pueblo murió antes de pode siquiera salir de sus casas.
-Entonces todo para nosotros -se ríe, me parece una falta de respeto.
-Este es el plan -me detiene al filo del pasillo-. Estate con el arco tensado, listo para matar a uno de ellos si es necesario. Son Caballos Negros, por lo que he podido notar en sus palabras.
-Vale. ¿Tú qué harás?
-Voy a encarar a esos cabrones.
-Estamos tentando a la suerte. Seguro que no son solo dos.
-Es mejor que quedarnos aquí hasta que nos descubran. Estarán registrando todo el centro.
-Aun así debemos ser pacientes.
-Solo hay un coche. Podemos con los cuatro o cinco que sean.
-Si mueres, saldré corriendo.
-Y bien que harás -desenfunda su pistola-. ¿Listo?
Saco mi arco y una flecha al aire.
-Sí.
-Vamos -y sale corriendo agachado.
De mientras, me asomo a la barandilla y observo los alrededores. No hay viento, solo hay caída para la flecha, por lo que será más fácil atacar desde la distancia.
Desde aquí puedo ver a Jarrod bajando las escaleras lentamente para hacer ruido.
Apunto al par de personas que se pasean como si nada pasase y espero la señal de mi compañero, quien está ya en el piso bajo.
Me mira, me pregunta por señales si estoy listo y asiento con la cabeza para dejarle claro mi situación.
Poco a poco, se acerca a ellos para tener mayor probabilidad de matar a uno o a los dos.
Ya a una distancia mortal, me hace una seña para que dispare, a lo cual hago caso.
La flecha silba sobre el viento y vuela hasta su objetivo, el cráneo de uno de ellos. Al ver caer a su amigo, se alerta y saca su arma, pero Jarrod no le deja y dispara, matando y dejando su cuerpo a merced de la conversión.
Dos más salen, apuntan a mi compañero, pero les alerto de mi paradero al fallar mi segunda flecha.
Se ocultan entre las macetas de hierro y disparan a ciegas, como pollo sin cabeza. Están acorralados, un movimiento en falso y nosotros ganamos esta batalla.
Cuando voy a disparar mi tercera flecha, el arco se parte en dos al sonar un disparo a un par de metros de mí.
-No vayas tan rápido, aún no hemos tenido una cita -una mujer se acerca a mí y me susurra al oído.
Me he quedado petrificado. Podría haberme matado, pero disparó al arco y no a mí.
Jarrod, al verme, supo que debía detenerse.
-Vaya, vaya... Jarrod, viejo amigo. Ya veo que tus pasos te han llevado hasta nosotros, y con un amigo muy mono.
-Puta... -se escucha.
-Cuidado con esa lengua. Aquí el petrificado podría irse con todas mis víctimas y compañeros -me apunta con su pistola-. Ahora deja de esconderte y deja que mis amigos te desarmen.
Rindiéndose, se levanta y los hombres se acercan a él para propinarle un puñetazo.
-Chicos, no le lastimen mucho. Seguro que Jeff estará encantado de volver a verte después de lo que hiciste.
Le desarman y lo levantan. La mujer me mueve como quiere para poder bajar.
Ya en el piso bajo, las últimas palabras que escucho antes de estar en silencio total, me dejan con la piel pálida por el miedo.
-Hora de volver con los Caballos Negros.
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Planeta Z
Ciencia FicciónUn apocalipsis zombie, lo que me faltaba por ver en este mundo de mierda. Ya era todo un caos antes de que esto pasara, ya era una muerte asegurada, pero ahora la palabra "caos" le viene pequeño a esta situación. Camino siempre por las carreteras, e...