Salir de la mansión a escondidas con su prometido no fue un verdadero reto, ya lo había hecho antes además, tenían el camino más que libre gracias a Lucie y Sophia que habían arreglado todo por la tarde, el carruaje los esperaba y aunque sabía que no era lo más apropiado, adoraba llevar su cabello sin adornos ni ataduras, se sentía liviano, justo como ella en ese momento.
-Ya casi llegamos- le anunció entusiasmado el marqués, con lo que le parecía una de las más sinceras sonrisas que había visto alguna vez en su rostro.
-¿A dónde me lleva?- preguntó curiosa intentando descifrar a donde se dirigían, miles de ideas rondaban por su cabeza, incluso unas un tanto descabelladas pero ya estaba ahí ahora no había marcha atrás.
-Si le digo dejaría de se sorpresa- apuntó Dominik con una sonrisa, verla como niña ansiosa y relajaba por alguna razón lo hacía sentir bastante bien.
-Esta usted en lo cierto- concordó ella mientras observa las mansiones que se alzaban fuera de su ventanilla.
El carruaje se detuvo frente a la mansión de su amigo James y supo que era el momento de poner en marcha su elaborado plan. Se apresuró a bajar del coche para ofrecerle su mano, aunque su gesto fue pasado por alto magistralmente, Charlotte parecía lo suficientemente ansiosa como para bajar apresurada y caminar dejándolo varios pasos atrás.
-Milady, me encanta verla tan emocionada pero, permítame guiarla- le dijo una vez acortó las distancias.
-Aún cuando intenta relajarse sigue siendo muy estirado- dijo negando reprobatoria mente y observado su vestimenta pulcra, mientas sus mechones castaños caían como velo a los costados de su cara, dándole aspecto de una bella ninfa con aire atrevido, que tentaría sin duda a más de uno.
-Solo, acompáñeme- le dijo ofreciendo su brazo con intenciones de guiarla al lugar que había preparado.
-No- dijo ella cruzándose de brazos -No es necesario- aclaró al su rostro contrariado.
Charlotte siguió al marqués que mantenía una pregunta tácita marcada en su cara. No podía evitar rechazar todo lo que la hacia sentir que estaba en un paseo por Hyde Park, o cualquier otro lugar donde las habladurías estaban a la orden del día y los ojos curiosos prestos para notar el error, esa noche se suponía olvidarían los protocolos ¿Porque seguirlos entonces? ¿Porque no correr bajo el amparo de la luna?
-Entonces sígame- pidió él adelantándose mientras la guiaba por la desconocida mansión.
Llegar a los jardines no fue tarea difícil, el camino estaba bien iluminado y parecía incluso hasta marcado para ellos, no podía decir que eran los jardines más espléndido que jamás hubiese visto, por qué sería una mentirosa, pero tampoco podía decir que eran más descuidadas sin pecar de exagerada.
-Charlotte - comenzó a hablar Dominik no muy seguro -Es preciso que cierre los ojos y confíe en mí desde acá.
Ella lo observó detenidamente decidiendo si aquello era una buena idea o no, aunque no tenía mucho qe pensar ya había ido hasta ese lugar con él ¿Qué más le daba seguir un pequeño capricho más?
Sin pensarlo mucho dejo que cubriera sus ojos con sus manos grandes y varoniles, nublando su visión por completo, sintió que avanzaban varios pasos en los que el no dijo nada, solo era capaz de sentir su respiración sobre su cabello.
-Ya casi llegamos no se impaciente- le dijo al oído haciendo que su estómago se contrajera con una sensación extraña.
Dominik visualizo el pequeño picnic que había preparado, las velas lo iluminaban todo a la perfección, la manta estaba colocada de manera estratégica dentro del templete que tuvieron que limpiar y arreglar un poco esa tarde, sabía que un picnic en ese lugar no era lo usual, pero Michael lo propuso y a él no se le ocurrió nada mejor, sin embargo al ver el resultado estaba seguro todo valió la pena.
ESTÁS LEYENDO
Complicando al amor
Historical FictionCharlotte Lowelace, hija menor de Lord y Lady Beaufort. Es casi la personificación de lo que una joven inglesa debe ser, desde su cándida apariencia hasta sus delicados modales, con un pequeño detalle en su actitud no siempre dócil y complaciente. E...