Capítulo 23: "Mojemos la basura"

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Bajo de la moto y estaciono en frente de Danvers Automotriz, el nombre lo dice todo, marca reconocida de automóviles, sucursales por todas partes, pero esta es la principal. Entro por la puerta central, el guardia me deja pasar y lo recalco porque una vez me ha sacado a patadas. Haciéndome saber que no soy bienvenido por aquí. Cuestión que papi Danvers parece que está planeando algo por lo cual me hace venir o peor, hay algo que le molesta y que me perjudica. Ni ganas, pero es mi padre y si quiere hablar, de acuerdo. Después que no se queje.

Antes de llegar a su oficina, una chica jovencita sale por esa puerta, no tendrá mi edad, pero sigue siendo joven para alguien como mi padre. Como siempre el viejo se consigue alguna mujer para pasar el rato. La única razón por la que se casó con mi madre es porque ella se embarazó y nací yo, su querido error.

Entro al despacho de mi padre y este me mira de refilón, sentado en la silla de su escritorio. Entrecierro los ojos e igual avanzo, sin su permiso me siento en la silla del frente de él y es así, porque sé que no me lo dará.

―¿Por qué me mandaste a llamar aquí? ―Comienzo directo y ruedo los ojos―. Preferiría estar durmiendo. ―Bufo.

Frunce el ceño.

―Cállate, haragán, acá soy el único que habla.

Lo miro y puedo notar la ira en sus ojos.

―Pues termina de una vez.

Veo que levanta un portafolio, lo tira sobre la mesa abruptamente y luego con desgano lo abre. De repente se pone a leer un fragmento de este.

―"Esta cláusula es importante, verificar atentamente lo susodicho si ocurre el altercado". ―Deja la lectura a la mitad y me observa molesto―. Los abogados me llamaron por esta porquería.

―Es...

Me interrumpe.

―Una copia del testamento de mi madre.

―Y me lees solo lo que te conviene. ―Sonrío de lado―. Qué tramposo.

Entrecierra los ojos.

―Más respeto.

Bufo.

―El respeto se gana.

Ignora lo que digo y agrega a su querido discurso de "empresario civilizado", pero si lo fuera sería diferente.

―Si no lo hago yo, tarde o temprano los abogados se presentarían contigo para avisarte ―aclara y luego sonríe con malicia―. Pero prefiero contarlo yo para que en realidad no te sientas tan triunfante. La vida no es color de rosa y no dejo ningún cabo suelto cuando quiero destruir algo. ―No le respondo, así que levanta el portafolios nuevamente y continúa su lectura―. "Si por alguna razón, en la primera etapa de su año universitario, mi nieto recibiera el segundo puesto, en la segunda oportunidad deberá salir primero y automáticamente el plazo pactado, hasta que termine la carrera, queda anulado".

Quedo tildado un segundo y de momento intento analizar lo que oí. Si paso a Lilith en la segunda prueba, recibo la herencia. Una sonrisa crece en mi rostro, esto va a mi favor, ¿quién lo diría?

―No te creas tanto ―interrumpe mis pensamientos mi padre―. Si vuelves a sacar el segundo puesto, todo sigue igual. ―Se levanta del asiento y rodea el escritorio, se me acerca―. Y mientras eso suceda, yo te destruiré.

―¿Y cómo harás eso? ―Levanto la cabeza y amplío mi sonrisa, cuando lo observo sin quitar la vista de sus ojos, desafiándolo.

―Recordándote quién eres.

Me pongo a su altura, dejando la silla y lo miro molesto.

―¿Y quién soy? Si se puede saber.

Sonríe con superioridad.

―Me alegra que preguntes, porque te lo voy a dejar bien claro.

―¡Ja! ¿Escoria? ¿Error? ¿Qué más vas a inventar? ―lo provoco―. Creo que perdiste la originalidad, padre.

―La pura verdad de que te odio, ya que tu existencia no vale nada, porque eres simplemente basura.

Me duele admitirlo, pero sus palabras me hieren.

Tomo todo el aire que retengo, trago saliva antes de girarme e ir a la puerta. Apoyo la mano en esta y suspiro. Lo miro de costado.

―Con agredirme no conseguirás nada ―exclamo con tristeza.

Prefiero la falsedad de mi madre.

―Por supuesto que no, pero es un comienzo ―agrega sonriente y termino por retirarme antes de escuchar más bobadas.

Salgo de la empresa, subo a la motocicleta y arranco a toda velocidad. Viendo la hora, me dirijo directo a la universidad. Una vez que llego, dejo la moto en el estacionamiento y me siento a un costado de una pared. Miro hacia la entrada de la facultad y mi autoestima no está tan alto como para entrar.

Voy al kiosco y regreso con una cerveza, sentándome en el mismo lugar. La destapo y comienzo a beber. Luego consigo otras y así es como termino comportándome como un estúpido alcohólico.

―¿Ryan? ―Oigo una voz femenina y giro mi vista hasta esta.

Frunzo el ceño.

―¿Y tú... qué... quieres? ―expreso entrecortado―. ¿No ves... que me estoy muriendo? ―La morocha se sienta a mi lado―. ¡Vete, Luzmila! ―Agito la mano, aturdido por el alcohol―. ¿Quién... te llamó? ―Miro hacia delante molesto―. No entiendes nada.

―Me ayudaste el otro día, ¿recuerdas? ―Oigo, pero no la observo, aunque de todas formas la vería borrosa y no vale hacer el esfuerzo.

―Llamen a mi novia... a ti no te quiero. ―Una lágrima se escapa por mi mejilla, siento una mano en la otra, la morocha me mueve la cara y aunque esté aturdido, me doy cuenta de su intención―. ¡Wow! Un... ―Retrocedo cuando su cara se acerca, pero no puedo divisar si me he alejado lo suficiente―. Segundo.

―¡Despabila! ―Noto como si me hubieran tirado un balde de agua en la cabeza y todo mi cuerpo.

Efectivamente.

―¡¿Pero loca qué te pasa?! ―grita la morocha, levantándose.

―¡¡Aléjate de mi hombre!! ―Creo que es la rubia.

Mi rubia.

No puedo visualizar bien lo que ocurre, pero creo que se están matando, quiero decir, peleando por mí. Genial, pelea de chicas y no lo puedo ver. Malvada borrachera. 

Dominando mi corazón (C.G #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora