Dos semanas pasaron desde aquel miércoles que Leslie habló con Scott y aún no caía en cuenta que tendría un hijo. Cada día se levantaba más cansada que el anterior y no era muy común en ella. Su rostro se veía realmente cansado y las ojeras se le hacían más pronunciadas con el pasar de los días.
Aquel miércoles ella nunca habló con Scott sobre el embarazo y no era que se lo escondiera, pero aún no estaba preparada para hablarlo con él. De hecho nadie lo sabía y con los días se le sería imposible no seguir callada. Por muy asustada que estaba necesitaba hablarlo. Pronto los síntomas se irían notando y no podía ocultarlo más porque, vamos, tener una madre enfermera y un padre pediatra sólo era cuestión de días para que se enteraran. Y ya estaba quedando en evidencia por las misteriosas e inusuales siestas que se tomaba durante el día.
-¿Estás enferma?- preguntó Fred tocándole la frente para verificar la temperatura. Encontró un poco alta y tocó por su cuello y estaba igual.
Eran las siete y media de la mañana y Leslie aún seguía durmiendo y eso le llamó la atención a su padre. Por eso se acercó a ella y la tocó, Leslie apenas se levantó al sentir la mano de alguien, que luego se percató de que era su padre. Se acurrucó más en la cama y aferró sus sábanas porque estaba sintiendo el frío como si estuviese afuera -N-no...sólo me quedé hablando con Scott hasta tarde y por eso estoy cansada- se excusó Leslie con las voz rasposa. La verdad era que se no había hablado con su novio desde la tarde anterior, se había acostado muy temprano.
-¿Segura? Tienes fiebre- dijo y ella no dijo nada -Baja para que comas algo y luego ponerte un pañito para ver si te baja la fiebre.- dijo Fred preocupado.
Ella negó y Fred la destapó completamente -Te levantas ahora, Leslie.- le habló con autoridad y Leslie se quejó del frío.
Quince minutos después Leslie envuelta en un conforte y caminando como si le pesaran los pies entró a la cocina. Fred le había hecho un desayuno rápido y le exigió que bebiera jugos o agua para ver si bajaba la fiebre. A regañadientes comió y bebió todo lo que su papá le dio y a decir verdad comió más de la cuenta.
-Fred, ya es hora de irnos.- dijo Janices entrando a la cocina. Besó a Fred y miró extrañada a Leslie -¿y tú que tienes?- preguntó rudamente.
-Nada que te interese- gruñó Leslie sin despegar la vista de su plato. Le molestaba que su madre fingiera interés por ella sabiendo que no era verdad.
-A mí me respetas. Soy tu madre y merezco respeto- casi gritó y Fred resopló cansado.
-No puedo respetar a quien no merece ningún respeto de mi parte- dijo y la miró fulminante -Y vamos a dejarlo ahí porque no pretendo seguir peleando contigo estando papá aquí. Tú a lo tuyo y yo a lo mío.- se levantó y fue a dejar el los platos que había utilizado en el fregadero.
-Janices, ya déjala no se siente bien- dijo frustrado Fred. Leslie fue y le dio un beso y un abrazo a su papá con una sonrisa forzada en su rostro.
-Ve y recuéstate y trata de no estar arropada- pidió Fred con cariño -Te traeré unos medicamentos. Te amo mi niña- besó la frente de Leslie y tomó su maletín de la encimera.
Leslie no esperó más y pasó frente a su madre. Sin mirarla estaba a punto de subir las escaleras pero la voz de su madre la hizo detenerse.
-Leslie espera...- su madre la llamó y Leslie no se giró, no se sentía muy bien como para otra pelea -sigue las instrucciones de tu papá- pidió su madre y por un instante se escuchó sincera.
-Está bien- dijo y subió a su cuarto.
***
Le hizo caso a su papá y trató de no arroparse pero le era imposible, sentía el frío calarle los huesos y no evitó ponerse un abrigo. Quizás era una exagerada pero se sentía como si estuviera afuera, con temperatura bajo cero, y con un traje de baño. La temperatura había bajado un poco pero aún así se sentía cansada. Las náuseas habían comenzado revolcándole el estómago y poniéndoselo boca arriba. Tanto que luego del desayuno había pasado como media hora y ya lo había devuelto en el inodoro de su baño.
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Nuestra jugada perfecta
RomanceY así ellos se encuentran, enamorados el uno del otro y con el miedo en sus corazones de que sean rechazados. Pero como bien dice el dicho; el que no arriesga no gana. Quien de los dos tendría el valor de confesarle sus sentimientos al otro...antes...