Insegura

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Las primeras semanas comenzaron a pasar, me cuestionaba constantemente sobre si esto era real, todo estaba tan bien que me costaba creerlo, pero, a pesar de tener la aprobación de mi madre no significaba que teníamos la aprobación de el mundo, así que fuimos bastante cuidadosas.

Era y sigue siendo complicado tenerla en frente de mí dando clases con su postura de maestra estricta que hace verla tan inalcanzable y no besarla, o incluso me es imposible no llenarme de ternura verla pérdida en un libro mientras aplica los exámenes.
Quizás me gustó demasiado admirar la obra de arte de su cuerpo desnudo, pues ahora no puedo evitar desear arrancar cualquier prenda que se encuentre tapándolo.

Hoy tuve clase con ella y no he podido ni siquiera decirle un insípido "hola" gracias a la manada de gente que nos rodea. Así que una idea cruzo por mi cabeza; en un descuido tomé todos sus marcadores para que tuviera que salir a buscar más, los pasillos estaban vacíos y yo me encuentro mirando por la ventanilla esperando a que pase, la espero dentro de unos baños los cuales nadie usa porque les da miedo, que patéticos, prefirieren salir hasta el patio para ir a los que se encuentran afuera.

Comienzo a escuchar el sonido de sus tacones a lo lejos, sonrío para mis adentros al saber que funcionó, distingo su rubia cabellera y perfecto cuerpo a punto de pasar frente a la puerta, así que la abro rápidamente haciéndola pegar un pequeño brinco mirándome asustada, le doy una sonrisa a la cual a ella le cuesta corresponder debido al susto que acabo de provocarle. Giré mi vista de una dirección a otra de prisa y al confirmar que no venía nadie la tomé de la cintura y la metí conmigo.

—¿Qué es lo que te pa– no la dejé terminar, ataqué sus labios con desespero deleitándome con el sabor de estos, Laura no se negó, al contrario, pego mi espalda de golpe a la puerta, provocándome un jadeo de dolor y placer mezclado con una ligera risa.

Después de algunos minutos en los cuales no existió palabra alguna solamente besos y caricias, abrió sus ojos de golpe e hizo un sonido sin abrir los labios para llamar mi atención.

—Alto– habló agitada deteniéndome de el hombro impidiéndome acercarme de nuevo a sus labios –dejé al grupo solo para salir a buscar un marcador y terminé besándome contigo dentro de— pasó la vista a su alrededor para ver donde se encontraba ya que nos habíamos mantenido con los ojos cerrados desde que entró –los baños– reí.


—Aguarda– susurré sobre su cuello sintiendo sus piernas debilitarse, dejé un pequeño beso sobre él –aquí tienes– coloque los plumones entre sus manos, al tomar distancia de ella dirigió su mirada hacia abajo mirando extrañada lo que le había dado, levanto el rostro sorprendida y río.

—Estaba segura que si había traído plumones.

—Si, los traías– afirmé sonriendo –pero los tomé.

—¿Por qué?– preguntó aún sonriendo.

—Porque no aguantaba las ganas de besarte– hablé despacio arrinconándola sobre la puerta, soltó una sonrisa con picardía jalándome de la blusa pegándome a ella.

—¿Tenías, entonces ya no?– coqueteo haciéndome sonreír.

—Tengo– dije sobre sus labios. Sin demorarse más me besó.

Sentía mi cuerpo irradiar un calor intenso, la blusa que traía puesta ya se encontraba demasiado arriba, tanto que podía sentir frío mi abdomen por no estar cubierto, pero esto no era problema pues sus manos daban paseos sobre el provocando que este se mantuviera tibio. Estábamos en el punto en el cual una caricia representaba la pérdida de la cordura, todos nuestros sentidos se encontraban despiertos y deseosos, si no parábamos en ese momento tiraríamos todo por la borda.

Sobre tu mirada  •|profesora y alumna|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora