Segunda clase

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Desperté alarmada, pues al parecer mi despertador decidió no sonar, en tiempo récord me encontraba lista y corriendo en dirección al instituto.

Al llegar no vi a Claudia y estaba rogando internamente para que no haya sonado la campana, corrí al salón en el que me tocaba a primera hora... inglés, subo escalón tras escalón a toda velocidad con la respiración agitada.

Al estar frente a la puerta veo a todos mis compañeros dentro del salón provocando que mis nervios se desaten desenfrenadamente, pero cuando me acercó lo suficiente notó qué la profesora aún no llega, suspiro aliviada y entro buscando a Claudia, entre todos los gritos y personas paradas la logro ver de el otro lado del salón haciendo señas con las manos para que la viera.

-¡Buenas noches!- me dijo sonriendo, jodiendo como siempre

-Mi despertador no sonó- contesté haciendo una mueca- pero tengo suerte que no esté aún la profesora-

-No la invoques, ojalá no llegue nunca- si, al parecer a Claudia en la vida le caerá bien un profesor.

-¿Por qué lo dices?- pregunté con el ceño fruncido.

-Porque no creo haber echo los deberes bien, ya sabes, puse palabras que no existen- dejo deberes y yo ni me percaté por estar idiotizada con ella, mi cara seguro en ese momento cambiaba de mil colores ya que Claudia reía de mí.

-Se te olvido hacer los deberes de tu profesora querida ¿cierto?.

-¡Ni siquiera escuché cuando los encargo!- hablé exaltada logrando una fuerte risa por parte de Claudia.

-Hazlos rápido antes de que llegue la ogra, es muy poco- dijo dándome su cuaderno con las instrucciones del trabajo, lo leí y volví a leer para luego comenzar a arrastrar la punta de carbón sobre el papel lo más rápido que pude.

-¡Terminé!- suspiré aliviada.

-Que rápida- contestó Claudia riendo.

El salón quedo en absoluto silencio al ver a la profesora Montés en la entrada, movía sus ojos de un lado a otro como si buscara algo, hasta que sus ojos chocaron conmigo, me miró fijamente, como si quisiera desnudar mi alma poco a poco, para ese entonces seguro ya estaba ruborizada, respiré tranquilamente intentando con fuerzas inexistentes calmar los nervios que me producen sus ojos.

Cuando reaccioné ella ya se dirigía hacía su escritorio y ponía sus cosas sobre él.

En veces mis ojos me traicionan y se dirigen hacia ella, me propuse no verla como ayer, me da temor de solo pensarlo que vea lo que provoca en mí, tal vez se asuste y piense que estoy loca. Pasó asistencia pidiendo los deberes para revisarlos pasando de uno en uno a su escritorio.

Me nombró.

Me puse de pie caminando hacia ella incapaz de sostenerle la mirada, pensaba que mis piernas no reaccionarían dentro de un momento debido a sus ojos clavados en mí, sentía como si mi cuerpo fuera un trozo de madera y su mirada una llama ardiente que se encarga de convertirme en cenizas. Logré llegar y arrastre mi cuaderno sobre la superficie de madera. Comenzó a leer mi trabajo tranquila.

-Bien, puedes sentarte- habló sin siquiera mirarme. Regresé a mi asiento confundida, se que es extraño pero comenzaba a gustarme ser víctima de su mirada. Ya en mi asiento quede un poco pensativa.

Podría asegurar que tiene al menos 33 o 32 años, ante sus ojos no soy más que una inmadura insignificante. Sólo basta con verla para saber que es una mujer dominante e inalcanzable. Cualquier fantasía que Laura Montés logre despertar en mi quedará justamente como eso, una fantasía, no más.

Sobre tu mirada  •|profesora y alumna|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora