-Caballos Negros -murmuro, me llegan a oír.
-No hace falta ser un lince para darse cuenta de que lo soy -el que parece ser el líder, habla sin parar-. Creía que tan solo nos encontraríamos supervivientes normales, pero no. Nos encontramos al gran Carmesí.
-¿Quién? -pregunta la rubia sin tener ni idea, apuntando con su pistola en su dirección.
-¿No se lo has contado a tu nuevo grupo? -me mira con sorpresa.
-No tienen porqué saberlo. Vete por donde has venido y no te ocurrirá nada -miro a uno de ellos.
Él me mira a mí, conectamos y dejamos que nuestras expresiones faciales y corporales hablen por nosotros.
-Lo siento, chicos. Las cucarachas nos encontraron de camino hacia acá -se disculpa Axel, con el cañón de la pistola en su cuello.
-No te disculpes, te pillaron desprevenido.
-¡Basta de cháchara! -grita el líder-. Dime, ¿qué hace un chico tan peligroso como tú por aquí? Creía que estabas cerca de Nueva York.
-¿Eso te dijo el rastro de cuerpos que iba dejando? -sonrío, esta tensión me hace gracia.
-Tus pasos se dirigían allá, pero no. Parece que venías a Washington. ¿Venías por el refugio seguro militar? -la rubia parece reaccionar ante esas palabras-. Siento deciros que la tiramos hace mucho tiempo. Lo que queda son cuerpos deambulando y ceniza en el aire.
-¡Sois unos monstruos! -grita la rubia, dejando ver una lágrima que se escapa de su control.
-Gracias por el cumplido. Es música para mis oídos.
El chico que acompaña a Axel no parece reaccionar ante su situación. Es como si no tuviera miedo de lo que ocurre, de notar el frío metal que quiere ser disparado y quitar un aliento. ¿Por qué está tan tranquilo?
-Venga, quiero saber lo que hay en el camión.
-Comida y agua -aclara Damian, sin entrar en detalles.
-¡Genial! Lo que necesitamos hoy en día. Vaciarlo -uno de ellos se acerca a la puerta, pero lo detengo agarrándolo del brazo-. No, no, no... -el sonido de la pistola que apunta a Axel vuelve a sonar.
Cuando voy a soltarle, el chico que ha estado tan tranquilo y callado, murmura algo que a todos les pone la piel de gallina.
-Estáis más que muertos, Caballos -su risa me parece fascinante, está actuando.
-¿Perdona? ¿Qué quieres decir? -señal de cabeza para que apunte y apriete el arma contra su nuca.
Veo una luz que refleja. Un rifle. Sabía que algo iba a ocurrir. La suerte abunda en este grupo.
-Con tan solo un movimiento de dedo, puedo matar a uno de vosotros. Y creo... -cierra el puño, dejando dos dedos fuera para dar una señal-. Que la fiesta se ha acabado.
Cierra el puño por completo y un sonido atronador mata al que le amenazaba, llamando la atención del líder. Tan distraído que Áxel aparta la pistola de su cuello y amenaza al enemigo contra él, sin llegar a matarle.
El que sigue agarrado por mí, intenta darme un codazo para liberarse del agarre, pero no le dejo y clavo mi cuchillo de caza en su garganta, dejando que suelte borbotones de sangre que aterrizan en el suelo, pintando cada centímetro de asfalto negro.
El único que no amenazaba a nadie está por acabar en el otro barrio por la rubia, la cual no dejo que dispare lanzando el cuchillo de caza a su pistola. Dando de lleno, se cae el arma y me mira con ardiente enfado por mi acto poco profesional.
Me acerco al chaval, le miro seriamente y acabo por irme con Axel para hablar con ese hombre que hace un minuto se hacía creer el mejor hombre del mundo, el rey de los muertos y de los vivos.
Sus ojos disparan el temor que antes se reflejaba en el chaval actor.
-Las tornas cambian cuando menos te lo esperas. ¿Unas últimas palabras antes de que te dejemos en un eterno silencio?
-No os vais a librar de mí tan fácilmente -responde riendo, mostrando sus dientes amarillos por la falta de higiene bucal.
Le doy un pequeño toque en la espalda al que sostiene el arma y ejecuta mi orden. Una bala acaba atravesando su cabeza, sin oportunidad de que reviva y se convierta en un caminante que amenace a cualquiera que se encuentre.
-Ahí te equivocas.
-¡Eres un estúpido, Blake! -Damian se acerca a mí-. Podríamos haber obtenido información sobre lo que van a hacer próximamente.
-Para eso tenemos al chaval de aquí -miro al que he salvado y me acerco con una sonrisa a él-. Creía que te habrían pillado ya, amigo.
-Bicho malo, nunca muere -se encoge de hombros-. Después de lo que hiciste en la base, tenía que seguir dentro, sino me habrían buscado más de lo normal. Soy muy conocido ya.
-Pues ya que estás aquí, nos puedes brindar algo de luz sobre vuestros asuntos.
-¿Por qué no habéis matado a este? -otro hombre, el que debe de ser el francotirador, se acerca por los arbustos, apuntando al chaval.
-Baja el arma, Marcos. Son buenos.
Marcos, el hombre de barba poblada, cabello negro, ojos chocolateados y barriga que antes se podría decir que era provocada por la cerveza, baja el arma por orden de su joven amigo.
-¿Cómo puedes estar tan seguro, Yago?
Yago, un joven de cabello rubio cenizo y ojos verdes oscuros se gira a su adulto amigo y da su respuesta más obvia.
-Si fuera así, no estaríamos aquí ahora mismo.
-Blake, ¿quién es este chico? -pregunta la rubia.
Todos hablan al mismo tiempo que se ha mezclado todo como si fuera un barman meneando una coctelera. Necesito despejarme, pero antes daré respuestas.
-Él es Elias Chisco, un dulce cabrón que me ayudó a salir de las barreras de la base de los Caballos Negros. Un traidor del mal.
-Siento que todo esto ocurriera -se rasca el cabello moreno, sus ojos negros gritan perdón a los cuatro vientos-. No sabía que nos encontraríamos con un grupo de este tamaño. Nos dispararon por sorpresa y acabaron con unos cuantos del camión, pero algunos salimos vivos y fuimos a por los culpables. Yo no quería disparar para nada, y menos mal que no fue el caso.
-¿Fuimos nosotros? -Yago se señala.
-No, eran más personas. Como cinco.
-Tengo entendido que por Washington hay un grupo rebelde que roba y ataca a los supervivientes que deambulan a kilómetros a la redonda de su base -informa el tal Marcos.
-Pues debemos de estar cerca, lo mejor sería irse.
-Bien, crearemos dos grupos de nuevo. Esta vez buscaremos provisiones y un taller para encontrar algún repuesto que le sirva al camión. El primer grupo irá de expedición y el segundo se quedará aquí para vigilar. ¿Podemos contar con vosotros? -señalo a los desconocidos.
-Yago se quedará a vigilar, yo iré con vosotros.
-Bien. Sara, Elias y Marcos, venid conmigo. El resto, quedaros a vigilar.
Sin ninguna queja que objetar, nos preparamos y salimos a una segunda expedición, viendo que la noche se va acercando y el sol cede ante su presencia para dar paso a la oscuridad.
¿Tendremos suerte o tendremos que aguantar unas horas más en este lugar?
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Planeta Z
Science FictionUn apocalipsis zombie, lo que me faltaba por ver en este mundo de mierda. Ya era todo un caos antes de que esto pasara, ya era una muerte asegurada, pero ahora la palabra "caos" le viene pequeño a esta situación. Camino siempre por las carreteras, e...