Dos.Encuentros.

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      No creía que fuese buena que un grupo de chicos vagaran durante la noche cuando tenían que disputar una importante competencia mundial al día siguiente, pero su amigo había insistido- por un largo tiempo. Su teléfono vibró en su bolsillo cuando entró al ascensor del hotel.
— ¿Yuzuru? ¿Dónde estás?— Ese era el culpable, asegurándose de que no intentase escapar.
— Hotel— respondió en inglés, y en ese instante llegó al salón de la entrada—. ¿Dónde estás?
— Aquí— una voz dijo acercándose desde el otro lado del recinto. Dos personas estaban frente a él, Javier Fernández –su amigo en cuestión-, y una muchacha que lo seguía con una expresión abrumada. 
— Oh, la chica de ayer— Su pensamiento había salido de su boca antes de que pudiese detenerlo. Javier y la chica de cabellos castaños lo miraban en silencio. Entonces ella sonrió, y sus mejillas rosadas iluminaron su rostro.
— Hola— ella pronunció en inglés.
— Hola— respondió él, y se inclinó por dos segundos.
— Yuzuru, ella es la representante española de las chicas, Dalia Rodríguez. Es una fan de- 
— Javier, cierra la boca— ella le interrumpió, con una mirada agria, y luego se giró en dirección a él—. Encantada de conocerte. 
— Es una fan del anime, y esas cosas— Javier dijo, mirando de reojo a la chica.
¿Le gustaba el anime? Eso era genial.
— Y es de tu tipo.
¿Eh? Ella le dijo algo en español en un tono molesto que provocó una carcajada. Yuzuru, confundido, decidió presentarse a sí mismo.
— Mi nombre es Yuzuru Hanyu, encantado de conocerte, Dal... Dal-ia... Dalia
Su pronunciación hacia que el nombre de la chica sonara más complejo de lo que era. "Da-lee-yah"
— Puedes llamarme Leah. 
  Javier le había contado hace un tiempo sobre esta chica, una patinadora de su país natal con mucho talento y "tan cabeza dura como Yuzuru". Además, era la misma chica que había realizado una combinación de saltos preciosa frente a él luego de ver su cuádruple, ¡estaba seguro! De cerca, era más bajita –apenas alcanzaba su nariz-, y no parecía tan confiada como dentro de la pista de hielo, su expresión nerviosa lo hizo sonreír.
— Uh, tenemos que irnos— Javier avisó con la mirada en su teléfono, sin percatarse de lo malos que eran sus amigos para entablar conversación entre ellos—. Los demás nos alcanzarán en alguna parte.  Shoma, Nam y Zhenya se nos adelantaron, están haciendo turismo por su cuenta. Satoko, y Misha aparecerán más tarde.
— ¿Somos nosotros por ahora? — Dalia preguntó, rascando su cuello. 
Javier asintió, y guardó su móvil en un bolsillo trasero de sus jeans.
— Bien, muevan sus traseros. ¡Es hora del turismo salvaje!
Dalia le dio una mirada.
— No muy salvaje, me gustaría seguir viva mañana, gracias.
Yuzuru bufó bajito, intentando ahogar una risa. Su reacción no pasó sin ser notada por Javier, quien lo apuntó de inmediato.
— Oh, parece que le agradas, Dal.
Los tres caminaron por las calles de Boston- demasiado concurridas después de las seis de la tarde- de tienda en tienda, llenándose lentamente de bolsas. Al principio, el grupo parecía demasiado silencioso, pero pronto se encontraron siendo bromistas y hablantines –Javier era del tipo que integraba a todos, sin dejar espacio para que nadie se sintiese excluido o incómodo.
— Leah-san— llamó a la chica castaña.
— ¿Eh?— ella levantó la mirada de su jugo, y sus ojos hazel se posaron en él—. ¿Sí?
— Ayer...— ¿Cómo podía decírselo?— Tus saltos son bonitos.
Leah lo miró con los ojos abiertos, y casi se ahogó con su bebida.
— Discúlpenme un segundo. Nadie encuentra esta cafetería— dijo Javier y salió del lugar farfullando en español "¿Qué tan difícil puede ser? ¿Acaso estáis ciegos?" – lo que por supuesto, Yuzuru no había entendido. 
— Los tuyos son mejores— Dalia dijo de pronto.  
— ¿Eh?— Yuzuru sonrió, un poco descarado—. Oh, tú... ¿verme patinar...?— Había estado trabajando en mejorar su inglés, así que con un poco de suerte podría comunicarse con ella sin ayuda.
   Quizás ella lo había visto no solo realizando su cuádruple sino también durante su práctica oficial en la mañana. Aunque quizás era mejor que no lo hubiese hecho, había tenido un par de problemas con sus saltos.
