Mi maldita condena

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Actualidad

Busco ansiosa entre la alacena, muero de hambre, pero no hay nada que me agrade, ahora no quiero cocinar. Frustrada empujo una caja de cereal cuando sentí unas manos tomarme de la cintura.

—¿Qué es lo que buscas pequeña glotona?– susurra despacio pegada a mi cuello, ¿qué era lo que buscaba?.

—No soy glotona... tú hijo o hija está exigiéndome comida– digo dándome la vuelta apuntando a mi estomago. Sonríe. Sonrío con ella.

—Bien– dijo pegada a mis labios –yo me encargo.

Tenía que comenzar a ser más cruel, porque cuando es tan dulce me vuelve loca. Camina de lado a lado haciendo mil y un cosas, me es imposible despegar mis ojos de cada uno de sus movimientos.

No sé si es por la desesperación a lo que está preparando o él hambre que tengo de ella.

Tres años atrás

Después de dos horas dentro de aquel restaurante logramos salir, todas con vida, solamente ellas un poco bebidas. Dos horas de discusión al aire, nada fue específico, hablaban de temas sin ningún sentido pero a la vez con demasiado sentido, nunca se encararon, simplemente se lanzaron indirectas a muerte. Me limité a escucharlas y a controlar mi enojo al darme cuenta que ellas no notaban que estaba ahí y que entendía perfectamente que el sentido de su "conversación" apuntaba directo a mí.

Judith era la más ebria, bebió demasiado, supongo que para "controlarse". Antes de despedirnos de Laura, comenzó a besarme, la aparte molesta, sé que con ese beso trama dar el jaque mate... humillarla y no me iba a prestar a tal bajeza.

—Increíble– escuché murmurar a Laura junto a nosotras.

—No, más bien maravilloso, besa maravilloso.

—Judith cierra la boca– solté molesta.

—Sé que besa de maravilla– añadió Laura, enojada por supuesto.

—Cállense, las dos, llevo dos horas soportándolas y para ser sincera estoy a una de explotar, solo cierren el pico y cada quien a su auto... ¡ahora!– concluí al ver que solo me miraron sorprendidas, me sentía como mi madre en estos momentos.

Se obsequiaron una amarga despedida. Lleve a Judith al auto, abroché su cinturón sin decir una palabra, cerré su puerta y de reojo vi la silueta de Laura de pie donde mismo.

Acomodó su cabello hacia atrás frustrada, no está tan bebida, pero podría apostar que olvido donde estacionó su auto, aunque estuviera molesta con ella no podía dejarla ahí.

—Ahora vuelvo, me aseguraré que llegue a su auto– hablé por la ventanilla.

—Has lo que desees– me fulminó con la mirada. No me interesó así que comencé a caminar hacia ella.

Mientras me acercaba estudiaba sus movimientos. Paseó la vista entre todos los autos aparcados, luego apretó las llaves entre sus manos molesta, era tan tierna... me recriminé por ese último pensamiento.

—Olvidaste donde está, ¿cierto?.

—Si– murmuró apenada.

Sobre tu mirada  •|profesora y alumna|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora