Veintiuno. La sonrisa al final de cada programa.

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— Así que ahora entrenas niños.

Dalia asintió.

— Y soy llamada "coach Dalia", es realmente divertido.

Javier rió.

— ¿Y que hay con el niño japonés?

Dalia se encogió de hombros. Apenas había sido una semana desde el cambio, y aun se sentía abrumada con la nube de diferencias. Por las mañanas, se encargaba de un grupo de niños y los ayudaba con la técnica de patinaje -lo que de paso terminaría siendo beneficioso para mejorar sus bases- y por la tarde, Irene enloquecería con sus, ahora, dos estudiantes. El niño la seguía, y tras declarar lo "elegante y agradable" que le parecía el patinaje de la española, lo vió asentir a todo lo que le decía la entrenadora rusa, y preguntarle a ella por consejos cuando su limitado ingles no le permitía entender con claridad (la mayor parte del tiempo). Con apenas trece años, era más disciplinado y talentoso que nadie de su edad en esa pista.

— Hiro es muy bueno para su edad. Y, ¡cielos, Javi! Tiene el mismo corte de cabello que Yuzu a su edad.

Por supuesto, como la mayoría de niños japoneses en el deporte, admiraba a Yuzuru Hanyu. A veces, incluso, Dalia veía destellos del campeón olímpico, en el propio Hiroyuki Yoshida. Un inmensurable talento contenido, una promesa de victoria, una sonrisa ante el desafío que suponía crecer.

— ¡Oh no!—. Ella le dio un manotazo, y Javier soltó una carcajada.

— Hice mi búsqueda— ella le reveló, a lo que Javier respondió con un: "Por supuesto que si, es un japonés después de todo", que provocó que Dalia riera—. Es medallista de plata en las Nacionales Junior de Japón.

— Uh, así que tienes al próximo Yuzu a tu lado.

— No al próximo -Yuzu es inigualable-, pero si a alguien que tiene la misma aura y posiblemente la capacidad para sostener su legado—. El desconocido futuro de alguien tan joven verdaderamente la asustaba. ¿Qué pasaba si no era lo suficientemente buena para sacar lo mejor de una promesa japonesa? —. También tiene un Triple Axel muy bueno, es irritante.

Javier rió, apoyándose en la baranda. Dalia le lanzó un vistazo a su entrenadora fuera de la pista de hielo de practicas del Campeonato Europeo, y al descubrirla aún distraída con el entrenador de Javier, continuó charlando con su amigo.

Ahí donde las historias de los patinadores se extendían, entre ellos nació un sentimiento de entendimiento diferente. Era Javier quien por años habia cargado la tarea de llevar a su país a la cima, y quien se habia mantenido allí. Ahora ella, quien lentamente comenzaba a ser nombrada en todas partes como una competidora retando a la élite, entendió lo que realmente significaba. La presión, las miradas, el peso de la expectativa de un país que contaba con ellos, la realidad de lo que significaba que el único patinador que España tenía allá arriba cayese.

Javier a su vez, lo sabía. Si Dalia quería llegar al cielo, tendría que conocer y aprender a soportar ese peso. Ahí estaba el mayor reto.


~

El Campeonato Europeo fue visto por los patinadores no asistentes, quienes tenían la competencia equivalente para prepararse: el Cuatro Continentes. Era el regreso de la medallista olímpica de bronce, Carolina Kostner, y fue la primera vez que Evgenia Medvedeva y Dalia Rodríguez se encontrarían en competencia después de imponer en sus respectivas Nacionales.

Justo como Javier había mencionado a su amigo japonés, dos patinadoras empezaron a empujarse una a la otra. Era divertido de apreciar para Yuzuru. Ambas eran impresionantes, ambas distintas y extremadamente competitivas dentro de la pista- sus miradas de hierro lo decían. Fuera del hielo, el mundo adoraba sus fotografías juntas y la amistad que habían entablado en Marsella.

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