Luz de vida

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Actualidad

LAURA MONTÉS:

"Todavía creo que nuestro mejor diálogo ha sido el de las miradas"

-Mario Benedetti

Porque lo he comprobado, a pesar de tantos años tu presencia sigue debilitándome las piernas, porque antes de besarme, tus ojos ya lo han hecho.

Estoy desecha en un panorama café... en el café de sus ojos, abstracta en la vida y he dejado de reconocer olores, mi nariz se a aferrado con fervor a su aroma, es por eso que no logro sentir otra cosa... nada más que ella.

Me sentí enamorada de Danna hace años, pero el enamoramiento es efímero y sólo después de cruzar ese camino se viene la cruda realidad, el amar o no hacerlo. No muchos llegan al punto de amar, incluso hay personas que son adictas al enamoramiento y cuando este se termina huyen en busca de más sentir. Pero este no es mi caso, porque mi pecho se consume en llamas de amor, me encuentro consumida en este amor fulminante que desprende un agradable calor que nos hunde en el deseo.

Es extraño que a pesar del tiempo toda ella cause la misma sensación en mí. Que mis ojos lo primero que vean sea su sonrisa en las mañanas o cuando amanece de malas esa mirada que me quema y me grita que le quite el mal humor a como de lugar.
Aún me sudan las manos cuando siento sus pesados ojos sobre mí y la costumbre de mostrar una seguridad falsa sigue constante en nuestras vidas. Nunca me acostumbraré a verla, cada día, a pesar de los años me sorprendo, parece que es esclava de un hechizo de belleza y con cada minuto que pasa sus facciones son aún más hermosas, el aroma que es prisionero de sus cabellos se vuelve más adictivo y el café de sus ojos son arenas movedizas en mí, entre más intente esquivarlos me hundo poco a poco hasta llegar a perderme.

Y entonces siento que nunca disfrute más del oxígeno hasta que la conocí.

—¿Qué piensas?– mis manos fallaron al sentir su aliento en mi cuello y la manguera que era sostenida entre mis dedos con un rocío firme regando las plantas, estúpidamente se resbaló cayendo sobre el césped.

—En la vida– murmuré a duras penas.

—La vida o el destino, son los mejores amantes y nadie lo sabe.

—¿Amantes?– no entiendo sus palabras y el calor que desprende su cuerpo me nubla la razón.

—Adictos el uno al otro, porque la vida sin el destino no es nada, el destino crea la vida y la vida al destino.

No respondo, no me muevo, respiro su aroma, abrazo su cuerpo, me reconfortó entre sus brazos y me siento plena.

Llega el momento en el que mis labios no responden con palabras, mis ojos solo funcionan para ella y me siento exhalar su nombre a mi exterior. Podría brindar por ella en largas noches de mis penas como brindaría por ella en noches fantásticamente serenas... por ella, por la vida o la muerte, porque todo tiene sentido a su lado. Que si vivo, vivo por ella y que si muero, muero por ella.

Detrás de aquellos mundos que guardan nuestras pupilas hacia la otra se encuentra ese sentimiento, el mismo que nos caracteriza, una atracción que nos domina a las dos, un amor indescriptible y una dicha indomable.

Miro sus ojos, el tiempo no existe, aún se pone nerviosa conmigo y aún me pongo nerviosa con ella, en mi caso es menos evidente que en el de ella, pues a kilómetros identificó su acto nervioso, su rutina de colapso ante mí. Los movimientos sin sentido de sus manos, las sonrisas tímidas o esa manera fabulosamente entorpecedora que tiene de agitar su cabello despeinandolo y asesinándome sin piedad.

Sobre tu mirada  •|profesora y alumna|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora