Capítulo 27

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-Caballos Negros -murmuro, me llegan a oír.

-No hace falta ser un lince para darse cuenta de que lo soy -el que parece ser el líder, habla sin parar-. Creía que tan solo nos encontraríamos supervivientes normales, pero no. Nos encontramos al gran Carmesí.

-¿Quién? -pregunta la rubia sin tener ni idea, apuntando con su pistola en su dirección.

-¿No se lo has contado a tu nuevo grupo? -me mira con sorpresa.

-No tienen porqué saberlo. Vete por donde has venido y no te ocurrirá nada -miro a uno de ellos.

Él me mira a mí, conectamos y dejamos que nuestras expresiones faciales y corporales hablen por nosotros.

-Lo siento, chicos. Las cucarachas nos encontraron de camino hacia acá -se disculpa Axel, con el cañón de la pistola en su cuello.

-No te disculpes, te pillaron desprevenido.

-¡Basta de cháchara! -grita el líder-. Dime, ¿qué hace un chico tan peligroso como tú por aquí? Creía que estabas cerca de Nueva York.

-¿Eso te dijo el rastro de cuerpos que iba dejando? -sonrío, esta tensión me hace gracia.

-Tus pasos se dirigían allá, pero no. Parece que venías a Washington. ¿Venías por el refugio seguro militar? -la rubia parece reaccionar ante esas palabras-. Siento deciros que la tiramos hace mucho tiempo. Lo que queda son cuerpos deambulando y ceniza en el aire.

-¡Sois unos monstruos! -grita la rubia, dejando ver una lágrima que se escapa de su control.

-Gracias por el cumplido. Es música para mis oídos.

El chico que acompaña a Axel no parece reaccionar ante su situación. Es como si no tuviera miedo de lo que ocurre, de notar el frío metal que quiere ser disparado y quitar un aliento. ¿Por qué está tan tranquilo?

-Venga, quiero saber lo que hay en el camión.

-Comida y agua -aclara Damian, sin entrar en detalles.

-¡Genial! Lo que necesitamos hoy en día. Vaciarlo -uno de ellos se acerca a la puerta, pero lo detengo agarrándolo del brazo-. No, no, no... -el sonido de la pistola que apunta a Axel vuelve a sonar.

Cuando voy a soltarle, el chico que ha estado tan tranquilo y callado, murmura algo que a todos les pone la piel de gallina.

-Estáis más que muertos, Caballos -su risa me parece fascinante, está actuando.

-¿Perdona? ¿Qué quieres decir? -señal de cabeza para que apunte y apriete el arma contra su nuca.

Veo una luz que refleja. Un rifle. Sabía que algo iba a ocurrir. La suerte abunda en este grupo.

-Con tan solo un movimiento de dedo, puedo matar a uno de vosotros. Y creo... -cierra el puño, dejando dos dedos fuera para dar una señal-. Que la fiesta se ha acabado.

Cierra el puño por completo y un sonido atronador mata al que le amenazaba, llamando la atención del líder. Tan distraído que Áxel aparta la pistola de su cuello y amenaza al enemigo contra él, sin llegar a matarle.

El que sigue agarrado por mí, intenta darme un codazo para liberarse del agarre, pero no le dejo y clavo mi cuchillo de caza en su garganta, dejando que suelte borbotones de sangre que aterrizan en el suelo, pintando cada centímetro de asfalto negro.

El único que no amenazaba a nadie está por acabar en el otro barrio por la rubia, la cual no dejo que dispare lanzando el cuchillo de caza a su pistola. Dando de lleno, se cae el arma y me mira con ardiente enfado por mi acto poco profesional.

Me acerco al chaval, le miro seriamente y acabo por irme con Axel para hablar con ese hombre que hace un minuto se hacía creer el mejor hombre del mundo, el rey de los muertos y de los vivos.

Sus ojos disparan el temor que antes se reflejaba en el chaval actor.

-Las tornas cambian cuando menos te lo esperas. ¿Unas últimas palabras antes de que te dejemos en un eterno silencio?

-No os vais a librar de mí tan fácilmente -responde riendo, mostrando sus dientes amarillos por la falta de higiene bucal.

Le doy un pequeño toque en la espalda al que sostiene el arma y ejecuta mi orden. Una bala acaba atravesando su cabeza, sin oportunidad de que reviva y se convierta en un caminante que amenace a cualquiera que se encuentre.

-Ahí te equivocas.

-¡Eres un estúpido, Blake! -Damian se acerca a mí-. Podríamos haber obtenido información sobre lo que van a hacer próximamente.

-Para eso tenemos al chaval de aquí -miro al que he salvado y me acerco con una sonrisa a él-. Creía que te habrían pillado ya, amigo.

-Bicho malo, nunca muere -se encoge de hombros-. Después de lo que hiciste en la base, tenía que seguir dentro, sino me habrían buscado más de lo normal. Soy muy conocido ya.

-Pues ya que estás aquí, nos puedes brindar algo de luz sobre vuestros asuntos.

-¿Por qué no habéis matado a este? -otro hombre, el que debe de ser el francotirador, se acerca por los arbustos, apuntando al chaval.

-Baja el arma, Marcos. Son buenos.

Marcos, el hombre de barba poblada, cabello negro, ojos chocolateados y barriga que antes se podría decir que era provocada por la cerveza, baja el arma por orden de su joven amigo.

-¿Cómo puedes estar tan seguro, Yago?

Yago, un joven de cabello rubio cenizo y ojos verdes oscuros se gira a su adulto amigo y da su respuesta más obvia.

-Si fuera así, no estaríamos aquí ahora mismo.

-Blake, ¿quién es este chico? -pregunta la rubia.

Todos hablan al mismo tiempo que se ha mezclado todo como si fuera un barman meneando una coctelera. Necesito despejarme, pero antes daré respuestas.

-Él es Elias Chisco, un dulce cabrón que me ayudó a salir de las barreras de la base de los Caballos Negros. Un traidor del mal.

-Siento que todo esto ocurriera -se rasca el cabello moreno, sus ojos negros gritan perdón a los cuatro vientos-. No sabía que nos encontraríamos con un grupo de este tamaño. Nos dispararon por sorpresa y acabaron con unos cuantos del camión, pero algunos salimos vivos y fuimos a por los culpables. Yo no quería disparar para nada, y menos mal que no fue el caso.

-¿Fuimos nosotros? -Yago se señala.

-No, eran más personas. Como cinco.

-Tengo entendido que por Washington hay un grupo rebelde que roba y ataca a los supervivientes que deambulan a kilómetros a la redonda de su base -informa el tal Marcos.

-Pues debemos de estar cerca, lo mejor sería irse.

-Bien, crearemos dos grupos de nuevo. Esta vez buscaremos provisiones y un taller para encontrar algún repuesto que le sirva al camión. El primer grupo irá de expedición y el segundo se quedará aquí para vigilar. ¿Podemos contar con vosotros? -señalo a los desconocidos.

-Yago se quedará a vigilar, yo iré con vosotros.

-Bien. Sara, Elias y Marcos, venid conmigo. El resto, quedaros a vigilar.

Sin ninguna queja que objetar, nos preparamos y salimos a una segunda expedición, viendo que la noche se va acercando y el sol cede ante su presencia para dar paso a la oscuridad.

¿Tendremos suerte o tendremos que aguantar unas horas más en este lugar?

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