¿El amor lo puede todo?

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Tres años atrás

Permanezco estática, incluso creo que deje de respirar hace unos segundos, temía a que todo esto fuera una Epifanía, que se desvanecería en cualquier movimiento dado, incluso el de mis pulmones adquiriendo oxígeno.

—¿Estás bien Dan?– preguntó Judith ante mi cambio drástico de humor. Asentí.

—Estoy bien, descuida– parpadee un par de veces y volví la mirada a la mesa, creí que ya no estaría, pero no, seguía ahí, sin despegar sus ojos de mí. Sus hermosos ojos.

La vi levantarse, vendría hacia acá, no era capaz de afrontar eso, no sin haberme preparado, veo que comienza a dar pasos hacia nosotras pero me pongo de pie rápido.

—Voy al baño, ahora vuelvo– no espero respuesta, giro sobre mis talones y avanzo a toda prisa hacia los baños del lugar.

Ayudo a mis piernas sosteniendo la mitad de mi peso recargada en los lavamanos, me era imposible respirar con normalidad, tres malditos años, esperó tres años para volver y ahora simplemente se me aparece, sonriéndome así como si nada hubiera pasado, estoy confundida, muy confundida y muy furiosa.

Veo la puerta abrirse y en menos de un segundo su aroma se estrella en mi rostro, era claro que me seguiría, vamos Danna por qué no piensas con más lógica, no vine hasta los baños para que me siguiera, solamente quería salir de ahí como diera lugar, ahora tendré que enfrentarla sola. No me siento fuerte para hacerlo.

—Eres hermosa, pero si sigues mirándote así vas a desgastarte– volví a escuchar su voz y fue inevitable que mi piel se erizara. Esa frase la conozco, había sido pronunciada por sus labios tiempo atrás, no sólo se aparece ella, sino que trae con sigo los recuerdos.

Estoy muda, estática, como una muerta, sin aliento, ni vida.

—Danna– dice suave acercándose a mí, mi nombre en sus labios, sigue escuchándose tan bien.

—¡No me toques!– alcancé a exclamar con el poco aliento que indagaba en mis pulmones, frenando su tacto que comenzaba a ser próximo a perder mi memoria y mis rencores.

—Lo siento... yo tuve que hac

—No voy a escucharte– digo firme viéndola por primera vez, la seguridad se esfuma al ver sus ojos protegidos por un cristal de lágrimas, el nudo en mi garganta triplica su tamaño comenzando a asfixiarme –¿Qué quieres de mí Laura?– decir su nombre en voz alta después de tanto tiempo me resulta extraño.

—Te quiero a ti.

—Respóndeme algo– la fulminó con la mirada y me acerco más a ella. Mala idea, como siempre su cercanía sigue debilitándome, con la voz temblando continuo –¿esperas que me lance a tus brazos con solo verte? ¿Realmente crees que voy a perdonarte el haberte ido de esa manera por tu egoísmo? Por tu inseguridad, por tu cobardía.

—Solo necesito que me escuches.

—¿Y qué si no quiero escucharte? ¿Qué harás, irte de nuevo?.

—Fui una idiota, discúlpame– escucho su voz rota y las lágrimas comienzan a escaparse de sus ojos, el estomago se me hace pequeño, pero me es imposible acercarme a ella, el enojo ha levantado una gran muralla entre las dos –lo hice por ti, pensé que sería lo mejor, entié

—Eso no me interesa... estoy harta que decidan por mí, que no me dejen escoger lo que quiero en mi vida, que tomen decisiones en mi nombre, que se larguen pensando que me harán un bien y me terminen haciendo mierda– comenzaba a explotar frente a ella, las palabras raspaban en mi garganta, más bien la desgarraban –me harté de llorarte día y noche, de esperar mes tras mes que volvieras y dentro de tres años decides que es tiempo de volver. Ahora que estás aquí dime ¿Qué quieres? ¿Volver conmigo? ¿Recuperar el tiempo perdido y ser felices para siempre?... te equivocas Laura, no es como en las películas, aquí si existe el dolor.

Sobre tu mirada  •|profesora y alumna|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora