-¡Debe ser color esmeralda!
-¡No, celeste!
-Mademoiselle, usted brillara en color dorado- opinó la modista francesa poniendo la tela sobre su piel para según ella, comprobar el efecto.
-¿Cuál prefieres querida?- dijo su madre apreciando el color azul de la tela en sus manos.
-Puede ser dorado con detalles en celeste y esmeralda- expresó insegura, buscando una solución que complaciera a todas.
Su madre y Lady Rutland llevaban buena parte de la tarde discutiendo sobre la textura, encaje, pedrería y demás que debía llevar su vestido, no quería ni imaginar lo que sería la elección del banquete, decoración y todos los menesteres que se había empeñado en mencionar y ella ni siquiera recordaba. No debía ser muy inteligente para deducir que entre las matronas habría más de una discusión, solo esperaba que no la pusieran como juez en medio de ese caos, con la sola elección del vestido su cabeza comenzaba a doler.
-Muy bien- concordó Lady Rutland, aparentemente satisfecha con la elección -recuerde, el vestido debe estar listo para la fecha estipulada- sentenció esta vez a la modista que asintió preocupada antes de marcharse.
-Debes prepararte para el baile de esta noche, toma un baño, relájate, quiero que luzcas espléndida todas las miradas estarán en ti- festejó su madre, como si eso fuese algo bueno y no todo lo opuesto.
-No te asustes, esta será la boda de la temporada, la atención termina siendo algo bueno en ocasiones- cerró su futura suegra antes de marcharse de su habitación junto madre.
-Lucie, siento que mi cabeza va explotar- se quejó recostándose un momento sabiendo que la esperaba una larga noche.
-¿Quiere que le traiga un poco de té?- ofreció su siempre atenta amiga.
-No gracias, solo necesito un momento para recomponerme- respiró hondo en un intento de relajar su cuerpo y mente.
-Señorita quizá este no sea el momento, pero, el ayuda de cámara de su padre le confió a él ama de llaves, que su vez me confió, que una mujer extraña ha rondado por la mansión-terminó de relatar la muchacha algo insegura.
-¿Cómo lo saben?- indagó asustada al recordar la mujer que había visto en más de una ocasión.
-Joseph asegura haber visto a una mujer entrar en la mansión, puede ser amante de su padre pero puede que no y sea algo peor- explicó en voz baja y con cierto temor.
Necon la cabeza sin poder creer el descaro de su padre, aunque de cierta forma no le sorprendía, de hecho le extrañaba que no intentase llevar a sus amantes a casa antes.
-Necesito despejarme un momento- decidió sabiendo que era inútil intentar dormir, sus pensamientos parecían empeñados en evitarlo.
Salió en dirección a la sala donde se encontraba el viejo instrumento que tanto le gustaba, al inicio su institutriz había tenido innumerables problemas intentando que ella aprendiera la correcta posición de dedos y espalda, al final el esfuerzo valió la pena.
-¿A dónde vas con tanta prisa Charlotte?- la detuvo la voz ronca e imponente de su padre.
-A practicar un poco con el piano padre- contestó girando sobre sus talones para quedar de frente a él.
La miró seguramente evaluando su aspecto y negó con la cabeza decepcionado, como si no aprobará su apariencia o su existencia en general.
-No culpo al cretino- absolvió a nadie en particular, con cierto tono burlesco -En menos de un mes se aburrirá de ti- sentenció y continuó su camino satisfecho, abriendo un poco más esa brecha que ya era lo suficientemente profunda.
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Complicando al amor
Historical FictionCharlotte Lowelace, hija menor de Lord y Lady Beaufort. Es casi la personificación de lo que una joven inglesa debe ser, desde su cándida apariencia hasta sus delicados modales, con un pequeño detalle en su actitud no siempre dócil y complaciente. E...