— ¿Javier no te dijo nada?— Por alguna razón parecía aliviada—. Soy algo así como... una fan.
Yuzuru alzó las cejas.     
— ¿De... quién?
Dalia estaba roja como un tomate, y miraba a todas partes excepto a él. Pero cuando ella finalmente lo miró, él entendió.
Ah.
Ninguno dijo nada, y parecía que estaba por volverse en un momento incómodo.
— Tu Biellmann es muy bonito— ella dijo en voz baja.
— El tuyo también.
Se estaba hundiendo más y más. Ahora ella tenía que saber que la había visto alguna otra vez además de junto a su amigo ruso pues no había hecho ningún Biellmann ese día.  
Pero ella lo miró sin decir nada, sus ojos brillando con sorpresa.
— Bueno— finalmente habló— Eso es porque está inspirado en el tuyo.
— No, no. No es... nada como el mío. El que... el que tu... — No encontraba como expresarse correctamente en inglés. Dalia sonrió.
— Lo siento campeón. Pero no puedes decir que la tuya no es la mejor, estamos a punto de discutir si lo haces.
¿Acababa de llamarle campeón? Aquello le divirtió. 
— Hey, ¿socializando sin mí?— Una nueva voz de pronto se introdujo. Era Nam, que venía corriendo entre las mesas hacia ellos, seguido por Javier y Misha—. Hola, señorita. Soy Nam Nguyen.
— Dalia Rodríguez— ella respondió con un asentimiento.
— Javier dice que España va a aplastarnos a todos este año, ¿es cierto?
— Pff— Yuzuru respiró, cubriéndose la boca, y Dalia lo miró de reojo con una pequeña sonrisa. 
— Seguro que sí— Misha rió, y se presentó a la española antes de sentarse junto a ella. Los otros dos tomaron asiento también, Javier junto a Yuzuru; y Nam le dio unas palmaditas a Misha en el hombro, para que dejase espacio para él.
— Es probablemente la cosa más rara para decir, pero ya los conocía a todos, chicos. Tengo un televisor, ¿saben?
   La mayoría de ellos soltó una carcajada, incluso Yuzuru mordisqueó su labio inferior para contenerse.
— ¿De dónde salió esta chica tan encantadora, Javier?
  El pecho de Javier se infló, como si estuviese por presumir.
— Dal competirá por España mañana— anunció—. La conozco prácticamente desde que empezó a patinar, los dos entrenamos en Madrid por un buen tiempo.
— Oh— Misha asintió—.Tú eres la chica ballet, ¿sí?
Por la expresión que puso Dalia, no era la primera vez que escuchaba eso.
— Oooh— Nam salto—. La extensión de tu Arabesque spiral es sorprendente, Dalia.
— Gracias— ella sonrió tímida—. Empecé con ballet desde que pude caminar, mi tía es profesora, así que tenía al maestro en casa— explicó—. Y vaya que es difícil entrenar con familia.
Yuzuru asintió, para sorpresa de los presentes.
— Boku no onee-chan... uh, mi hermana es probablemente la persona más estricta que conozco. 
Otra conexión se formó entre ambos cuando él dijo eso, sus ojos lo decían cuando lo miró por una fracción de segundo antes de seguir hablando.
— Me han dicho un par de veces que mis movimientos sobre hielo son un poco como ver una bailarina de ballet. Supongo que es un poco difícil dejar el hábito.
— No, no— Misha agitó su cabeza—. Eso explica tus aterrizajes, son muy limpios y suaves.
Dalia se sonrojó.
— Gracias.  
— Digo la pura verdad, cariño. Seguro que lo harás estupendamente. Las chicas se encontrarán un fuerte contendiente este año.
— ¿Quién? Siempre estoy abierta al reto— Una voz femenina preguntó en un tono animado, y Yuzuru reconoció a su compañera representante de Japón, Satoko Miyahara, que acaba de llegar a la cafetería cargada de bolsas, y con su habitual sonrisa—. Hola a todos.
— Hola, Satoko-chan— La mayoría respondieron.
— Querida— Misha empezó, cuando la japonesa se sentó junto a Javier y Yuzuru—. Ella es Dalia, es una figure skater española.
— Es un placer, Miyahara-san— Dalia sonrió, y Satoko inclinó su cabeza.
— ¿Igual que Javier? Oh. — Tenía una perfecta pronunciación, limpia y sin un acento tan marcado. A diferencia de Yuzuru, que aún luchaba para comunicarse en inglés, Satoko había vivido un tiempo en Estados Unidos y su inglés era bueno.
— Por cierto, Satoko— Javier habló— ¿Viste a Shoma o a Zhenya por allí?
La japonesa negó.
— Bueno, será después— negó, y su rostro cambió a uno serio, mientras pasaba la mirada de uno en uno—. Mañana todos seremos rivales, e iremos por el oro sin dudar. Demos lo mejor de nosotros, y esperemos ninguna lesión.
Todos asintieron, incluidas Satoko y Dalia, que se miraban en silencio.
~
— ¿Por qué las chicas sois tan competitivas?— Javier le preguntó en español a la muchacha que caminaba a su lado cuando caminaban en dirección al hotel. Delante de ellos, Satoko y Yuzuru charlaban en un animado y muy rápido japonés; y detrás de los españoles, Nam y Misha mantenían una discusión activa sobre un tema trivial en inglés—. Satoko y tú casi os pulverizáis con la mirada allá atrás. ¡Míranos a nosotros los chicos...!
— He escuchado que tú y Yuzuru nunca hablan el día de las presentaciones, ni siquiera finjas que la competencia no causa nada.
Javier hizo una mueca.
— Pero...
— Está bien, Javi— Dalia sonrió—. Probablemente sea estrés pre-competencia. No nos odiamos ni nada. Además, la mayoría de chicas han sido metas lejanas para mí por mucho tiempo; ser vista como oponente es un honor para mí. Casi quisiera probarme a mi misma mi nivel mañana mismo.
Javier resopló, divertido. Dalia tendría que esperar un día más pues las presentaciones del programa corto de los hombres estaban primero en la planificación del evento.
— ¡Niña! Parece que no perderás esas ansías de satisfacerte a ti misma nunca, ¿no?— Dalia miró al suelo, sintiendo la emoción recorrerla, y escuchó a su compañero suspirar—. Hombre, parece irreal que estés aquí.
— ¿Tanto apesto?— Dalia sabía que Javi no quería decir eso, pero si la oportunidad de tomarle el pelo a Javier se presentaba, tenía que tomarla.
— Oh, sí. ¿Recuerdas que los ángulos en tu Lutz eran lo más desastroso del mundo? Pensé que nunca lo lograrías— le dijo, y luego se echó a reír cuando Dalia le dio un codazo—. Ugh, ¡Leah! Acabas de herir el cuerpo de un atleta mundial— dramatizó sosteniéndose el lugar donde ella lo había tocado ligeramente—. ¡Ah, qué dolor!
— Cálmate, estrella. Apenas te toqué, ¡y mis ángulos siempre han sido buenos!
  Decía eso, pero Dalia sabía de qué hablaba. Cuando estaba aprendiendo a realizar el salto Lutz triple, de pronto sus brazos estaban por todas partes en su Lutz doble, era un desastre. Irene se la pasaba encontrando detalles en todo lo que hacía, como saltaba con una pierna en un ángulo deplorable, como arrugaba las cejas cuando estaba en el aire, como su pierna estaba más alineada, pero aún en una posición que daba pena...
   Yuzuru y Satoko le lanzaron miradas al par de españoles ruidosos. Ahora hay dos de ellos, probablemente pensaban. Nam y Misha sonreían divertidos, aunque nadie entendía mucho de la conversación.
— No es cierto. Irene solía pasársela gritando todo el día "¡No, está mal, MAL!".— Javier agudizó su voz, intentando imitar el acento pesado y la voz aguda de la coach rusa.
— Bueno, eso no ha cambiado mucho—. Ambos rieron.
— Creo que la vi más temprano llamando la atención de todos con sus gritos a cierta chica.
— Me quedé dormida en las graderías— explicó, recordando el por qué se había perdido el calentamiento de las chicas—. No pude pegar ojo en toda la noche, ¡y cuando me encontró durmiendo casi me arrastró hasta la pista frente a todo el mundo! 
— Si no supiese cuánto entrenas, diría que eres una irresponsable, Dal—. Ella lo miró y él sonrió.
— Hey, hágannos parte de su conversación— Nam interrumpió—. Ustedes dos parecen estársela pasando genial, ¡y los demás no entendemos ni a!
Javier y Dalia se miraron con sorpresa, y se echaron a reír.
— Bien, chico— Javi le dijo en su acentuado inglés—. ¿Escucharon hoy durante la práctica de las chicas a la mujer gritona?
Dalia resopló divertida ante la descripción, y soltó una carcajada cuando todo el grupo asintió –pero, más que todo, una extraña calidez la recorrió cuando unió puntos, y se dio cuenta de que, si todos habían visto a Irene gritando, entonces probablemente la habían observado durante la práctica. 
— ¡Ah!, esa es la coach de Dalia, ¿no?— Nam comprendió.
— Oh, hombre— Misha dijo—. Es ese tipo de coach.
