capitulo 32

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Lucie observó al marques absorto en sus pensamientos con la vista clavada en esa sencilla pulsera de diamantes, estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no parecía importarle mojar su traje elegante en el agua que ella había derramado, sabía que ese accesorio tenía un valor mas allá de los diamantes que la conformaban y creía recordar vagamente que estaba relacionado con la infancia de Charlotte.

-¿Está todo bien Milord?- preguntó Marry, él ama de llaves recién contratada, con la confusión y curiosidad latente en su tono de voz, postura y semblante, ella siempre había podido leer las emociones en las personas quizá era una bendición o desgracia pues no era bonito ver el desprecio dirigido hacia ella.

-Si, si- respondió el hombre incorporándose goteando agua en las partes que su ropa habían hecho contacto con el suelo –Es solo que...- su mirada se perdió en el rostro de su amiga que seguía inconsciente.

-Ella despertara milord- se atrevió a decir sintiendo el dolor que desprendían los ojos azul profundo del noble, estaba verdaderamente atormentado y por demás cansado.

-Le arreglare una habitación, no creo que esté en condiciones de regresar a su casa- anunció Marry con ese tono que en lo personal le crispaba los nervios -tu ordena este desastre, no descuides a Lady Lowelace- habló esta vez dirigiéndose a ella con gesto adusto, más tarde seguramente le daría una reprimenda por el desastre que causo al tropezar con el tocador de Charlotte.

Dominik suspiro sabiendo que la mujer tenía razón, él no se sentía mental ni físicamente capaz de llegar hasta su casa montando en su semental que también debería estar cansado por la búsqueda y posterior rescate de su prometida solo horas antes. Miro nuevamente la pulsera entre sus dedos tan delicado y pequeño, pero a la vez lleno de recuerdos que por mucho tiempo permanecieron enterrados en su memoria. No podía creer como estaba a punto de cumplir una promesa casi absurda, convertiría a esa niña con la que compartió el verano, una vez, hacía más de diez años en la marquesa de Granby, justo como su abuelo lo hizo prometer.

-¿Necesita ayuda?- dijo viendo como la joven doncella recogía y ordenaba las joyas esparsidas por el suelo.

-No milord- se negó de inmediato, pero luego agregó -solo cambie el paño de la frente de Lady Lowelace, no derrame toda el agua, algo se logró salvar.

Asintió dispuesto a cumplir la petición, pero antes colocó la pulsera en la muñeca de su legitima dueña, quizá ella ni siquiera recordaba cómo había llegado a su poder o simplemente estaba olvidada entre sus otras joyas pero él sabía la historia tras de ella y verla puesta en su mano era como si compartieran un secreto íntimo, algo que solo ellos dos pudieran comprender.

La temperatura de su piel se mantenía baja, pero no tanto como para ser normal, paso el paño humedecido por su piel nuevamente, de manera delicada temiendo hacerle daño, más del que ya le había hecho, repitió la acción varias veces en un ritmo constante casi tanto como el de la luz solar que cada vez era más atrevida y luminosa.

-Ya está lista la habitación- escuchó decir a la mujer con tono cansado.

Suspiró por tener que alejarse de su Charlotte, quería estar ahí cuando ella despertara, quería ser lo primero que sus ojos vieran al abrirlos, pero bien sabía que su presencia en la habitación sería un problema y además sumamente escandaloso.

-Nos vemos mi Charlie- se despidió depositando un casto beso en sus labios, sin importarle la exclamación sorprendida que escuchó de una de las doncellas.

Siguió a la mujer sintiendo cada vez su cuerpo más pesado y cansado, ya conocía esos pasillos y cuando se detuvieron en la puerta no pudo sino sonreír, en esa misma habitación Lord Worcester había encontrado infraganti a su prometida, mientras se ocultaba bajo su cama.

Complicando al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora