Capítulo 11

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La noche cae encima de nosotros como una manta que nos oculta del sol. Tan solo la pequeña hoguera que hemos hecho las chicas y yo nos sirve para iluminar nuestro alrededor, al igual que las latas que estamos vaciando lentamente. La pérdida aún les afecta a todos, yo ya lo he superado, pero la rubí aún no. No puedo decir que Damian ha mejorado su comportamiento, sigue igual, quieto, con el cuerpo inerte que era antes su novio en brazos.

No ha tocado su lata de comida, solo aspira el buen olor, si se le puede llamar así, que emana del interior. Miro a Sara preocupado, esto les supera, no se han preparado para las pérdidas de seres queridos, nunca se han preparado sabiendo en donde vivían. Yolanda no para de mirarme con una intensa curiosidad que me da a entender que quiere saber más de mí, pero no podemos hablar ahora sobre mi pasado, no estamos sólos.

—¿Cuánto tiempo crees que podrá estar así? —pregunta Sara, un poco harta de ver a su hermano ahí dentro con ese cuerpo que está a punto de resucitar—. Si sigue así, el mismo cuerpo lo matará.

—Eso es cosa suya —respondo solamente mientras tomo otra cucharada llena.

—Tenemos que hacer algo. Nunca le había visto así.

—Solo él puede luchar contra sus demonios, no tú.

—¿De qué hablas? El cuerpo de mi cuñado no es un demonio, tan solo... —no sabe qué decir, se ha quedado sin palabras para describir lo que ve.

—Sara, no te alteres —intento que se tranquilice, si hace algo por su hermano, estoy seguro de que no será capaz de muchas cosas.

—¿Que no me altere? No puedo seguir viendo a mi hermano así, tengo que hacer algo —roza su cuchillo con la yema de los dedos, no debe hacerlo—, algo que no le gustará —se levanta y se pone a caminar al camión, pero me levanto de inmediato y la paro agarrando su brazo.

—¿Qué crees que estás haciendo? —pregunto en un susurro cerca de ella.

—Salvar a mi hermano.

—No lo vas a salvar, tan solo lo vas a matar.

—¡Tú no tienes ni idea! —alza un poco la voz.

—¡Tus decisiones lo matarán! —exclamo en su mismo tono.

—¿Acaso no lo has matado tú primero con tus decisiones? —una jarra de agua fría llega a mí, pero eso no me detiene.

—Yo sé cómo se siente perder a una parte importante de ti, es por eso que es mejor esperar a que él haga algo.

Nos quedamos mirando un buen rato. Mientras ella debate en su interior si es correcto lo que le digo, su hermano piensa en si seguir vivo o acompañar a quien era su acompañante en el infierno. Suspira, rendida ante mis palabras.

—Si muere, ten por claro que te dispararé en la sien —me amenaza, no me sorprende tratándose de la familia que le queda—. Sin piedad.

—Si llega a suceder, créeme, no voy a dejar que una rubia de bote me dispare.

En medio de nuestras duras miradas hay chispas como en los dibujos animados. Ahora parecemos enemigos, solo que yo no pienso disparar a la chica sin antes dispararme ella. Yolanda se sobresalta por algo, algo que estoy seguro que tiene que ver con los caminantes.

Me giro hacia la dirección que mira la pequeña y me doy cuenta de que el cuerpo de Scot se mueve, pero casi nada. Damian lo mira fijamente a los ojos, soltando lágrimas como una cascada entre sollozos muy sonoros. El cuerpo no ataca, no hace nada, aún no ha tenido el pensamiento que todos llegan a tener, es como un recién nacido.

—Yo no quería esto —le dice al zombie, como si pudiera hablar con su novio—. Me habría cambiado por ti, tú no debías morir, yo sí —el cuerpo ya cobra sus pensamientos e intenta agarrarle de la camisa para atraerlo hacia él, pero no puede—. No me hagas esto, no ahora —no le hace caso, sus gruñidos ahora son notorios—. No me hagas hacerlo —sin ninguna palabra, aún sigue con sus movimiento para intentar arrancarle un trozo de carne—. Por favor, para...

Su cuerpo entero ahora se retuerce, ya no mantiene sus brazos en su cuerpo, se mueven por todas partes, sin conseguir su propósito. Damian lo sigue mirando, pero hace algo que me sorprende.

—¡Para, por favor! —grita mientras apunta con su pistola la barbilla del caminante, dispara y el sonido se esparce por todo el bosque de al lado.

El cuerpo, ya muerto por fin, deja de moverse. Llora a mares, esto le ha afectado, le ha dolido que ocurriera de esta forma el final de su novio. Nadie se lo esperaba, menos yo.

Al final, la cena se torna a un final drástico para una persona. Una persona que seguirá en sus corazones por siempre por ser un buen novio y cuñado.

Yo solo puedo decir, que era un buen hombre.

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