Adicta a ti

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Tenía su mano sujetada y nuestros ojos seguían conectados, miré todo el restaurant en busca de algo que me ayudara a alivianar el momento.

—Hay que tomar esta mesa– hablé rápido mientras jalaba a Luisa del brazo en dirección a la mencionada.
Levanté la silla de madera haciendo espacio para poder sentarme.

Luisa seguía en silencio, me imagino que reflexionando la situación.

—Cuéntame ¿donde estuviste?– rompí el hielo.

—Estuve viviendo en Los Ángeles, volví hace dos meses.

—Que bien– sonreí –¿qué tal allá?.

—Lindo, me costó trabajo de...— la frase quedo atrapada en su garganta al ser interrumpida por la joven mesera con una libreta en su mano izquierda y en la derecha un bolígrafo.

—¿Qué ordenaran?.

Luisa comenzó a estudiar el menú y conforme leía platillos iba pidiendo, cuando terminó me miró preguntando qué ordenaría yo.

—Lo mismo– dije a la mesera, quien después de hacer una pequeña anotación, nos regaló una sonrisa y se alejó de nuestra mesa.

—Fue difícil para mí dejar– terminó su frase anteriormente interrumpida, entrelazó sus dedos sobre la mesa y me miró en silencio unos segundos –No pensé que fuera a encontrarte en el club, justo esos días estaba tratando de armarme de valor para buscarte, pero– agacho la mirada –no era capaz de dar la cara después de haberme ido.

—Eras la última persona que pensé encontrarme ahí. Me sorprendió un poco.

—Me imagino que fue el destino– sonrió –me obligó a acercarme a ti.

—Bueno si, quedaban temas pendientes por tratar– me removí incomoda en mi asiento, aclaré la garganta al pensar lo que acababa de decir –quedan– remarque.

—¿Quedan?– preguntó confundida. Tengo que aclarar con Luisa que no hay manera de reanudar nuestra relación.
Ordeno las palabras en mi mente para soltarlas de golpe sin herirla, mientras mantengo mi vista fija en la entrada del restaurante en la cual ahora se encuentran dos mujeres atravesándola, una de ellas es atractiva con buen cuerpo, cabello café castaño que cae en cascada sobre su espalda, sorprendida logró reconocer a la que es un poco más alta; la profesora Montés, pero ¿qué hace aquí?.
La mirada insistente de Luisa me hace caer en cuenta de que aún no respondo, no recuerdo siquiera de lo que hablábamos, cualquier pensamiento o palabra que se forme en mi cerebro en este momento será nulo, Laura Montés una vez más llegó a meter más dudas a mi cabeza y hacer que todo mi poder de concentración este centrado en ella.

—Ya tengo hambre ¿tú no?– suelto cualquier palabra al aire que logré esquivar el tema anterior que ha sido borrado automáticamente en mi cabeza.

—Mmm, si igual yo, ya no han de tardar– habló con el ceño fruncido.

Pedí a Luisa que me contara más cosas sobre el tiempo que estuvo desaparecida, mientras
más hablara mejor pues yo no podía formular una conversación coherente, mi atención (como raro) estaba en un solo punto, Laura y la mujer que la acompaña. Ella no se ha percatado que coincidimos en el mismo lugar, las sigo con la vista, se dirigen a una mesa cerca de la mía, en ratos hago movimientos con la cabeza en señal de afirmación o hago sonidos extraños sin abrir la boca para hacer creer a Luisa que estoy escuchando.

Llega la mesera de hace rato a entregar nuestra comida, mientras la acomoda sobre la mesa doy un rápido vistazo en dirección a Laura y apenas están tomando su orden.

Sobre tu mirada  •|profesora y alumna|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora