Capitulo 9

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La tormenta azotaba con fuerza desmedida sobre la ventana de la habitación que le fue asignada, llenando el frío silencio con los chasquidos provocados por las gotas al chocar contra el vidrio. Conciliar el sueño le sabia bastante difícil casi imposible, la ida al teatro con su prometida resultó tremendamente escandalosa, seguro mañana cuando llegara a su casa recibiría una buena reprimenda por parte de su padre, pero no era esa la razón de su falta de sueño, ni tampoco el hecho de saber que Amber lo debía estar odiando por no ir a verla esa noche, mucho menos su labio sangrante y la herida sobre su ceja que se volvió abrir, sino más bien ser consciente que Lady Lowelace estaba en esa misma mansión durmiendo plácidamente a solo unos cuartos de distancia. La idea de ir en su búsqueda para disculparse como era debido, le resultaba tentadora, pero temía terminar entrando a la habitación equivocada, la de su futuro cuñado por ejemplo, además que aquello no era ni por asomo correcto y él se consideraba honorable, aunque últimamente se comenzaba a cuestionar sobre ello.

Charlotte volvió a dar una vuelta en su cama buscando una posición más cómoda, sin lograr su cometido. Lo cierto es que desde que se sabía comprometida dormir era todo un reto, su mente se empeñaba en hacerla recordar lo vivido con su prometido una y otra vez e imaginar cómo sería su vida de casada, cosa que no le resultaba alentadora. Pero esa noche en definitiva no podría siquiera pensar remotamente en conciliar el sueño, la salida de esa noche resultó un absoluto fiasco, se vieron obligados a regresar mucho antes de lo planeado, debido a la trifulca en la que se resultó envuelto Lord Granby y en la que su hermano tuvo servir de mediador. Para colmo de males, en su regreso se desató una tormenta torrencial, por lo que su madre invito a Lord Granby a pasar la noche en su mansión, dejándola en más inquieta que antes, el hombre que lograba desestabilizarla se encontraba bajo su propio techo.

Dominik caminaba los el largo pasillo con solo el amparo de una vela. Estaba seguro que aquello no era algo que un caballero respetable como él debería hacer, pero necesitaba hablar con ella sin estar bajo estricta vigilancia.

El mayor reto consistía en encontrar su habitación sin despertar a nadie, sabía que estaba en ese pasillo porque la había visto ir hacia el lado contrario al que él fue alojado junto a Lord Worcester. Lentamente fue alumbrando cada una de las puertas sin atreverse a abrir ninguna, no deseaba pasar por pervertido y cada vez que acercaba su mano a un picaporte se arrepentía y convencía en pasar a la siguiente puerta repitiendo la acción varias veces.

Esto es una locura ella debe estar plácidamente dormida, soy un canalla...

El hilo de sus pensamientos fue interrumpido por primeramente un fuerte golpe en su hombro derecho que lo hizo tirar su vela, y segundo una exclamación asustada.

-¿Qué hace usted aquí canalla libertino?- escucho que decían en un susurro vacilante mientras la luz de una vela alumbraba su rostro.

Sin necesidad de vislumbrar su rostro supo que era ella, su voz era inconfundible, ademas de ser la única dama que se atrevía a hablarle de esa forma.

-Milady, disculpe mi atrevimiento y lo que estoy por hacer- soltó antes de empujarla de nuevo dentro de su habitación.

Charlotte soltó un pequeño grito que pronto fue acallado por una mano varonil sobre su boca y otra sobre su cintura que la mantenían inmóvil, logrando que su corazón trabajará a doble velocidad.

-Milady no deseo hacerle daño ni mucho menos, solo deseo disculparme con usted, quitaré mi mano pero no grite, por favor- su tono era tranquilo e íntimo sus manos la sujetaban de manera suave y su aroma varonil y fresco la invitaba a embriagarse en su esencia.

-Es usted un desvergonzado, no me toque- pudo articular una vez su boca fue liberada.

Dominik, sujeto su cintura con más fuerza que antes, aún no se acostumbraba a sus apelativos poco amables y su constante rechazo. No podía observar su rostro a gusto por escasa luz, pero era consciente de su nerviosismo por la manera inquieta en la que se removía entre sus brazos.

Complicando al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora