Treinta y cinco. Parte del Cricket Club.

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Nota del autor: En estos días de cuarentena por COVID-19 (cuidense mucho), ¿qué mejor que escribir? c: 

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— Sois adorables.

Dalia fingió no sentirse abrumada y continuó rebuscando entre el desorden de ropa en su habitación, tomando blusas o ropa de entrenamiento aquí y allá para lanzarlas en su maleta.

— Te mira como un tonto― Mariluna señaló, y asintió—. Lo apruebo. Si te quiere de verdad, esa es la mirada correcta. Podrá ser el cisne que enamoró a nuestra Hada de Hielo, pero más le vale que te aprecie como debe.

Dalia rodó los ojos, casi intentando desviar el sonrojo en sus mejillas.

— ¿Qué?

Malu se encogió de hombros, sonriente.

— Así te llamó la prensa hace unos días. Y tiene un cierto toque, ¿no os parece?― tecleó un par de cosas en su teléfono y le mostró un artículo de un periódico en línea con una fotografía suya durante su presentación en un show de Fantasy On Ice.

«Aspirante a la cima del mundo en las Olimpiadas próximas.»

«El Hada del Hielo que está escalando hasta el cielo.»

«La Princesa del patinaje sobre Hielo es española.»

Así era la prensa española siempre que debían referirse al patinaje: exagerados. Dalia vivía sus sueños en la prensa antes de enfrentarse a ellos en la vida real. No obstante, en lugar de crearle presión, le encantaba descubrir los sobrenombres que le colocaban en un país donde su deporte no era particularmente conocido.

— Y ahora, vas a pasar casi un mes con él. Me pregunto quién está más ansioso—. Observando a Dalia, parecía difícil imaginarse a alguien más estresado por sus ansias que ella; pero la española conocía a Yuzuru... no podía imaginar cuanto había esperado el momento. Especialmente cuando el japonés había probado ser bastante celoso en ocasiones aleatorias –por ejemplo, cuando Javier le había comentado que solían entrenar juntos y pasársela genial compitiendo, inventando coreografías ridículas sólo por diversión y en general, conviviendo en el ambiente natural de un patinador fuera de competencia.

— Javi— respondió Dalia, bromeando y como si lo hubiese convocado con un hechizo, el teléfono de Dalia se iluminó sobre la mesita de noche. Era Javier―. ¿Lo veis?

Era algún mensaje tomándole el pelo sobre su "romance flotando en redes sociales con el Príncipe de Japón", pero funcionaba de maravilla para probar su punto.

— El dúo dinámico se reunirá de nuevo— January asintió. Los conocía desde que entrenaban juntos, pues Dalia solía quejarse interminablemente sobre "el chico parlanchín del Club de Patinaje" por horas en sus ratos libres entre clases de Matemática e Historia—. El Club de Canadá solo puede imaginarse lo que le espera. Ambos sois Patinadores de escala Mundial ahora.

Dalia negó.

— Han de estar acostumbrados a estrellas, Jan. Tienen a Yuzu, a Javi -¡Yuna solía entrenar allí! Y el propio Brian Orser es una estrella.

Resultó que se equivocaba. De pronto, cuando iniciaba su calentamiento sobre el hielo, en silencio, la música cambió y todos los presentes se enfocaron en ella. Irene la miró con una expresión divertida desde su puesto junto a Orser y tres de sus pupilos, y ella misma le dedicó una sonrisa incrédula al hielo bajo sus cuchillas. No obstante, terminó haciendo lo que le pedían: les mostró quién era.

Era su mejor programa hasta entonces, su programa largo cargado de energía, con un triple Axel que aún no podía aterrizar por completo –al menos en competencia. El hielo siempre la recibía con el mismo suspiro frío que acariciaba su piel con la familiaridad de un viejo amigo, sus cuchillas sonaban maravillosamente mientras dibujaban líneas curvas y tejían un dibujo de extremo a extremo de la pista.

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