Capítulo 19

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—Lloyd, despierta —mi cuerpo es zarandeado de un lado a otro por una mano caliente.

El tono de voz es neutral, tranquilo y con una pizca de amabilidad. Mis ojos no quieren abrirse, quieren seguir cerrados a pesar de la maliciosa voz que me amenaza constantemente. He estado entre pesadillas toda la noche, sin poder pegar ojo. Así llevo desde el principio, sin ganas de dormir, moriré por falta de sueño, supongo.

Mi cuerpo sigue meneándose como un gusano, no soy dueño de mi cuerpo ahora mismo, simplemente quiero dormir, pero esa tarea ya es un caso imposible.

Separo mis párpados lentamente, dejando que los rayos del sol que se cuelan por la ventana impacten con mis ojos sin piedad. Mi boca está pastosa, la saliva es pastosa, la garganta seca y el cuerpo adolorido, ¿será por la carrera que me hice ayer? Seguramente sea eso.

Logro ver a Jarrod delante de mí, con sus brazos extendidos, apoyados en mi cuerpo. Me intento ubicar, al momento lo reconozco todo, la cabaña medio quemada. Sobreviví a esa pandilla de cabrones que intentaban hacerme su esclavo utilizando en su contra una horda de zombies, cosa extraña porque aparecieron en el momento justo. ¿Eso es que le debo mi vida a esas cosas? Que va, ya están muertos, no les debo nada.

Acaricio mi cabello sucio, bostezo, no por recién despertarme, sino por el sueño que aún queda en mi cuerpo. Me siento en el suelo y vuelvo a fijarme en la ventana, la cálida luz que deja entrar me intenta acariciar, pero solo quema cada centímetro de mi piel.

—¿Oyes eso? —me pregunta el chico de al lado.

Agudizo mis oídos intentando escuchar algo, pero no recibo nada, solamente silencio por todas partes. Lo miro y veo que tiene una sonrisa en su rostro, como si nada hubiera pasado, como si el pasado hubiera vuelto.

—Hace tiempo que no noto esta tranquilidad tan... Placentera —suspira relajado, no debe hacerlo, esto aún no ha acabado, esas cosas podrían volver.

—¿Te vas a relajar antes de tiempo?

—No necesito permiso de nadie para suspirar. Sé que no hay derechos, por ello lo hago.

—Depende de quién seas, los derechos aún valen.

—Últimamente eso ya no se dice, se olvida.

Los caminantes se llevaron todo, además de la cordura de las personas, pero sé que aún hay gente que tenga en pie los derechos humanos. No soy ningún político que quiera devolver tal cosa, pero sé que hay alguien que aún mantiene en pie tales derechos.

—Será mejor que nos vayamos —sugiero levantándome—, no quiero que la horda vuelva y tengamos que esperar otro día aquí oyendo gruñidos y demás.

—Sí, tienes razón —se levanta con pereza, agarra su mochila y salimos de la habitación.

Con la luz natural que entra, me doy cuenta de que el lado que está quemado tiene una puerta abierta. Miro a Jarrod y él sabe lo que pienso. Asiente con la cabeza y saca un cuchillo de su cinturón, yo otro. Nos acercamos a la puerta y, apoyando una mano en la madera quemada que ahora pinta mi mano con su negrura, la abro.

Las vistas no es que sean buenas, pero tampoco es algo que no haya visto antes. En la cama matrimonial de en medio, hay una pareja con su niña en medio. Sus cuerpos no están chamuscados, lo que me da a entender que estuvieron antes de tiempo.

—Dios mío... —murmura quien es ahora mi nuevo compañero.

Me acerco a la pareja. Tienen una pistola la madre y el padre, la hija debieron matarla antes.

—Lloyd —me llama Jarrod, mirando una hoja—, lee esto —me lo pasa y lo empiezo a leer en voz alta.

Querido lector de esta nota. Si ves nuestros cuerpos en la cama, es que hemos cumplido nuestra tarea final de hoy. Hace ya semanas que hemos encontrado esta cabaña medio quemada en la que nos hemos refugiado hasta hoy. Puedo decir que, aun teniendo miedo, hemos llegado muy lejos. No estoy a favor del suicidio, pero antes muerta que convertirme en algo así. Hemos sobrevivido al apocalipsis, pero no hemos sobrevivido a la mordedura. Mi marido y yo nos prometimos no separarnos en la vida, y nuestra hija no quería quedarse sola, quería venir. Fue su decisión, yo lo cumplí, porque que vernos morir sería lo que la mataría. Hoy, en esta cabaña, muere una familia que no quiere convertirse en un caníbal. El dolor puede que no llegue, pero la oscuridad y después la luz. Sabemos que la salida rápida es algo de cobardes, pero dios nos perdona por nuestros pecados. Con lágrimas escribo esto, mientras mi marido acuesta a la niña en medio de la cama. Para el que lea esta nota, quiero decirle que hemos dejado todas nuestras provisiones bajo unos tablones de la cocina, a salvo de los caminantes. Las dejamos para el superviviente, porque sabemos que si estás leyendo esto, vas a sobrevivir lo suficiente como para luego volver y enterrar nuestros cuerpos. Te deseamos mucha suerte, que dios te proteja. Atentamente, Carol.

Después de leer, observo de nuevo a la pareja. La mordedura que lleva la madre y la niña me dejan claro la nota. Eran una familia prometedora, consiguieron sobrevivir al principio, pero este final no era para ellos.

—¿Estás bien? —me pregunta mi compañero.

Me acerco a la familia y les quito las pistolas. Sé que no se moverán, el agujero de la bala en cada cráneo me hace tener seguridad. Vuelvo al lado de Jarrod y le digo algo.

—Tenemos que enterrarlos. No los vamos a dejar así —asiente y nos ponemos a ello.

UNA HORA MÁS TARDE

Dejamos a la madre en su agujero y ya hemos terminado. En todo el proceso no he podido parar de pesar en esta pequeña familia. La nota era algo que no me esperaba, han querido dejarla para el superviviente que pasara por acá. Eran inteligentes.

Echamos tierra a los cuerpos con rapidez, quiero irme de aquí de una vez y dejar atrás este lugar. Los hoyos ya tapados tienen una cruz de madera puesta, es lo máximo que podemos hacer. Trago saliva con el nudo de la garganta, esto me afecta más de lo normal. ¿Serán los recuerdos? No lo creo. ¿Entonces por qué? No lo sé.

—Vámonos —me sugiere Jarrod, aunque suena como una orden.

Asiento, me doy la vuelta y agarramos nuestras mochilas bien cargadas con las provisiones de la familia. Respiro hondo y me prometo una cosa, no morir nunca hasta acabar con todo, acabar con lo que empezó hace tiempo.

—¿Tienes algún lado al que ir? —le pregunto a mi compañero de viaje.

—Ninguno.

—Ven conmigo. Voy a la ciudad fortificada de Washington, seguro tu amigo está ahí.

—Puede ser. Por ir no pierdo nada. Iré contigo.

Decidido. Washington, allá vamos.

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