Encadenada

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Moverme, incluso respirar me incomoda pues su cercanía me consume, mi paisaje favorito siempre será su imagen des concentrada, sin simular ser alguien, sin siquiera notar que en ocasiones parece inalcanzable para mí... verla concertada en el tráfico, poder apreciar sus cabellos rubios volar con el hilo de viento que entra por la ventanilla, labios ligeramente juntos, posición erguida y dos manos sobre el volante. Cualquier escena en la cual ella la protagonice será una de mis favoritas.

Me percato de que la he estudiado mucho y se que ella lo sabe, apenada por mis actos dirijo mi vista hacia el frente, sin controlarlo mis mejillas encienden. Nunca fui tan débil con una mujer, nunca llegue a ruborizarme solo por mirar a alguien, nunca llegue a ponerme tan nerviosa con una sola mirada... nunca digas nunca.

Las dos íbamos en silencio, cada quien absorta en sus pensamientos, no eran necesarias las palabras, en ese momento el sabor de su compañía era suficiente para endulzar el momento, sin palabras ni coqueteos. La velocidad del carro fue bajando poco a poco hasta llegar a detenerse en un restaurante muy lindo, ni muy elegante, ni muy casual. Al estar mirándolo recuerdo que no he comido con mi madre y que justo ahora no avise que no llegaría, apurada tomó el teléfono y marcó el número de memoria.

—Espera un momento– dije apurada a Laura quien me miraba extrañada por mi cambio de humor tan drástico.

—Descuida– volteó la mirada al lugar intentando darme privacidad.

—Danna ¿pasó algo, por qué no has llegado?– bombardeo de preguntas mi madre del otro lado de la línea.

—Perdón, olvidé avisarte que saldría a comer hoy.

—¿Cómo, con quién?.

—Con...– ¿qué se dice aquí? "Con mi profesora" no lo creo. Miro insistentemente a Laura rogando al cielo que caiga una palabra congruente para llamarla, cuando mira mi rostro parece entenderlo todo, susurra "amiga" guiñándome un ojo, sonrió inevitablemente –con una amiga.

—Está bien– no suena convencida, se que no se traga mi cuento –cuídate mucho hija, te espero más tarde.

—Si mamá, nos vemos luego– muere la llamada y puedo suspirar aliviada.

—¿Entramos ya, "amiga"?– remarcó la palabra "amiga" provocando que suelte una carcajada.

—Hagámoslo– me miró con una sonrisa.

—¿En serio? ¿Aquí?– al principio no entendí sus preguntas, hasta que encontré significado en ellas haciendo a mis ojos abrirse de sorpresa por la broma doble sentido que acababa de lanzarme.

—Si, entremos ya, necesitas comer al parecer– regaló a mis oídos una risa ligera.

Al entrar al lugar un exquisito olor de comida recién hecha invadió mis fosas nasales, seguí a Laura hacia una mesa al fondo del lugar pero no muy escondida.

—¿Aquí está bien?.

—Si– nos sonreímos para después tomar asiento.

No decía palabra, se dedicaba a estudiarme con la vista, como si intentara averiguar algo a través de mi, en ocasiones quería ser fuerte y sostenerle la mirada, pero soy más débil que ella así que mis ojos eran los primeros en ceder.

—Cuéntame de ti– habló por fin.

—No.

—¿No?– frunció el ceño.

—Cuéntame de ti, tú de mi ya sabes mucho– sonreí –a parte no tengo idea que se cuenta en estas ocasiones.

—¿De mi? ¿qué te interesa saber?.

Sobre tu mirada  •|profesora y alumna|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora