Siete. Una en España, ella.

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— ¡No, es muy temprano!— chilló cuando Irene tiró lejos la cobija que la mantenía deliciosamente cómoda en su cama. "Afuera" gruñó su coach en ruso, y cuando una mano helada cosquilleo en sus piernas desnudas dio un salto cual conejo asustado y entonces estuvo fuera del cielo de sábanas blancas.

— Sabes que odio que me toquen con las manos frías cuando duermo.

— Y mira que útil resulta— canturreó la mujer.

Irene estaba de buen humor, pero ella, sacada de su cama de aquella forma, sentía el pesado manto del mal humor como una carga. Quince minutos después estaba en la cafetería del hotel con un café humeando en sus manos, y su humor mejoro instantáneamente. Caminaba hacia la Arena junto a alguien más malhumorado que ella, y su coach hablaba por teléfono unos pasos detrás. Sin nada mas para entretenerse, saco su móvil.

De: Spicy Nam :P

4:45a.m.

Buena suerte, pequeño humano.

De: SúperJavi -En línea-

Cierta persona está nerviosa, pensé que debías saberlo ;)

Cierta persona tenía nombre, y cierta persona apenas había entablado conversación con ella dos veces en su vida, no era como si pudiese simplemente preguntarle sobre sus nervios como si fuesen cercanos.

De: SúperJavi -Última vez 8:22a.m.-

Oh, y pregúntale sobre animes. Conversación segura que evitara que yo enloquezca escuchándoles a ambos murmurar sobre últimos capítulos.

Casi se echó a reír en media calzada. Sí, quería hablar con su ídolo sobre anime, sobre mil cosas. Pero, vaya insistencia la de su amigo.

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La pierna de Yuzuru golpeando frenéticamente contra el alfombrado era todo lo que se escuchaba. Estaba a diez minutos de la arena en la que practicaría, pero su transporte estaba atascado en el tráfico. La espera estaba carcomiendo sus intestinos. Quería patinar, dos meses de descanso aún seguían demasiado presentes en su memoria. Necesitaba más práctica, más tiempo con el hielo bajo sus pies. Su coach, Brian, le lanzó una mirada y regresó sus ojos hacia la pista con un suspiro. Las ansias del patinador japonés se podían sentir a kilómetros.

— ¡Mueve el trasero! ¡Apresúrate, vamos!— alguien gritó en la calzada. Alzó las cejas. Estaban cerca de una pista de competencia, así que no era sorprendente encontrarse otro patinador. Pero, ¿ella?

Una muchacha castaña de bellas facciones usando un atuendo deportivo sostenía una enorme maleta en una mano, y con la otra tiraba de una alta figura con apremio.

Esos dos de nuevo.

Dalia y... aún no tenía idea de cómo se llamaba su amigo. Se preguntaba si notaban lo mucho que llamaban la atención. No era solo eso, puesto que esta vez, otra persona les acompañaba. Alta, rubia, adusta, y rodeada de adolescentes ruidosos, coach Irene llamaba la atención más que nadie.

Más tarde, cuando se dirigía a su pista de práctica: el rink tres, su mirada viajó por la pista dos -visible a través de una enorme ventana de cristal- y los encontró de nuevo. Ella estaba haciendo una variación de layback spin que definitivamente era nivel cuatro: su espalda estaba arqueada hasta chocar pierna libre apenas despegada del hielo; su coach miraba en silencio- la chica también podía callar a su entrenadora.

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