Capítulo 8: La trampa mortífera de Ryan

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~L~

Tres días ¿Cómo es que accedí a esto? Lo más molesto es que me haya tergiversado las cosas. Primero dijo una cita y luego nombró los tres días, para después cambiarlo a esto ¡¡Esto!!

―Maldito Ryan Danvers, me las pagarás. ―Lo sigo con el bolso de viaje detrás y camino por el sendero del bosque.

―El juego se basaba en tres días, y una salida diferente cada uno de estos ―explica mientras continúa delante―. ¡Pero! ―Se ríe―. Considerando que tú ni me aguantas un segundo, mejor cambiar un poco las reglas. ―Se gira y me observa―. ¿Te lo llevo? ―Alza su mano.

―No tocarás mis cosas.

―Yo solo quería ser caballeroso ―exclama con alta arrogancia.

Sonrío.

―Solo eres un idiota.

¿Tres días con este perdedor en una cabaña? Mátenme. Aprovechó que la universidad estaba de reformas y me trajo hasta aquí. Necesito fuerzas para soportar esto y que ni se atreva a tocarme un pelo, porque lo mato.

Me detengo al final del sendero y visualizo la enorme cabaña. Mejor dicho grande y lujosa cabaña. Me quedo con la boca abierta y reacciono antes de que se dé cuenta.

―¿Por qué no vinimos en auto? Tienes tanto dinero y no puede llevarte tu chófer, eres muy raro ―opino.

―Los autos son de la empresa, y como mi padre me odia, no me deja usarlos. La verdad, no planeo que despidan al pobre chófer. ―Se ríe―. Soy malo, pero tampoco exageremos.

Ciertamente eso habla muy bien de él.

Aunque es obvio que nunca se lo diré, no planeo elevarle el ego, ese que no soporto, después de todo, yo soy mejor que él y hasta ahí se queda.

Dejo las cosas sobre el sillón y camino por el lugar observándolo detenidamente. Me detengo en una fotografía y levanto el marco. Visualizo a Ryan, un chico abrazando a una castaña avergonzada, un morocho y otro de ojos azules, además de un chico rubio con otra chica más, todos delante de esta casa.

―Es de hace un año, unas vacaciones. ―Oigo detrás y me giro.

―¿Tus amigos? ―pregunto y se ríe.

―Sí, aunque me temo que ya no se podrá hacer más ―exclama perdido en sus pensamientos.

―¿Por qué? ―pregunto curiosa.

Él se acerca y señala al de ojos azules, luego suspira.

―Por su culpa. ―Agarra la foto y la vuelve a poner en su lugar―. Mejor vamos a comer algo. ―Ignora el tema―. Traje comida y bebida ¡Juegos y mucha diversión! ―grita alegre.

Ruedo los ojos.

―Eres un pésimo anfitrión ―me quejo, pero lo sigo―. Deberías decirme primero dónde dejar mis cosas. ―Señalo el sillón.

Vuelve a reír.

―Tienes razón. ―Hace una reverencia―. Por aquí, madame.

―Si intentas que me caigas bien, estás muy equivocado.

―¡¿Qué te he hecho?! ―Dramatiza jugando.

Me río.

―Eres un idiota.

―Un idiota que te hizo reír. ―Me guiña.

¿Qué le pasa? ¿Cuál es su maligno plan? Parece hasta agradable el perdedor. Algo trama, eso es seguro.

Dejo mis pertenencias en la habitación que me indica y me aseguro de cerrar la puerta con traba una vez que sale. Necesito paz. Ordeno todo, acomodo la cama, dejo todo a mi gusto y en ningún momento viene a molestarme, incluso estando en una casa a solas. Destrabo al pasar un rato largo, sintiéndome segura.

Una vez que termino, salgo de la habitación y lo visualizo mirando la televisión. Me saluda alegre con la mano y yo entrecierro los ojos, para luego acercarme hasta él.

―¿Cuál es tu malévolo plan?

―¿Malévolo plan? ―Juega haciendo que piensa y luego se ríe―. ¿Quieres descubrirlo? ―Hace una sonrisa maliciosa.

Me siento al lado y digo determinada.

―¡Sí! ―Presiono mis puños.

No puedo caer en su trampa.

Se acerca a mi rostro y me tenso.

―Hacerte caer rendida a mis pies.

Mi semblante muestra desconcierto y retrocedo ¿Quién se cree que es?

―Solo una idiota caería ante ti.

―Entonces varias son idiotas y tú eres la inteligente.

¿Acaba de halagarme? ¿Acaso alimenta mi ego? ¿Qué le pasa? Está demasiado extraño y eso me hace sentir rara a mí, pero no pienso ceder, ni caer en el enredo de su trampa mortal.

―Por supuesto que soy inteligente ―exclamo con altanería―. Todos tus esfuerzos son en vano, no lograrás nada ¡Ja! ―Giro mi vista a otro lado, sintiéndome nerviosa.

Este juego es peligroso.

―Bien ¿Qué te parece si almorzamos cerca del lago esta tarde? ―sugiere y lo vuelvo a observar.

―¿Hay un lago?

―Todo lo que quieras.

¿Lo que quiera? Esto es demasiado ¿A qué se refiere? ¿Esto es una especie de conquista? Pero es que me encantan los paisajes completamente silvestres ¿Cómo lo sabe? No puede ser que allá averiguado de mí ¿O sí?

Lo sé, esta es la trampa mortífera de los tres días.

Dominando mi corazón (C.G #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora