Cuatro. Tres años después.

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     Andy Biersack gritaba en sus oídos mientras saltaba de un lado a otro, nerviosa. Coach Irene simplemente observaba con una expresión indescifrable. Gilian no estaba allí -sino entre el público oculto con su capucha- y Javier aún no aparecía, así que no tenía con quién hablar para calmarse.

Se dedicó a estirar, y se encontró a si misma probando su flexibilidad como si tuviese miedo de que desapareciese, repasando en su mente una y mil veces secuencia tras secuencia, salto tras salto. Sentía un hueco en su estómago, y sus piernas se sentían -quizás- demasiado ligeras. Su precioso vestido rosa palo -con un diseño intrincado y una falda que hacía alusión a un tutú-, estaba mayormente oculto por la chaqueta blanca que decía "España" en su espalda; pero se pegaba tanto a la figura de su cuerpo que comenzaba a sentirse asfixiada.

Alzó su pierna en la posición de un I-spin por quinta vez, y cuando giró casi cayó sobre un salido de la nada Javier Fernández.

Whoa, cuánto entusiasmo— Javier rió.

— Javi— ella dijo, y lo abrazó. Él se inclinó y acarició su espalda, tranquilizador.

— Coach Irene, es bueno verla— saludó, y la mujer rubio asintió.

— Te ves en forma, Javier.

Los ojos de Javier se ampliaron y sonrió. Eso era un tremendo halago para quiénes sabían cómo era la rusa.

— Gracias—. La mujer asintió, y no cortó la charla como usualmente hacía cuando Gilian se acercaba antes de una presentación.

Probablemente siente mi ansiedad a kilómetros... especialmente porque sabe qué significa esta competencia para mí.

— Mira, traje algo conmigo— Javi se movió, y detrás de él...

— ¿Algo?— cuestionó el chico que Dalia observaba en silencio. Él hizo su reverencia japonesa con la cabeza, y aunque ella quería abrazarlo de la misma forma que a Javier, se contuvo y simplemente le regaló la mejor sonrisa que logró formar en ese momento—. Konnichiwa, Leah-san.

Dalia no pudo evitar celebrar interiormente. ¡Su japonés sonaba justo como un anime en la vida real, tan bonito!

— No pregunté antes— soltó ella— pero, ¿está bien para ti que use tu nombre sin honorífico? ¿Podría llamarte Hanyu-san o...?

Escuchó a Javier murmurar algo que sonó como "está demasiado nerviosa". Yuzuru por su parte, se tomó en serio el gorjeo ansioso de Dalia.

— No, no. Hanyu-san muy... formal. Yuzu está bien.

— Ah— ella asintió, y entrecerró los ojos un poco— Entonces, ¿por qué soy Leah-san para ti?

— Ehh...— Yuzuru pareció pensárselo, y Dalia empezó a creer que quizás no le había entendido.

— No me molesta que me llames por un diminutivo o que uses honorífico, suena muy bonito.

Eso pareció aliviarle. Por alguna razón, eso calmó el desorden que había en sus pensamientos. ¿Podía estar tan tenso por lo que ella dijese?

— Ah, tengo algo más— Javier informó, y del brazo que ocultaba en su espalda apareció una flor. Ella sonrió y casi rodó los ojos. Una Dalia. Era tan cliché que soltó una carcajada – probablemente ese había sido el objetivo de Javier desde el principio, darle ánimos.  

  

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