Cinco.Baila, pero no sosteniendo mi mano.

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CANCIÓN DOS: You're beautiful. James Blunt.


        El programa libre de los chicos pasó en un abrir y cerrar de ojos.

— ¿Cómo estuvo mi presentación, Dalia? — Javier Fernández canturreó—. ¿A que estuvo... excelente?

Ella rodó los ojos -recordando la broma de Yuzuru después del SP-, y musitó:

— Estuvo muy bien, Javier.

— ¿Muy bien?— preguntó Javier con un tono incrédulo— ¿Sólo eso?

Nam, caminando delante de ellos, resopló divertido.

— Deja de rogar por halagos, bro.

Dalia sonrió.

— Estuvo brillante, espectacular... más que excelente, Javi.

— Por supuesto que lo estuvo, soy el mejor.

La esperada respuesta sarcástica de Dalia se perdió cuando vio a Yuzuru salir de una habitación y alejarse pasillo abajo con su mochila deportiva. Quiso abrazarle, cambiar por una sonrisa aquella expresión que siempre rompía el corazón de Dalia aún a través de una pantalla. Segundo lugar era impresionante aún, pero ella –una ávida seguidora de Hanyu- conocía el hambre de su ídolo por el oro, un hambre que no desaparecía, una sed de victoria que nunca se apagaba; lo que te destruía cuando eras alguien con el talento desbordante de Yuzuru y veías la victoria escaparse frente a tus ojos. Dalia se moría de ganas de preguntarle qué le distraía, qué había pasado... todo; pero temía que el japonés se alejara ante semejante invasión. ¿Qué derecho tenía ella? ¿Cómo podía lamentarse siquiera, cuando nunca había conocido la cima –en la que Yuzuru había estado tantas veces?

Y así, luego de aquella noche en la que observó a Yuzuru trastabillar como nunca lo hacía en su programa libre y a Javier presentar un programa perfecto que le ganó el oro y relegó la Plata al japonés; el turno de las chicas llegó.

Y no pudo dormir. De nuevo.

Zigzagueó por los pasillos del TD Garden, soñolienta, y con su coach pisándole los talones. La buena noticia, era que había subido hasta el tercer grupo de cuatro en la categoría de chicas. No había ingresado a ninguna de sus redes sociales desde que presentó su programa corto, pero Gilian le había contado que la impresión del público en general al encontrarse una española escalando posiciones de pronto, era clara.

— ¡Dalia!— una voz gritó, y las chicas del tercer grupo se giraron al mismo tiempo. Algunas saludaron a Nam Nguyen, pero él se dirigía hacia la chica dando saltitos en una esquina— Hey.

— Nam, h- —Él canadiense la abrazó de sorpresa, cortando su frase. Ella rio cuando la estrechó con fuerza antes de alejarse con una encantadora sonrisa de oreja a oreja.

— Ahí lo tienes. Mi abrazo de la buena suerte.

Dalia intentó no reírse, pero no lo logró.

— Gracias, lo necesitaba.

— De nada— asintió satisfecho—. ¿Dónde está tu coach, por cierto?

— Allá— Dalia hizo un gesto con la cabeza al lugar donde Irene Zhdánov estaba sentada charlando con alguien del Club de Madrid. La coach le lanzaba miradas de vez en cuando a su pupila, pero la mirada de Nam encendió algo en Dalia— ¿Por qué? ¿Quieres que los presente?

— ¡No!— saltó, quizás demasiado rápido— Digo... yo...

Ella entrecerró los ojos.

— Señor Nguyen, ¿le da miedo mi coach?

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