— No, no— Dalia agitó la cabeza—. Sólo es muy estricta, conmigo y con todos. Si puede y encuentra el motivo, va a terminar corrigiendo a cuando patinador se encuentre haciendo algo incorrecto—. Quizás por eso, Gilian huía tanto de las pistas de hielo –su tía ya le gritaba lo suficiente sin verlo haciendo el ridículo cada vez que usaba unos patines—. Así que, cuidado.
Nam la miró divertido.
— Oh, pero escuchen por qué gritaba— Javier siguió—. La señorita estaba bien dormida mientras las demás calentaban.
Todos miraron a la chica.
— No pude dormir en toda la noche—Dalia se defendió—. Me dormí en las graderías y se me pasó el tiempo. 
— Leah, ¿no...? — Yuzuru empezó, pero luego negó cuando ella y los demás lo miraron.
Después de eso, la conversación se calmó, y llegaron al hotel donde se hospedaban los patinadores y sus coach.
— Iré a verlos mañana, chicos— Dalia les contó, con las mejillas un poco calientes, antes de despedirse.
— Es tu primer show internacional en vivo, ¿no es cierto?— Javier cuestionó, y Dalia asintió—. Oh, me esforzaré por impresionar a una admiradora entonces. 
— Siempre haces eso, exhibicionista— Dalia susurró, cuando Javier la abrazó a modo de despedida.
— Nosotros nos esforzaremos también— Nam le dijo, y la abrazó rápidamente. Olía a rosas, como un bebé- curioso, pensó ella, y bonito—. Nos vemos mañana, Dalia—. Ella asintió.
— Todos tienen estilos de patinaje preciosos, estoy ansiosa por verlos sin una pantalla de por medio.
Nam sonrió, y le dedicó una reverencia estilo príncipe.
— Yo quiero una admiradora— Misha canturreó— Asegúrate de apoyarme a mí también, chica ballet.    
— Lo haré. Hasta mañana, Misha.
Yuzuru y Satoko se inclinaron, lo que a Dalia le parecía incómodo y lindo al mismo tiempo- ¿Qué se suponía que hiciera? ¿Si se inclinaba no les parecería irrespetuoso a ellos, como un robo de cultura?
— Hasta mañana, Leah-san— Yuzuru le dijo con su inglés cargado de un fuerte acento –lo que tenía a Dalia gritando internamente de ternura desde que lo había escuchado. Además, nunca la habían llamado Leah-san, pero de pronto quería ser llamada así por el resto de su vida.
— Hasta mañana, Yuzuru— Intentó no demostrar mucho favoritismo, y se despidió de Satoko igualmente—. Nos vemos, Miyahara-san.
— Puedes llamarme Satoko, Dalia— La japonesa le dijo con una sonrisa, y luego subió al ascensor junto a Yuzuru.
Ella subió a su habitación y se encontró a Gilian tumbado en la cama, jugando algún videojuego sangriento en su Nintendo DS.
— Señorita sociable, has vuelto. ¿Qué tal fue?— Gilian dijo, sin despegar la mirada de su juego.
— ¡Me vio esta mañana!— Dalia explotó finalmente— Oh dios mío. Y... ¡y mis Biellmann le parecen lindos!— agitó la cabeza, tratando de aclarar sus ideas— ¡Y escucha, Gil! Todo el mundo vio a Irene gritándome durante la práctica, ¡QUÉ VERGUENZA!
  Gilian soltó una carcajada.
— Oh, bueno. Qué buena primera impresión.
— ¡No te rías!— Ella se quejó, lanzándole una almohada, y se dejó caer en la cama junto al rubio despeinado. 
— ¿Cómo estuvo tu práctica?
— ¿En la escala Irene?— Su coach siempre apuntaba a cada imperfección, cada detalle por más pequeño que fuese, cuando su rutina terminaba. Así que, el objetivo de Dalia era dejarla callada -no obtener una felicitación o un abrazo- lo que llevaba a "La escala Irene", una forma de medir su desempeño basado en  "¿Cuántas palabras dijo Irene post-programa?"
— Para ti— Gilian aclaró— ¿Qué tal se sintió?
— Umm— ella pensó antes de responder—. Pues estaba algo contrariada por los gritos de Irene, pero... estuvo decente, supongo. Un poco torpe para mí gusto, pero creo que puedo hacerlo.
— Puedes hacerlo, Dalia. Me trajiste hasta aquí, así que tienes que dejarme ver tu mejor presentación. 
Ella asintió.
— Lo haré.

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Aquí está el capítulo 2. Muchas gracias por las lecturas, y por favor voten si les gusta y quieren otro capítulo :) 

H. 


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