Trece.Buena suerte.

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El sol entraba por la ventana, y el lapicero de Dalia Rodríguez golpeaba rítmicamente la tela del jeans cubriendo su muslo.

¿A o C? Dentro de ese salón, esa debía ser su mayor preocupación... pero no lo era. Había tenido un pésimo día de entrenamiento en la pista el día anterior, y el sentimiento de falla no dejaba su cabeza.

—¿Qué tal estuvo, geniecillo?— Gilian le preguntó directamente apenas respondió a la llamada telefónica de Dalia -que cruzaba los pasillos de su Facultad universitaria, lista para echar a correr si su transporte amenazaba con dejarla atrás. Tenía tiempo, pero nunca se sabía, existían conductores sin piedad.

— Ni idea, Gil. La fonética no es lo mío. "¿El sonido en esta palabra es ainiajdsf o argbrajdn, muchachos?"— imitó la voz de su profesora de Comunicación Oral—. Ugh, creo que memorizar las palabras con su respectivo sonido fonético directamente del diccionario suena más posible para mí.

Sabía que expresión de tener su mejor amigo en ese momento.

— Leah...—él suspiró—. Deja de presumir el cerebro de rata de librería que tienes.

— Como sea, ¿estás en el Club?

Gilian suspiró, y eso bastó como respuesta a Dalia, pero el rubio resopló un "desgraciadamente" para diversión de la muchacha que saltó dentro del bus al último segundo.

— ¿Puedes pedirle a Irene media hora? Olvidé mi equipo de entrenamiento cuando salí de casa, y no creo que un Arabesque en jeans ajustados sea exactamente cómodo.

Al otro lado de la línea, Gilian se quejó sonoramente.

— ¿Por favor?

— ¡Dalia!— gruñó él —. ¿Por qué siempre me dejáis el trabajo sucio?

Pero Gilian accedió de todas formas, y con la prisa en la que era común encontrar a la patinadora, voló escaleras arriba en su casa y un tornado cruzó su habitación. Camino abajo, no obstante, el tornado fue frenado por su madre.

— Dalen'ka , ¿Qué estás...?— Los ojos de Florence encontraron el bolso deportivo dónde mantenía sus patines y suspiró, cambiando su pregunta— ¿Puedes regresar temprano esta noche? Quiero hablar contigo.

Tan cerca de la Final del Grand Prix, y con sus exámenes de mitad de semestre justo en el intermedio de competencias, sus entrenamientos usualmente se extendían hasta tarde.

— P-— La mirada de Florence silenció su objeción—. Está bien, madre.

Irene va a trapear el piso conmigo.

[...]

— ¡Uno más!— Coach Irene llevaba media hora diciendo eso.

Se impulsó, enfocó su atención en el borde de despegue -no es un Lutz, no el externo, NO el externo – y su Triple Flip aterrizó por un milagro.

— ¡No es suficiente!

Dalia gruñó, y continuó moviéndose por la pista, esquivando visitantes -ignorando sus miradas, pues no tenía tiempo para nada más que su programa-; y efectivamente, cuando su sesión llegó al final sus piernas temblaban tras una de las famosas sesiones mortales de Irene Zhdánov.

— No es divertido, Gilian— bufó, cuando su mejor amigo se rió de su leve cojeo—. Ese último aterrizaje de verdad dolió.

—"No, Leah, no te has cambiado a Natación, deja los clavados para otro momento"— Gilian imitó entre risas la voz de Valentina Matos-una Junior- y Dalia le saco la lengua al rubio caminando a su lado.

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