La primera vez que te vi

3.8K 234 11
                                    


El sol fue entrando poco a poco por los resquicios de la gran cortina que había en el majestuoso cuarto de Regina, e invadiendo su rostro haciendo que sus ojos castaños claro se abriesen lentamente. Con rabia de la luz tan brillante, cogió su almohada y se la puso sobre la cabeza, intentando apagar el intenso resplandor. Cuando estaba de nuevo quedándose dormida, alguien llegó con paso firme, abriendo la puerta de su cuarto con ímpetu y entrando en él, abriendo las cortinas y arrancando la almohada de las manos de Regina.

"Madre...¿quién más podría ser?" pensó ella

«¿Regina?...Regina, ¡despierta ahora mismo! ¡Es esta hora para que una dama se despierte!» habló Cora en tono rudo

«Ahhh, madre...¡Déjeme dormir!»

«¡Ni pensarlo! ¡Despierta ahora mismo o usaré magia para que nunca más vuelvas a dormir, mocita!»

«Ahmmm...» hizo Regina en tono quejica, después de mucha lucha salió de la cama y se fue derecha al guardarropa para sacar la ropa de montar que tanto amaba.

«¿Qué estás haciendo Regina?» preguntó Cora que todavía seguía ahí

«Eh...voy a coger mi ropa y estar lista para cuidar los caballos después del desayuno, mamá»

«¡Esos trapos que vistes ni siquiera pueden ser considerados ropa, Regina! ¡Ahora, lávate y ponte un vestido para ir a desayunar y a continuación tomar tus lecciones, y entonces después, podrás ir a los establos!»

«Pero, mamá...¡Flecha necesita comer!» dijo Regina en tono triste, porque no quería dejar a su caballo pasar hambre.

«Argg...¡Enviaré a un empleado después del desayuno para que le lleve comida, ahora haz lo que te he dicho!» y así Cora salió de allí, nerviosa por el hecho de que a su hija le gustaba un animal que ella encontraba repugnante.

Y así...con más ganas, Regina se puso uno de los vestidos que su madre le diera, y bajo a desayunar.

El desayuno con su madre y su padre, Henry, siempre fue en silencio, ya que nunca habían sido una familia normal, por culpa de Cora, que siempre fue fría, pero su padre sí era su amigo y a veces conversaban sobre diversas cosas cuando Cora no estaba presente. Regina se preguntaba por qué su padre se había casado con su madre, ya que nunca los veía juntos y siempre eran distantes, pero nunca tuvo el valor de preguntarle a su padre, ya que a fin de cuentas Cora era su madre, y aún con todos sus fallos, Regina la quería, pero no quería el mismo destino amoroso de su madre, ella soñaba con conocer al amor de su vida y amarlo para siempre e incondicionalmente.

Después de desayunar y asistir a todas las aburridas lecciones que su madre le daba, Regina se fue corriendo a cambiar de ropa y ponerse su traje de montar y dirigirse rápidamente a los establos a buscar a Flecha.

Después de acariciarlo y darle más comida de la necesaria, le puso la silla y enseguida montó, salió corriendo y cabalgó alegremente sintiéndose libre de nuevo con su "amigo".

Tras cabalgar un tiempo por los verdes campos, sintió mucha sed y entonces, se adentró en el bosque para encontrar un riachuelo que hacía pocos días había visto.

Al llegar a él, amarró a Flecha en un árbol y bebió un poco de agua con las manos y después le dio a su caballo. Se quedó sentada en una piedra frente al riachuelo, observando lo bonito que era el paisaje.

Al cabo de unos minutos, escuchó un ruido proveniente del follaje, se levantó y dio unos pasos alejándose del lugar, tropezando con una gran hoja que estaba en su camino, y entonces pudo ver, algo alejada, la escena más hermosa que viera en su vida. Una rubia con un sencillo vestido y una capa azul estaba acariciando a un hermoso caballo blanco. Se quedó un tiempo ahí, observando a la muchacha rubia, pensando que era la chica más bella que había visto nunca.

Pero al retroceder por miedo a dejarse ver, tropezó en una piedra e hizo algo de ruido. La muchacha rubia miró rápidamente hacia la zona y preguntó

«¿Quién está ahí?»

Regina sintió su corazón acelerar, y salió corriendo, desamarró a su caballo y monto en él, despareciendo. Solo pudo oír un "¡Espere!" de la muchacha misteriosa, pero, tuvo miedo, pero un miedo diferente, que no supo explicar, porque nunca había hablado con ningún desconocido fuera de los empleados de su madre.

Todavía estaba lejos de casa, pero ahora cabalgaba más lento, dejando que Flecha descansase. Bajó del caballo y fue caminando a su lado, pensando quién podría ser aquella misteriosa muchacha que la había dejado encantada y nerviosa, y supo que quería verla de nuevo.


Tuya, hoy y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora