¿Es mía?

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—¿A donde vamos?– suelto resistiéndome un poco a la fuerza con la que tira de mí.

—Calla y sígueme– deja un corto beso en mis labios y sigue caminando, la seguí resignada.

Después de algunos minutos llegamos de nuevo al instituto y nos encontrábamos frente a su auto.

—¿En verdad me hiciste devolverme?– pregunté seria y ella rió.

—No, fui por ti porque te fuiste sin despedirte... además quiero llevarte a casa.

—Estaba a unos minutos de llegar a ca

—Pero no te estaba llevando yo, ibas furiosa lanzando mil maldiciones a mí y a la mujer que estaba conmigo– interrumpió soltando palabras ciertas. Al ver que no respondí volvió a reír –¿si ibas maldiciendo?– pregunta con una sonrisa.

—Claro que no— me miró sin creerme –bien, solo un poco– dije apenada por como mis celos se habían descontrolado anteriormente, me sonrió.

—No deberías de haberte puesto celosa de ella.

—Bueno, estaba tranquila hasta que la vi besarte cerca de los labios– mi rostro se tensó al recordarlo.

—¿Qué beso?– la miré sería –lo sé, no supe reaccionar... solo dije que no hiciera eso pe

—Bien relájate un poco– dije riendo al ver cuán nerviosa se había puesto.

Abrió la puerta trasera dejándome con eso confundida.

—¿Atrás?– pregunté extrañada.

—Sube– sonrió con una mirada insinuante. No entiendo nada.

Cerró la puerta y rodeó el auto tomando el lugar de piloto, la miraba por el espejo retrovisor fijamente, como si con hacerlo fuera a encontrar una respuesta dibujada en su rostro. Por unos segundos todo lo de alrededor a ella se desvaneció, solo existían sus facciones, sus ojos azules y sus dientes blancos cual puñados de nieve endurecida quienes se asomaban en sonrisa cuando sus ojos se encontraban con mi mirada penetrante mediante su reflejo.

La velocidad de el auto descendió obligándome a pasar la vista por todos lados, no identificó donde estamos, solo percibo todo mi alrededor de un color verde vivo, estamos rodeadas de árboles, césped y una que otra flor dando un color distinto al base. No hay ni una sola alma andando al rededor lo cual cuesta creer siendo un lugar tan lindo, en medio de todo esto estábamos solo nosotras dentro de el auto negro de Laura.

—Laura– digo dudativa.

—¿Si?– contesta con una pregunta en un tono relajado, como si no sucediera nada.

—Esto no es mi casa.

—Oh– pasea la vista entre el verde panorama –es cierto– suelta cínica y me mira por el espejo.

—¿Entonces?... – la veo morder su labio inferior sofocando mi cuerpo.

Baja del auto sin darme ninguna respuesta, me quedo quieta, no sé si bajarme de igual manera o esperar para ver cuál será su movimiento, abre la puerta trasera y entra conmigo.

—No ent-tiendo que– empiezo a hablar nerviosa pero mi frase no es completada debido a sus labios impidiendo que los míos suelten más palabras.

La tomo del cuello para pegarla más a mis labios, sus manos se pasean ansiosas sobre mi cuerpo aún con ropa, entre los movimientos carnales y ansiosos una leve brisa de ternura prevalece en el deseo. Me empujó con fuerza de los hombros sometiéndome a caer recostada en los asientos traseros, cruzó una de sus piernas sobre mi cuerpo quedando montada en mí; verla tener que subir la tela de su ajustada falda hasta los muslos para poder tenerme entre sus piernas me borro la cordura de golpe, el temor a ser descubiertas se esfumó sin intentar de nuevo entrar en mi mente, mi cerebro solo se concentraba el los gritos de mi piel exigiendo sus caricias, los gritos de mis sentidos ansiosos por tenerla cerca.

Sobre tu mirada  •|profesora y alumna|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora