Numero desconocido

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Cada día al verla mi corazón late como si fuera la primera vez, cuando no es ella el centro de mi mirada caigo en una efímera agonía de la cual solamente escapó con su sonrisa.
No sé si maldecir o bendecir el día en el que te conocí, pues me enloquece no tener control de mi... y que lo tengas tu.
Puedo asegurar una cosa, desde que la vi por primera vez los días anteriores nunca se repiten, la rutina quedo guardada en el baúl más recóndito de mi vida.
Su seguridad me asusta, sus ojos me consumen, sus labios me llaman.

Su mirada azul no se despega ni un segundo de mi si no es necesario, detesto que ahora mismo este el salón repleto de personas, que aunque nuestros ojos las ignoran, lamentablemente se encuentran ahí, formando un muro que nos separa.

—Reacciona– me mueve insistente del brazo.

—Ahora no Claudia– contestó molesta sin siquiera poder mirarla.

—Voltea a ver aunque sea un segundo a tu libro si no quieres que todo el salón se de cuenta que te estás comiendo con la mirada a la profesora Montés.

—Como fastidias– cedí, tengo que hacerlo, tiene razón.

—Profesora– habló Jaime, el típico patan que no puede faltar en ningún lugar, llamando la atención de Laura –¿puede venir un momento?– preguntó con un tono de voz estúpido dejando claro con el que sus intenciones siempre irán más allá de una simple e inocente duda.
Montés asintió poniéndose de pie caminando hacia él. Ahora mismo cualquier instrucción plasmada en mi libro era irrelevante, mi mirada viajaba conforme sus piernas avanzaban.

—¿Qué es lo que necesita?– dijo fría cuando llegó frente a él.
Antes de hablar Jaime le soltó una sonrisa que sé podría interpretar como coqueteo. ¿Que mierda le pasa? Acaso ignora el hecho que está rodeado al menos por 40 alumnos.

—¿Como se utilizan los verbos aquí?– pretextos, mi fulminante mirada no puede despegarse de cualquier acción  que Jaime realice para conquistar a Laura Montés. Se ve estúpido tan solo intentarlo.

Laura se inclina un poco para leer a lo que se refiere y mi vista claramente percibe como el idiota de Jaime le mira el escote sin vergüenza alguna.
El enojo dentro de mi creció en segundos, quería párame y soltarle un puñetazo en su cara de patan pero no es lo más conveniente.

Tiré con fuerza las plumas al piso provocando un no tan fuerte ruido pero sin duda capaz de atraer la mirada de Laura hacia mi, al escuchar el sonido ella despego la vista del libro y velozmente se percató de lo que hacia Jaime. Giró hacia mi para descifrar el origen del ruido pero al ver mi cara comprendió todo.
Sin contestar la "duda" comenzó a caminar hacia el escritorio con cara de desagrado.

—Si tiene duda acérquese usted al escritorio Morales– habló firme sin voltear a verlo.
Una sonrisa intento curvar mis labios pero lo evite, ya sentada en su escritorio me guiñó un ojo, era su manera de agradecer. No tenía que hacerlo, no iba a permitir que vieran su escote y mucho menos alguien como Jaime.

Las torturosas clases terminaron y yo ya hacia el camino grabado en mi memoria hacia casa. El timbre de mi celular me saco de mis pensamientos.

Numero desconocido.

—¿Hola?– digo extrañada.

—¿Donde estás?– agudizó mi oído en las últimas letras pronunciadas por aquella voz, pero, ¿cómo? Se suponía que no tenía mi numero... un escalofrío recorre mi cuerpo entero en el momento en el que mi cerebro me confirma que es ella.

—Unas cuadras arriba del instituto– contestó en tono dudativo.

—Bien, no te muevas– concluyó para colgar.

Sobre tu mirada  •|profesora y alumna|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora